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jueves, 10 de diciembre de 2009

ANTROPOLOGIA ECONOMICA: LA EXPLOTACIÓN CAMPESINA


LA EXPLOTACIÓN CAMPESINA

La explotación campesina presenta una serie de características que deben ser tenidas en cuenta antes de atribuir a constructos ideológicos su comportamiento.

La primera de ellas es la producción para el consumo. En el capítulo anterior analizamos las características del modo de producción doméstico y la influencia de Chayanov. En su clásico trabajo (1925) presenta los campesinos rusos como independientes de la sociedad mayor. El esfuerzo productivo de las unidades campesinas estaba en función de sus necesidades de consumo y no de las rentas que pudiesen obtenerse en el mercado. Es por ello, que la disponibilidad de una mayor fuerza productiva en la forma de hijos e hijas no implicaba un mayor esfuerzo productivo o una mayor producción de la explotación campesina. Es decir, que la familia campesina constituía una unidad de producción no conectada con la economía de mercado.

Así, la intensidad del trabajo estaba relacionado con el ciclo de reproducción de la unidad doméstica, de forma que el aumento de los productores no implicaba un aumento de la producción (tabla tomada de Cancian, 1989):












M= Marido ; E= Esposa; H= hijo/a

La segunda característica de esta unidad campesina es la minimización del riesgo. En esto, los campesinos no se diferencian de cualquier empresario capitalista. Ortiz (1967, 1973), en respuesta a la teoría del bien limitado o a la cultura de la pobreza, sostiene que los campesinos actúan racionalmente en función de sus circunstancias y de sus niveles de información. En el caso de los indios de habla Páez, en Colombia, su economía está claramente dividida en dos esferas, la del café (intercambio, dinero efectivo, relación con los blancos) y la de la subsistencia (en la que opera la reciprocidad, las fiestas y obligaciones sociales). El comportamiento es perfectamente racional, pero en cada una de las esferas. Con respecto a su racionalidad homologable, Ortiz escribe lo siguiente:

The peasant's goals and aspirations are not altogether different from our own; his behaviour can be explained without having to resort to a different logical framework; his uncertainties are phrased differently, perhaps, but his response to them is similar to ours. Peasants are not endowed with a different soul or a different perception of the world from ours. If they behave differently, if they shy away from recommended policies it is because they are either less informed about certain events, or perhaps better informed about the realities of their physical, social and economic world than we are (1973:15).

La esfera de la subsistencia está compuesta por alimentos, que no se venden en el mercado o sólo de forma marginal, por el sistema de cargos ceremoniales y obligaciones rituales y por los intercambios de trabajo recíproco.

Una familia de dos adultos y tres o cuatro hijos tenía que gastar en 1961 un mínimo de 353 dólares en comida, pequeños gastos domésticos, ropa y herramientas. La carne, otros lujos y bebidas no están incluidos aquí y representan otros 100 dólares. Ostentar un cargo ceremonial puede ascender a 435 dólares (el equivalente de todo la economía de subsistencia de una familia completa durante un año) ), a 162 si se trata de ser ayudante principal o a 32 si se trata de un cargo secundario. Para afrontar estos gastos, los Páez ahorran e invierten en ganado.

Esta idea básica que la explotación campesina está orientada a minimizar el riesgo más que a maximizar la renta tiene profundas implicaciones (Cf. Scott, 1976). La pregunta básica no es ¿cuánto nos quitan de la cosecha? Sino ¿cuánto nos queda? Visto en perspectiva, este principio nos ayuda a entender tanto las decisiones tomadas como el sistema de valores existente.
Por ejemplo, la resistencia a la innovación comentada en el apartado anterior puede interpretarse desde esta perspectiva como una conducta orientada a minimizar el riesgo.


En un estudio pueden observarse los rendimientos de dos especies de grano, una tradicional y una importada. Si hiciéramos una gráfica, en la línea horizontal indicaríamos el mínimo de subsistencia de la explotación campesina. Ahi observaríamos que la especie tradicional (y las técnicas asociadas) tiene menos rendimiento que la especie importada pero es más segura a la hora de no rebasar la línea de subsistencia (una sola vez en 22 temporadas). La especie importada tiene rendimientos mucho mayores pero también más irregulares. Por lo tanto, no es de extrañar la reticencia a introducir innovaciones. Una vez asegurada la subsistencia de la unidad doméstica, no hay problemas para introducir otras especies y hacer pruebas, como en el caso de los Páez.

Pero no solamente la conducta en relación a la introducción de innovaciones puede explicarse desde este punto de vista. Las instituciones que se presentan en comunidades campesinas también pueden ser mejor entendidas si se atiende a este principio básico. Las relaciones de reciprocidad, las instituciones de trabajo cooperativo y las relaciones de patronazgo o clientelares son, en este orden, sistemas de aseguramiento de la renta mínima de subsistencia. Los recursos movilizados son mayores a medida que nos alejamos de la unidad doméstica y de los lazos de parentesco pero también son menos controlables.

Las rebeliones campesinas no se producen cuando aumentan los impuestos o los sistemas de explotación sino cuando estos sistemas no se adaptan a las variaciones del rendimiento de la tierra y hacen descender por debajo de la línea de subsistencia a la unidad doméstica campesina. Esto exige o la venta de tierras, o endeudamiento o trabajo asalariado. En este contexto de agricultura de subsistencia la clave es quién estabiliza su ingreso a costa de quién. Estabilizar el ingreso por parte de los explotadores exigiendo una cantidad fija en lugar de un porcentaje de la cosecha implica hacer caer por debajo de la línea de subsistencia a la población campesina en reiteradas ocasiones.

Por último, las actividades complementarias como el pequeño comercio, el trabajo asalariado ocasional, las artesanías o la cría de ganado orientada al mercado, son otros medios de asegurar la subsistencia.
Barth (1967) y Wilk (1997) han mostrado como el ganado representa una fuente segura de ahorro e inversión, tanto por su convertibilidad en momentos de necesidad en carne o dinero, como por el incremento de su valor con el tiempo. Este valor no se basa solamente en el trabajo sino que los animales aprovechan recursos no accesibles a los humanos y contribuyen con su estiércol a aumentar la fertilidad de los campos. Con todo, su papel es siempre complementario.

En el caso de los kekchi de Belice, los cerdos ocupan una posición intermedia entre la esfera de subsistencia y la esfera comercial, de forma que son posibles conversiones en una u otra dirección graficamente:



Taxonomías de la producción kekchi (adaptado de Wilk, 1997:139)

La esfera de subsistencia se completa con el trabajo cooperativo entre las difeentes unidades productivas. Siguiendo con el ejemplo de los páez, la minga es la fiesta de trabajo cooperativo por excelencia. Se espera a que lleguen todos los invitados temprano, se sirve un desyuno abundante, junto con coca y bebida y se realizan los trabajos agrícolas con pequeños descansos hasta el atardecer, en el que se vuelven a reunir para cenar. Normalmente un pequeño animal es sacrificado y se obsequia a los participantes con un paquete de comida para que lleven a casa. No hay problema en participar en muchas mingas puesto que es una manera de atender a las obligaciones sociales. En ellas pueden participar el marido, la esposa o ambos.

Fuera de la esfera de subsistencia, los páez trabajan como jornaleros en los campos de café de los blancos de una manera muy flexible: un día para un propietario y un día para otro.

Así, la esfera de subsistencia se asegura de diferentes maneras (mediante las obligaciones recíprocas, el control de la tierra, la limitación a la circulación de los bienes comunales) y se realizan cultivos comerciales en función de la experiencia pasada y de las expectativas futuras. Se discute ampliamente sobre la conveniencia de reintroducir el cultivo del trigo, por ejemplo, en las zonas altas, para complementar un mercado inseguro del café.

Fuera de este modo de vida, existen los indios más interesados en alinearse con el estándar de vida de los blancos. Ambos tipos, “progresivos” y "tradicionales" están interesados en maximizar sus esfuerzos pero con diferentes objetivos: estándar de vida o prestigio comunal.

La tercera característica de la explotación campesina es su reproducción en base a reglas de herencia y parentesco. Contreras (1991) ha mostrado para la Península Ibérica cómo las diferentes estrategias matrimoniales (dote y celibato incluidos) y de herencia (indivisa o a partes iguales) se combinan para asegurar la reproducción de la unidad productiva. Las normas y los ideales de trasmisión patrimonial no se cumplen perfectamente en la práctica sino que producen variaciones y adaptaciones que aseguran esta condición.

En las zonas con la ideología de la herencia divisible, la división de la propiedad no se hace con la frecuencia y la intensidad con que dicha ideología o modelo permitirían esperar. De manera que el resultado en la distribución de la propiedad puede presentar diferencias más o menos importantes en relación al que cabría considerar de darse una mera aplicación de la horma.
Así, en una zona de herencia divisible, para poder permitir la viabilidad de una explotación familiar, se impide, de alguna manera, el continuo proceso de fragmentación de la tierra mediante, por ejemplo, una transmisión preferencial hacia uno de los hijos, que o bien tendrá una mayor parte de la herencia o bien, después de efectuadas las divisiones, uno de los hijos compra o arrienda a bajo precio las partes que han correspondido a sus hermanos, siempre y cuando, claro está, éstos tengan otras opciones diferentes a la del trabajo de la tierra. Puede darse el caso también de que no todos los hijos tengan de sus padres las mismas facilidades para casarse y, mediante la permanencia en el celibato de alguno de ellos, se disminuye el grado de fragmentación del patrimonio que tendría lugar si todos los hijos se casaran.
Así, por ejemplo, el fraccionamiento de la tierra o de la propiedad, en Castilla o Andalucía, no es tan pronunciado como lo haría suponer su sistema de herencia divisa e igualitaria, pues, como decimos, el celibato, el matrimonio tardío y los matrimonios calculados palian sus efectos (pág. 368).
La resolución de estas tensiones es parte fundamental de la vida de la explotación campesina. Así, el permanecer como soltero o solterona en una unidad doméstica, el trabajo asalariado, la emigración y la realización de otras ocupaciones productivas o no, como las religiosas, son algunos de los recursos de los que disponen estas explotaciones para asegurar su reproducción.

Por último, la explotación campesina dispone en los mercados campesinos de un complemento natural de su producción. De él obtiene los útiles y productos que necesita y no produce. A él lleva pequeñas cantidades de alimentos o artesanías que convierte en dinero o troca por otros productos.
Estos mercados campesinos no influyen en la producción sino que permiten complementar la economía doméstica. No es que en ellos no se busque obtener el mejor cambio sino que su función no es central. Ni los vendedores lo son a tiempo completo ni los compradores necesitan del mercado para subvenir a sus necesidades.

Estos mercados campesinos coexisten con mercados locales que se ocupan de la comercialización de los cultivos destinados a la exportación y, en el caso de Mesoamérica, con complejos sistemas regionales de mercados (Nash, 1967). En el siguiente capítulo nos ocupamos de esta cuestión.
 



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