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domingo, 13 de diciembre de 2009

ANTROPOLOGIA ECONOMICA: HABITUS, GUSTO Y DISTINCIÓN


HABITUS, GUSTO Y DISTINCIÓN

A partir de una encuesta sobre estilos de vida realizada en París, Lille y una pequeña ciudad de provincias en 1963 sobre una muestra de 692 personas y en 1967-1968 con una encuesta complementaria a 1.217 sujetos, Bourdieu elabora una teoría sobre la distinción. Su hipótesis básica es que es posible encontrar una correspondencia directa entre estilo de vida y clase social y que esta correspondencia es una manifestación del proceso de estructuración de las sociedades, a saber, la tensión entre campo y habitus. Mientras que Bourdieu entiende por campo el conjunto de condiciones objetivas de existencia, el habitus es un conjunto de disposiciones que orientan las prácticas cotidianas, las percepciones, el sentido común. Al situarse más allá de la conciencia, naturalizan las posiciones existentes y las recrean. Veamos con un poco más de detalle el pensamiento de Bourdieu.
Bourdieu se define como estructuralista constructivista (1987: 23 y ss.): Por estructuralismo o estructuralista, quiero decir que existen en el mundo social mismo, y no solamente en los sistemas simbólicos, lenguaje, mito, etc., estructuras objetivas, independientes de la conciencia y de la voluntad de los agentes, que son capaces de orientar o de coaccionar sus prácticas o sus representaciones. Por constructivismo, quiero decir que hay una génesis social de una parte de los esquemas de percepción, de pensamiento y de acción que son constitutivos de los que llamo habitus, y por otra parte estructuras, y en particular de los que llamo campos y grupos, especialmente de lo que se llama generalmente las clases sociales Esta propuesta intenta superar la tradicional contradicción en las ciencias sociales entre las posturas objetivistas y subjetivistas.

Por lo tanto las representaciones de los agentes varían según su posición (y los intereses asociados) y según su habitus, como sistema de esquemas de percepción y de apreciación, como estructuras cognitivas y evaluativas que adquieren a través de la experiencia duradera de una posición en el mundo social. El habitus es a la vez un sistema de esquemas de producción de prácticas y un sistema de esquemas de percepción y de apreciación de las prácticas. Y, en los dos casos, sus operaciones expresan la posición social en la cual se ha construido. En consecuencia, el habitus produce prácticas y representaciones que están disponibles para la clasificación, que están objetivamente diferenciadas; pero no son inmediatamente percibidas como tales más que por los agentes que poseen el código, los esquemas clasificatorios necesarios para comprender su sentido social. Así, el habitus implica un sense of one's place pero también un sense of other's place. Por ejemplo, decimos que una vestimenta, un mueble o un libro: "huele a pequeñoburgués" o "huele a intelectual". ¿Cuáles son las condiciones sociales de posibilidad de tal juicio? Primeramente eso supone que el gusto (o habitus) en tanto sistema de esquemas de clasificación, es objetivamente referido, a través de los condicionamientos sociales que lo han producido, a una condición social: los agentes se clasifican ellos mismos, se exponen ellos mismos a una clasificación, al elegir, conforme a sus gustos, diferentes atributos, vestimenta, alimentos, bebidas, deportes, amigos, que quedan bien juntos y que les quedan bien, o más exactamente, que convienen a su posición. Con más exactitud: al elegir, en el espacio de los bienes y de los servicios disponibles, los bienes que ocupan una posición homóloga en este espacio a la posición que ocupan en el espacio social. Lo que hace que nada clasifique más a alguien que sus clasificaciones.

El gusto, por tanto, está socialmente determinado y se relaciona con el sistema de posiciones sociales existente. Bourdieu realiza una clasificación de los datos recogidos en la encuesta de estilos de vida en base al capital económico y el capital cultural. El capital económico permite identificar una dimensión: capital económico + y capital económico --. Dado que el nivel de ingresos es el principal indicador de la clase social éste es obligado.
La segunda dimensión está constituida por el capital cultural. Este capital es adquirido por la socialización en el seno de una clase social, con una diferencia: las clases sociales elevadas aprenden además cómo usarlo. El capital cultural se opone al capital escolar, es decir, al capital aprendido en las instituciones educativas. Con estas dos dimensiones es posible construir un espacio en el cual colocar las posiciones sociales y los estilos de vida, definidos éstos a partir de la alimentación, de los gustos, de la manera de recibir a los invitados o el mobiliario. En el siguiente cuadro pueden verse al lado de posiciones sociales objetos definitorios de estilos de vida. Así, el fútbol está asociado con clases bajas (“peones”) y capital cultural bajo y la ópera sería su reverso.

La propuesta de Bourdieu proporciona base empírica a la determinación social del consumo.

Hasta aquí el examen del consumo como proceso social. Veamos a continuación el lugar del consumo en el proceso económico.


EL LUGAR DEL CONSUMO EN EL PROCESO ECONÓMICO

Marx distingue entre consumo productivo y consumo individual. El consumo productivo es aquél que se realiza para producir otros bienes; el consumo individual es el que permite la reproducción de la fuerza de trabajo.

The worker’s productive consumption and his individual consumption are therefore totally distinct …In the latter, he belongs to himself, and performs his necessary vital functions outside the production process … The fact that the worker performs acts of individual consumption in his own interest, and not to please the capitalist, is something entirely irrelevant to the matter (of social reproduction of labour power) … the capitalist may safely leave this to the worker’s drive for self-reservation and propagation. (Cit. en Fine y Leopold, 1993:259)

Así, el consumo productivo y el consumo individual pertenecen a dos órdenes diferentes aunque éste último sea necesario para la reproducción de la fuerza de trabajo.

Fine y Leopold (1993) proponen revisar la separación entre la esfera de la producción, de creación y apropiación del valor de cambio y la esfera del consumo, del valor de uso. A través de su propuesta de los “medios de aprovisionamiento” proponen estudiar las formas en las que las mercancías y los servicios llegan al consumidor. El consumo no es sólo el uso de mercancías. El consumo incluye todos las utilidades obtenidas a partir del mercado, de la autoproducción o de los servicios del Estado, los cuales proveen en algunos países de transporte, educación y cuidados médicos, entre otros importantes servicios. Todos estos elementos deben ser tenidos en cuenta a la hora de contabilizar el consumo de un individuo. Las mercancías y los servicios no están, además, aleatoriamente distribuidas, sino que se agrupan en paquetes que se corresponden con medios de aprovisionamiento que pueden ser explicados a partir de las relaciones de producción y la estructura política. Veamos algunos ejemplos.

Los sistemas de alarmas de las casas particulares, por ejemplo, sólo pueden ser entendidos si atendemos a la existencia de una demanda estatal en sistemas de vigilancia militar que financió el desarrollo de esta tecnología y al cambio de locus del consumo, que pasó del Estado a la esfera doméstica.
Estos sistemas han sido transformados en mercancías aptas para el consumo privado, favoreciendo largos períodos fuera del lugar a causa del trabajo o del transporte. Paralelamente, ha sido necesario “formar” al consumidor para que pueda entender las ventajas de los dispositivos y comparar unos con otros. Esta formación ha llevado a la dependencia de una serie de consultores en “seguridad” que hacen posible el funcionamiento de estos dispositivos.

De la misma forma, el crecimiento del video doméstico, de las comidas preparadas y del micro-ondas sólo puede entenderse a partir de la creciente incorporación de la mujer en el mercado de trabajo.

Pero es en el segmento de mercado de “Hágalo Usted mismo” donde esta interdependencia se muestra de forma más nítida. La realización de un conjunto de actividades de autoproducción sólo es posible a partir del desarrollo de máquinas e insumos preparados para poder ser utilizadas por los propios consumidores. Maderas listas para ser ensambladas, máquinas universales con todo tipo de complementos, tornillos que llevan listo su taco, instrucciones de uso y mantenimiento, son el producto de una organización de la producción destinada a incorporar al consumidor en el proceso de creación de la utilidad. Al igual que en el caso de las alarmas, ha sido necesario invertir en la formación de consumidores con las habilidades necesarias para adquirir este tipo de productos, o, por lo menos, en la creación de la ilusión de que éstas se disponen. Sin duda, el traspaso a los consumidores de parte del proceso de producción representa un ahorro objetivo del trabajo necesario. Se convence a los consumidores que completen el proceso añadiendo su propio trabajo, no sólo por el que no reciben nada, sino por el que pagan.

Los ejemplos podrían multiplicarse. En definitiva, la propuesta de Fine y Leopold es que los procesos de consumo no tienen lugar de forma separada sino que forman parte integral de las relaciones de dominación existentes.

Analicemos a continuación el consumo desde la perspectiva de la unidad doméstica. En su interior también existen relaciones de dominación que podemos analizar a través de los procesos de consumo.
Susana Narotzky (1997) señala que la unidad doméstica presenta relaciones de dominación determinadas por el lugar ocupado en las relaciones de consumo. El trabajo necesario para consumir los alimentos, por ejemplo, el cuidado de los niños y de las personas mayores, la limpieza y el aprovisionamiento y administración (no el control), son actividades categorizadas de “no productivas”. Así, ocupar un rol vinculado con el consumo y la reproducción implica una situarse en una situación de dominación, marcada por una falta de control de los recursos (herencia, ingresos, gestión). Este trabajo, a diferencia del trabajo “productivo”, no se acumula sino que efectivamente se destruye en el proceso de consumo.

Pahl (1984), a través de su estudio de la isla de Sheppey ha mostrado cómo las diferentes unidades domésticas reorganizaban su actividades para compensar la pérdida de ingresos provenientes de empleos en el mercado.
Esta reorganización permite aumentar las actividades de autoproducción de servicios, diversificar las fuentes de obtención de ingresos, formales e informales y mantener en definitiva su nivel de vida. Paradójicamente, las familias con mayores ingresos realizan mayores actividades de autoproducción y disponían de un bienestar mayor. Aunque Pahl reconoce no haber estudiado las unidades domésticas monoparentales con la misma profundidad, lo cierto es que las unidades domésticas cumplían funciones de reproducción y consumo de forma ventajosa, a costa, por supuesto, de la explotación de la mujer.

A lo largo de este libro he asumido implícitamente que las familias son las mejores “unidades para salir adelante” Pero hay críticas legítimas que afirman que estas unidades logran su efectividad particular como unidades sólo en el supuesto de la subordinación continuada de las mujeres, las cuales tienen, invariablemente, la responsabilidad final de las formas básicas de reproducción, es decir, de la mayor parte del trabajo. A qué intereses sirven las familias es una cuestión muy pertinente parecen servir a os intereses de los hombres y del capital satisfactoriamente. Sin embargo, este supuesto tan superficial debe ser examinado (pág. 405).

A través de las relaciones de consumo se manifiestan las relaciones de dominación existentes en la sociedad. Naturalmente, el consumo y el disfrute individuales están presentes, pero en el marco de un sistema de relaciones sociales.

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