ANTROPOLOGIA ECONOMICA: CAPÍTULO II . ANTROPOLOGÍA Y ECONOMÍA
En este capítulo exploramos el significado de lo “económico” y el proceso histórico mediante el cual apareció el concepto. Por fuerza, esta descripción tiene que ser esquemática y sucinta: sólo nos interesa en tanto que nos ayude a definir el campo de la antropología económica.
EL SIGNIFICADO DE LO “ECONÓMICO”
Por “económico” o “economía” solemos entender al menos dos cosas diferentes. Por una parte, las actividades, indicadores o procesos que tienen que ver con la creación, distribución o consumo de bienes y servicios, es decir, un sector de la cultura; por otra, las acciones motivadas por el cálculo racional que busca maximizar el beneficio u optimizar los medios en relación a los fines (“economizar”), esto es, una modalidad de la conducta. Estas dos acepciones de la palabra “economía”, pueden denominarse “substantiva” y “formal” respectivamente (Polanyi, 1957).
La división entre “formal” y “sustantiva” está tomada de Max Weber (1922:64) cuando define dos tipos de racionalidades en su capítulo dedicado a las categorías sociológicas de la vida económica.
Llamamos racionalidad formal de una gestión económica al grado de cálculo que le es técnicamente posible y que aplica realmente. Al contrario, llamamos racionalmente material al grado en que el abastecimiento de bienes dentro de un grupo de hombres (cualesquiera que sean sus límites) tenga lugar por medio de una acción social de carácter económico orientada por determinados postulados de valor (cualquiera que sea su clase), de suerte que en aquella acción fue contemplada, lo será o puede serlo, desde la perspectiva de tales postulados de valor. Éstos son en extremo diversos. (…)
Por el contrario, el concepto de racionalidad material es completamente equívoco [a diferencia de la formal que se expresa de la manera más perfecta en el cálculo en dinero]. Significa sólo este conjunto de cosas: que la consideración no se satisface con el hecho inequívoco (relativamente) y puramente formal de que se proceda y calcule de modo “racional” con arreglo a fines con los medios factibles técnicamente más adecuados, sino que se plantean exigencias éticas, políticas, utilitarias, hedonistas, estamentales, igualitarias o de cualquiera otra clase y que de esa suerte se miden las consecuencias de la gestión económica –aunque sea plenamente racional desde el punto de vista forma, es decir, calculable—con arreglo a valores o a fines materiales.
Efectivamente, Weber distingue dos maneras de actuar económicamente, ambas igualmente racionales. La primera de ellas, individual, consiste en el bien conocido cálculo marginal, según el cual el precio se define por la evaluación subjetiva de la utilidad que reportaría una unidad adicional (marginal) de un bien. Esta actuación económica optimiza medios y fines y mediante el dinero obtiene su aplicación técnica más perfeccionada.
La segunda racionalidad, material o sustantiva, consiste en el abastecimiento de bienes dentro de un grupo orientado por postulados de valor. Esto es, existe una segunda racionalidad económica, aplicable en el campo de acción de instituciones sociales, que trata de la vida material de un grupo y la forma en que éste se abastece. Esta segunda racionalidad, obsérvese, admite cálculos, pero se diferencia de la primera en el hecho que atiende a exigencias éticas, políticas, etc. que van más allá de la simple eficiencia de medios y fines.
Aunque en otras partes Weber (pág. 54) relaciona la racionalidad formal en su forma más elevada como propia del mercado capitalista, a diferencia de los cambios determinados por reglas tradicionales (“el cambio de armas entre Diómedes y Glaucón”), estas racionalidades no son propias cada una de ellas de un período histórico (capitalista y precapitalista, respectivamente) sino que se producen de forma simultánea. A la segunda racionalidad, el cálculo en dinero puede parecerle subalterno e incluso enemigo de sus postulados (Cf. pág. 65).
Desde esta perspectiva, el debate sobre la sustancia de lo “económico”, ya sea en la conducta maximizadora o en las instituciones que se ocupan del abastecimiento de los medios de vida, no tiene solución. La conducta racional no es exclusiva de la acepción formal y el cálculo está presente igualmente en la sustantiva. Más adelante veremos que Gudeman (2001) propone dar un paso adelante y superar este dualismo en los siguientes términos: existe (y ha existido siempre) una doble racionalidad, la comunal o social y la maximizadora de la ganancia individual; ambas racionalidades se combinan de diferentes maneras en todos los sistemas sociales, incluido el capitalismo.
Las preguntas ¿qué entendemos, pues, por “económico”? ¿existe lo “económico” en la sociedad primitiva? ¿qué justificación teórica tuvo y tiene una “antropología económica”? tendrán que esperar a que analicemos la emergencia de la categoría económica. Como hemos dicho, más que una apresurada historia del pensamiento económico sólo nos interesa describir aquí la conformación de una esfera autónoma de la sociedad (Cf. Dumont, 1977, 1983) y, en especial, los temas referentes a la teoría del valor y del equilibrio o crisis del sistema.
En este capítulo exploramos el significado de lo “económico” y el proceso histórico mediante el cual apareció el concepto. Por fuerza, esta descripción tiene que ser esquemática y sucinta: sólo nos interesa en tanto que nos ayude a definir el campo de la antropología económica.
EL SIGNIFICADO DE LO “ECONÓMICO”
Por “económico” o “economía” solemos entender al menos dos cosas diferentes. Por una parte, las actividades, indicadores o procesos que tienen que ver con la creación, distribución o consumo de bienes y servicios, es decir, un sector de la cultura; por otra, las acciones motivadas por el cálculo racional que busca maximizar el beneficio u optimizar los medios en relación a los fines (“economizar”), esto es, una modalidad de la conducta. Estas dos acepciones de la palabra “economía”, pueden denominarse “substantiva” y “formal” respectivamente (Polanyi, 1957).
La división entre “formal” y “sustantiva” está tomada de Max Weber (1922:64) cuando define dos tipos de racionalidades en su capítulo dedicado a las categorías sociológicas de la vida económica.
Llamamos racionalidad formal de una gestión económica al grado de cálculo que le es técnicamente posible y que aplica realmente. Al contrario, llamamos racionalmente material al grado en que el abastecimiento de bienes dentro de un grupo de hombres (cualesquiera que sean sus límites) tenga lugar por medio de una acción social de carácter económico orientada por determinados postulados de valor (cualquiera que sea su clase), de suerte que en aquella acción fue contemplada, lo será o puede serlo, desde la perspectiva de tales postulados de valor. Éstos son en extremo diversos. (…)
Por el contrario, el concepto de racionalidad material es completamente equívoco [a diferencia de la formal que se expresa de la manera más perfecta en el cálculo en dinero]. Significa sólo este conjunto de cosas: que la consideración no se satisface con el hecho inequívoco (relativamente) y puramente formal de que se proceda y calcule de modo “racional” con arreglo a fines con los medios factibles técnicamente más adecuados, sino que se plantean exigencias éticas, políticas, utilitarias, hedonistas, estamentales, igualitarias o de cualquiera otra clase y que de esa suerte se miden las consecuencias de la gestión económica –aunque sea plenamente racional desde el punto de vista forma, es decir, calculable—con arreglo a valores o a fines materiales.
Efectivamente, Weber distingue dos maneras de actuar económicamente, ambas igualmente racionales. La primera de ellas, individual, consiste en el bien conocido cálculo marginal, según el cual el precio se define por la evaluación subjetiva de la utilidad que reportaría una unidad adicional (marginal) de un bien. Esta actuación económica optimiza medios y fines y mediante el dinero obtiene su aplicación técnica más perfeccionada.
La segunda racionalidad, material o sustantiva, consiste en el abastecimiento de bienes dentro de un grupo orientado por postulados de valor. Esto es, existe una segunda racionalidad económica, aplicable en el campo de acción de instituciones sociales, que trata de la vida material de un grupo y la forma en que éste se abastece. Esta segunda racionalidad, obsérvese, admite cálculos, pero se diferencia de la primera en el hecho que atiende a exigencias éticas, políticas, etc. que van más allá de la simple eficiencia de medios y fines.
Aunque en otras partes Weber (pág. 54) relaciona la racionalidad formal en su forma más elevada como propia del mercado capitalista, a diferencia de los cambios determinados por reglas tradicionales (“el cambio de armas entre Diómedes y Glaucón”), estas racionalidades no son propias cada una de ellas de un período histórico (capitalista y precapitalista, respectivamente) sino que se producen de forma simultánea. A la segunda racionalidad, el cálculo en dinero puede parecerle subalterno e incluso enemigo de sus postulados (Cf. pág. 65).
Desde esta perspectiva, el debate sobre la sustancia de lo “económico”, ya sea en la conducta maximizadora o en las instituciones que se ocupan del abastecimiento de los medios de vida, no tiene solución. La conducta racional no es exclusiva de la acepción formal y el cálculo está presente igualmente en la sustantiva. Más adelante veremos que Gudeman (2001) propone dar un paso adelante y superar este dualismo en los siguientes términos: existe (y ha existido siempre) una doble racionalidad, la comunal o social y la maximizadora de la ganancia individual; ambas racionalidades se combinan de diferentes maneras en todos los sistemas sociales, incluido el capitalismo.
Las preguntas ¿qué entendemos, pues, por “económico”? ¿existe lo “económico” en la sociedad primitiva? ¿qué justificación teórica tuvo y tiene una “antropología económica”? tendrán que esperar a que analicemos la emergencia de la categoría económica. Como hemos dicho, más que una apresurada historia del pensamiento económico sólo nos interesa describir aquí la conformación de una esfera autónoma de la sociedad (Cf. Dumont, 1977, 1983) y, en especial, los temas referentes a la teoría del valor y del equilibrio o crisis del sistema.
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