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domingo, 13 de diciembre de 2009

ANTROPOLOGIA ECONOMICA: LA MONEDA PRIMITIVA Y LA ECONOMÍA DE PRESTIGIO


LA MONEDA PRIMITIVA Y LA ECONOMÍA DE PRESTIGIO

Parece claro que la moneda primitiva suele tener simultáneamente menos funciones por una parte que la moneda acuñada de uso corriente en la sociedad de mercado y más dimensiones institucionales por otra. En el caso de la moneda de la Isla Rossel, una moneda de uso especial a pesar de su barroca complejidad, hemos visto como las monedas fueron donadas originalmente por un ser sobrenatural, y cómo algunos ejemplares pertenecen más a la esfera de lo sagrado y lo político que de lo económico.

Este continuum es explicado por Godelier (1988:149) en los siguientes términos: existen tres clases de objetos, los sagrados, los preciosos y los comunes. Las tres clases forman parte del mismo complejo cultural y se necesitan mutuamente. Los objetos sagrados son inalienables, no circulan y son precisos como punto de anclaje simbólico e institucional.

La segunda clase de objetos, los objetos preciosos, son los que circulan y por cuya posesión se desata la lucha en el seno de la sociedad. A estos objetos se accede mediante el don entre personas, así como los primeros fueron donados originalmente por los dioses. El don teje una red de relaciones y obligaciones mutuas que mantienen vivo el entramado institucional. Esta segunda clase se dona al tiempo que se conserva (Weiner, 1992), pues son de hecho inalienables, es decir, circulan los objetos pero siguen conectados a sus poseedores originales. Este carácter ceremonial les permite ser equivalentes de personas, matrimonios o cargos, así como de
compensaciones por deudas de sangre.

La tercera clase, los objetos comunes, son los que se intercambian o enajenan, los que entran en el comercio.

Desde esta perspectiva, las monedas primitivas recogen todo ese complejo cultural e institucional. Godelier (1998:236) ilustra esta cuestión con la moneda de concha de Nueva Caledonia.

(Esas conchas) son sustitutos de las personas, entran en las dotes y sirven para compensar el fallecimiento de los guerreros muertos en combate y para sellar acuerdos de paz. Se emplean igualmente como moneda con ocasión de otros intercambios de carácter más profano. Y, siendo divisibles, extraen sin embargo su fuerza de un objeto sagrado indivisible, una especie de cesto al que las enganchan.

Las monedas se conservan en un cesto sagrado, en una obra de cestería en la cual se depositan tras haberlas engarzado a un gancho que se denomina «cabeza del antepasado». Divisibles y alienables, se supone que reciben de esa cabeza de antepasado un poder de vida, una fuerza que se desliza en ellas por el lazo que las une al gancho. El conjunto cesto-gancho-monedas de concha se presenta en cierto modo como una síntesis material de todos nuestros análisis. Los jefes de los clanes conservan los cestos y los ganchos como tesoros que se consideran sagrados e inalienables. Por su parte, las monedas circulan en los intercambios de dones o en los intercambios mercantiles; son alienables y de hecho se alienan. Sin embargo, el cesto y su gancho no circulan jamás y constituyen la fuente permanente de la presencia vital de los antepasados, el punto fijo que permite que todo el resto circule.

El cesto y el gancho asumen pues la función de objeto sagrado, de fuente de los intercambios, sustraída por su parte al intercambio. El intercambio puede ser intercambio de dones o intercambio mercantil: las mismas brazas de conchas funcionan en el primer caso como riquezas que se donan y, en el segundo, como moneda, como medio de pago de servicios o mercancías. Por lo tanto, el mismo tipo de objeto asume dos funciones distintas, puesto que entra en dos campos distintos de relaciones sociales. En todas esas sociedades, y éste es un aspecto importante, los intercambios mercantiles y los intercambios de dones existen y coexisten como dos modos de intercambio y dos dominios de la práctica social que se mantienen, consciente y voluntariamente, diferenciados y separados, aun cuando el mismo tipo de objeto circule en uno y en otro dominio y de un dominio a otro.
La propuesta de Godelier es interesante porque, efectivamente, permite explicar el continuum religioso, político y económico que observamos en algunas monedas primitivas, especialmente en la Melanesia.
Sahlins (Sahlins, 1977:148), el segundo autor que analizaremos, es rotundo en su asociación de moneda primitiva y sociedad tribal:

Por comparación con las bandas, las tribus segmentarias manifiestan un aumento, mayor o menor, según las circunstancias, en la proporción entre el intercambio equilibrado y el generalizado. En la trayectoria de esta evolución, tal vez su expresión más completa sea la parición del "dinero primitivo" en determinadas regiones tribales, como las conchas-moneda de Melanesia y la California aborigen. Funcionando como patrones consuetudinarios de equivalencia y medios de cambio, estas "monedas" reflejan, a la par que facilitan, un sólido tráfico equilibrado. No todas la tribus segmentarias tienen dinero, pero las que lo poseen son tribus típicamente segmentarias. El dinero primitivo es raro o inexistente en las economías de enlace menos desarrollado. Y también en los cacicatos más evolucionados, por mucho que esto vaya en contra de nuestras ideas sobre progreso económico.

Para Sahlins, esta moneda facilita y expresa un tráfico institucionalizado con otras tribus, acompañando matrimonios, deudas de sangre o mercancías. Permite e incentiva, además, la lucha por el prestigio en el interior de la sociedad, lo cual redunda de una redistribución de la riqueza y un acicate para la producción.

La propuesta de Sahlins es interesante porque asocia la moneda primitiva con sociedades tribales, agricultores primitivos básicamente, y con otras instituciones como son los grandes hombres o las ceremonias competitivas de repartición de bienes que hemos llamado “economía de prestigio”.

La tercera propuesta teórica que analizaremos aquí es la de Mary Douglas (1967) sobre la moneda primitiva como un caso de cupones primitivos. La idea es poderosa: la moneda primitiva, especialmente en sus casos de circulación especial en la esfera de prestigio, más que para circular sirve para controlar. Dado que los ejemplares se correlacionan con posiciones sociales o cargos religiosos, la competencia desatada por estos objetos constituye de hecho una regulación del acceso a un número predeterminado de posiciones sociales de prestigio. En este sentido, estos ejemplares no sirven para “comprar”, sino para “disponer” de las posiciones asociadas, al estilo de los cupones o títulos que han acceso a una porción regulada de bienes. De nuevo, pensando en casos etnográficos podemos ver como las varillas de latón de los tiv, o los ejemplares más valiosos de las Islas Palau, Yap o Rossel se ajustan a esta perspectiva.

La propuesta de Mary Douglas es coherente, además, con el carácter inalterable de las series de monedas. Recordemos que estas monedas no se pueden fabricar, o bien proceden de sitios lejanos a través de viajes azarosos, como el caso de los rai de las islas Yap. Incluso si algunos ejemplares se pierden o rompen, no se pueden reemplazar. En el caso de las conchas cauris, una moneda de uso general, esta función ceremonial y de cupón no estaba presente. La producción, aunque controlada durante muchos siglos, era continua, hasta la introducción de su competidora de Zanzíbar. En definitiva, este control del inventario de monedas actúa como el equivalente de los escaños de un hemiciclo, regulando el acceso a las posiciones sociales disponibles.

Las tres contribuciones son de hecho compatibles y nos ayudan a entender mejor el papel de la moneda primitiva en las sociedades tribales.

UNA CLASIFICACIÓN DE LA MONEDA PRIMITIVA

Podemos resumir lo dicho hasta aquí sobre la moneda primitiva en los siguientes términos:

1. La variedad de objetos monetarios utilizada por la especie humana es extraordinaria. Estos objetos pueden dividirse a grandes rasgos entre objetos monetarios que conservan su valor de uso y objetos monetarios con valor simbólico o convencional.

2. En cada clase de objetos es posible distinguir usos generales o especiales, dependiendo de cada caso. Así, podemos encontrarnos con objetos monetarios que conservan su valor de uso como sal, mantas, té o cigarrillos y ser utilizados como moneda de uso general y viceversa, podemos encontrar objetos monetarios de valor convencional de uso restringido o especial, como las varillas de latón tiv o las clases de conchas que acompañan los matrimonios.

3. Los objetos monetarios sirven para una variedad de propósitos o funciones, incluida la moneda acuñada o los billetes de curso legal y sus sustitutos electrónicos: medio de cambio, patrón de valor, medio de atesoramiento. Estos objetos pueden combinarse entre sí, de forma que el cómputo se realice en bueyes y el pago en metales, dependiendo igualmente de cada caso.

4. Llamamos monedas primitivas a objetos monetarios de valor convencional dispuestos en algún sistema de equivalencias. Estas monedas están asociadas en muchos casos a sociedades tribales y comparten las siguientes características:
• Se trata de un sistema de lotes de objetos fijos, más o menos inalterables, de origen sagrado.
• El sistema suele disponer de tres clases de objetos: los objetos sagrados, que no circulan y constituyen la fundación de la misma sociedad; los objetos preciosos que acompañan la renovación del edificio social (matrimonios, cargos, pagos ceremoniales, funerales) y a los que se puede acceder bien mediante el don, bien mediante el concurso de especialistas y los objetos comunes, que ayudan al intercambio de los bienes de subsistencia.
• Regulan el acceso a los cargos disponibles o a los bienes. Así, la circulación de las piezas equivale en general a la circulación o de los bienes (un cocotero o una canoa, para los cuales es necesario disponer de una pieza de un determinado valor).
No todos los objetos preciosos son objetos monetarios, aunque éstos últimos puedan serlo en ocasiones. Hemos reservado el uso del término objeto monetario a aquellos objetos que son utilizados como medio de cambio o forman parte de un sistema de equivalencias. Así, los objetos preciosos que circulan en el kula, o las faldas ceremoniales que se reparten en los sagalis de las Tobriand son objetos de prestigio pero no objetos monetarios.

Por último, recogeremos al original aportación de Codere (1968) para una clasificación general de los objetos monetarios.

Codere retoma la propuesta de Polanyi (1966:1974) de considerar la moneda como un sistema simbólico, como un lenguaje que facilita la interacción social. Para ello propone construir una tipología general de la moneda que va desde un nivel de abstracción más bajo hasta al nivel de abstracción superior. Así tendríamos un primer sistema en el que un bien sólo puede ser obtenido con un objeto monetario determinado. Un segundo sistema en el que cantidades determinadas de objetos monetarios permiten obtener cantidades equivalentes de bienes. Un tercer sistema, en el que es posible introducir fracciones y un cuarto en el que se introduce la escritura y, por tanto, se realiza plenamente la potencialidad del sistema: registros, cómputos, créditos, etc. Veamos cada uno de ellos.

1. Sistema M. Este sistema exige que un bien sólo puede ser obtenido por un objeto determinado, singular y sin equivalentes. Codere pone el ejemplo de los ejemplares superiores ndap de la isla Rossel, de forma que una esposa o un cocotero exigen de piezas determinadas.
También pone el ejemplo de las conchas que circulan en el kula. Es posible, en algunos casos, ampliar brevemente la lista de bienes, de forma que un objeto singular permita obtener o acceder a un inventario limitado de bienes equivalentes.

2. Sistema MN. Este sistema ya incluye las clases de objetos monetarios equivalentes, de forma que dos unidades de un objeto corresponden a dos unidades de un bien. Este sistema representa un nivel de abstracción superior al anterior. Pone como ejemplo las varillas tiv o las conchas de dentalio yurok.

3. Sistema MNA. Este sistema incluye fracciones, de manera que no sólo es posible intercambiar cantidades equivalentes de objetos y bienes, sino que los mismo objetos se pueden fraccionar para adaptarse a las fracciones de los bienes. Los ejemplos que pone son las mantas de los kwakiutl en el período posterior a 1840 y las conchas cauris.

4. Sistema MNAW. Este sistema es el que incluye la escritura y, permite por tanto, el desarrollo de las finanzas y el sistema bancario, ya sea en sociedades capitalistas o precapitalistas.
La propuesta de Codere es muy sugestiva, sobre todo porque incluye desde el kula hasta el dólar. Sin embargo, pensamos que no ayuda a entender la naturaleza de los objetos monetarios tal como los hemos descrito aquí.

En primer lugar, como ya hemos dicho, incluir todo lo que circula como un objeto monetario nos parece ampliar demasiado el campo de estudio. Al menos es necesario conservar el criterio de que los objetos monetarios tienen que servir para facilitar los intercambios o tienen que formar parte de sistemas de equivalencias. Algunos ejemplares de algunos sistemas no circulan, pero forman parte del sistema de cómputo o patrón de valor.

En segundo lugar, el sistema de clasificación propuesto por Codere permite colocar objetos monetarios simultáneamente en diferentes categorías, por lo que no alcanza su propósito. Las barras de sal baruya pueden clasificarse sin problemas como MN y MNA, o la moneda de la Isla Rossel puede recorrer todo el espectro, excepto el de la escritura. ¿Qué sentido tiene clasificar en apartados separados objetos que pertenecen a un mismo sistema monetario, cultural y gráficamente localizado? Es precisamente ese fenómeno el que queremos explicar.

No obstante estas objeciones, el intento de Codere nos ayuda a entender que los objetos monetarios no siguen un patrón evolutivo de menor a mayor complejidad y que estos objetos son expresión de los sistemas socioculturales de los que forman parte.

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