MONEDA PRIMITIVA
El fenómeno de la moneda ha intrigado a múltiples pensadores desde Aristóteles, pero hubo que esperar a los autores neoclásicos para disponer de una teoría de la moneda propiamente dicha, especialmente Jevons (1875).
Hasta entonces, la moneda se había concebido como un simple instrumento de acumulación de riqueza (Mercantilismo) o un facilitador del intercambio (Adam Smith) que permitía separar el momento de la compra del momento de la venta a diferencia de lo que ocurre en el trueque, en el que ambos momentos precisan ser simultáneos. En cambio, desde la perspectiva neoclásica, la moneda se convierte no en vehículo, sino en un actor del ercado, con una dinámica propia. Carl Menger, On the Origins of Money (1892) plantea la cuestión con brillantez :
¿Cuál es la naturaleza de esos pequeños discos o documentos, los cuáles en sí mismos no sirven para nada y que sin embargo, en contradicción con toda nuestra experiencia, pasan de mano en mano a cambio de las más útiles de las mercancías, y más, por las cuáles cualquiera se inclina con diligencia rindiendo sus bienes? Es la moneda un miembro orgánico en el mundo de las mercancías o constituye una anomalía económica? ¿Tenemos que referir el valor de esta moneda de uso comercial a las mismas causas que condicionan el resto de bienes, o son el producto distintivo de la convención y la autoridad?
Para los autores neoclásicos la moneda constituye una mercancía más, caracterizada por su demanda estable, consecuencia de su escasez, divisibilidad y portabilidad. De ahí que los metales preciosos fuesen los candidatos naturales a servir de medio de cambio y que los billetes y documentos pretendiesen ser símbolos de estos últimos19.
A partir de aquí se han desarrollado las teorías sobre el papel de la moneda, la llamada teoría cuantitativa (recuperada por el monetarismo de finales del siglo XX), que relaciona la masa monetaria y su velocidad de circulación con los niveles de precios, y la teoría cualitativa de Keynes (1936) que relativiza la influencia de la masa monetaria en el índice de precios. El argumento de Keynes es el siguiente: en determinadas condiciones, cuando existen recursos ociosos y desocupación, una expansión de la masa monetaria no causa inflación, ya que la mayor producción de bienes neutraliza el aumento de ésta. Como es fácil imaginar, el debate continúa hoy día.
La antropología económica tiene algunas aportaciones que hacer a este debate sobre la naturaleza de la moneda desde una perspectiva etnológica.
La primera de ellas es que la moneda acuñada es sólo una de múltiples formas de objetos que han servido para los mismos fines y que llamaremos por convención “objetos monetarios”. De hecho, la misma expresión “pecunia” o “pecuniario” hace referencia a las cabezas de ganado romano, utilizadas como objetos monetarios, al igual que “salario” hace referencia al pago en especias a la milicia romana, sal en este caso. Actualmente sabemos que las primeras monedas acuñadas (Grierson, 1978) fueron creadas seguramente como consecuencia de las necesidades de los estados de pagar mercenarios y trabajos públicos. Estas monedas fueron usadas por primera vez en Asia Menor algo antes del reinado del rey lidio Craso (561-546 a.C.).
En el tercer cuarto del siglo VII a.C. estas primeras monedas eran de electrum (aleación de oro y plata) y disponían de una inscripción sólo en una de las caras. La moneda acuñada e incluso los billetes, pueden convivir y de hecho han convivido con otros objetos monetarios. Por otra parte, existen ejemplos de objetos monetarios de uso tan generalizado como la moneda acuñada como, por ejemplo, las conchas cauris, ampliamente representadas en toda África hasta bien entrado el siglo XIX.
La segunda contribución es que la moneda a la que se refieren los autores neoclásicos existe principalmente (aunque no exclusivamente) en las economías de mercado, pero que en otros contextos históricos y etnográficos podemos encontrar objetos monetarios con sólo algunas de las funciones que generalmente le son atribuidas. Es lo que Polanyi (1957) llama “moneda de uso especial” distinguida de la “moneda de uso general”. Esta distinción es importante porque nos ayuda a entender la diferencia del “dinero” y la “moneda” en contextos históricos, sociales y culturales diferentes.
Por último señalar que en las sociedades “tradicionales” y primitivas, los objetos monetarios, más allá de la esfera económica, cumplen en muchas ocasiones funciones de control al acceso de las posiciones de prestigio en la sociedad, además de funciones políticas y religiosas. Veamos cada una de estas contribuciones.
19 Jevons abogó por la eliminación del patrón oro y su sustitución por un índice general deprecios.
El fenómeno de la moneda ha intrigado a múltiples pensadores desde Aristóteles, pero hubo que esperar a los autores neoclásicos para disponer de una teoría de la moneda propiamente dicha, especialmente Jevons (1875).
Hasta entonces, la moneda se había concebido como un simple instrumento de acumulación de riqueza (Mercantilismo) o un facilitador del intercambio (Adam Smith) que permitía separar el momento de la compra del momento de la venta a diferencia de lo que ocurre en el trueque, en el que ambos momentos precisan ser simultáneos. En cambio, desde la perspectiva neoclásica, la moneda se convierte no en vehículo, sino en un actor del ercado, con una dinámica propia. Carl Menger, On the Origins of Money (1892) plantea la cuestión con brillantez :
¿Cuál es la naturaleza de esos pequeños discos o documentos, los cuáles en sí mismos no sirven para nada y que sin embargo, en contradicción con toda nuestra experiencia, pasan de mano en mano a cambio de las más útiles de las mercancías, y más, por las cuáles cualquiera se inclina con diligencia rindiendo sus bienes? Es la moneda un miembro orgánico en el mundo de las mercancías o constituye una anomalía económica? ¿Tenemos que referir el valor de esta moneda de uso comercial a las mismas causas que condicionan el resto de bienes, o son el producto distintivo de la convención y la autoridad?
Para los autores neoclásicos la moneda constituye una mercancía más, caracterizada por su demanda estable, consecuencia de su escasez, divisibilidad y portabilidad. De ahí que los metales preciosos fuesen los candidatos naturales a servir de medio de cambio y que los billetes y documentos pretendiesen ser símbolos de estos últimos19.
A partir de aquí se han desarrollado las teorías sobre el papel de la moneda, la llamada teoría cuantitativa (recuperada por el monetarismo de finales del siglo XX), que relaciona la masa monetaria y su velocidad de circulación con los niveles de precios, y la teoría cualitativa de Keynes (1936) que relativiza la influencia de la masa monetaria en el índice de precios. El argumento de Keynes es el siguiente: en determinadas condiciones, cuando existen recursos ociosos y desocupación, una expansión de la masa monetaria no causa inflación, ya que la mayor producción de bienes neutraliza el aumento de ésta. Como es fácil imaginar, el debate continúa hoy día.
La antropología económica tiene algunas aportaciones que hacer a este debate sobre la naturaleza de la moneda desde una perspectiva etnológica.
La primera de ellas es que la moneda acuñada es sólo una de múltiples formas de objetos que han servido para los mismos fines y que llamaremos por convención “objetos monetarios”. De hecho, la misma expresión “pecunia” o “pecuniario” hace referencia a las cabezas de ganado romano, utilizadas como objetos monetarios, al igual que “salario” hace referencia al pago en especias a la milicia romana, sal en este caso. Actualmente sabemos que las primeras monedas acuñadas (Grierson, 1978) fueron creadas seguramente como consecuencia de las necesidades de los estados de pagar mercenarios y trabajos públicos. Estas monedas fueron usadas por primera vez en Asia Menor algo antes del reinado del rey lidio Craso (561-546 a.C.).
En el tercer cuarto del siglo VII a.C. estas primeras monedas eran de electrum (aleación de oro y plata) y disponían de una inscripción sólo en una de las caras. La moneda acuñada e incluso los billetes, pueden convivir y de hecho han convivido con otros objetos monetarios. Por otra parte, existen ejemplos de objetos monetarios de uso tan generalizado como la moneda acuñada como, por ejemplo, las conchas cauris, ampliamente representadas en toda África hasta bien entrado el siglo XIX.
La segunda contribución es que la moneda a la que se refieren los autores neoclásicos existe principalmente (aunque no exclusivamente) en las economías de mercado, pero que en otros contextos históricos y etnográficos podemos encontrar objetos monetarios con sólo algunas de las funciones que generalmente le son atribuidas. Es lo que Polanyi (1957) llama “moneda de uso especial” distinguida de la “moneda de uso general”. Esta distinción es importante porque nos ayuda a entender la diferencia del “dinero” y la “moneda” en contextos históricos, sociales y culturales diferentes.
Por último señalar que en las sociedades “tradicionales” y primitivas, los objetos monetarios, más allá de la esfera económica, cumplen en muchas ocasiones funciones de control al acceso de las posiciones de prestigio en la sociedad, además de funciones políticas y religiosas. Veamos cada una de estas contribuciones.
19 Jevons abogó por la eliminación del patrón oro y su sustitución por un índice general deprecios.
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