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jueves, 10 de diciembre de 2009

ANTROPOLOGIA ECONOMICA: LA TEORÍA DE LA DEPENDENCIA



LA TEORÍA DE LA DEPENDENCIA

La teoría de la dependencia está asociada a Raúl Prebish y otros economistas de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL).
Estoa autores defendieron la existencia de una situación de intercambio desigual entre el centro industrializado (Europa y Estados Unidos) y América Latina (situación generalizable a los países “subdesarrollados”). La especialización inducida de los países latinoamericanos en materias primas y productos agrícolas les sitúa en situación de dependencia. Los países del centro, a medida que se enriquecen, cada vez consumen menos proporción de productos agrícolas. Al mismo tiempo, la presión sindical hace aumentar el precio de los productos manufacturados, con lo cual los términos del intercambio se agravan con el tiempo: a la menor demanda de productos primarios y se suma un encarecimiento de los productos manufacturados.
En cambio, los aumentos de productividad son aprovechados en el centro con mayores niveles de riqueza. En estas condiciones, los economistas de la CEPAL propugnaron un proteccionismo de los países de la periferia que favoreciese el desarrollo de industrias que sustituyesen a las importaciones.

La teoría de la dependencia se benefició del trabajo de pensadores marxistas que como Paul Baran (1957) y las elaboraciones posteriores de Frank, T. Dos Santos y Fernando Enrique Cardoso, entre otros, contribuyeron a consolidar esta perspectiva.

La propuesta de Paul Baran abunda en la idea que el desarrollo capitalista engendra subdesarrollo, estructurando unas relaciones entre países que facilitan el traslado de valor hacia la metrópoli. Se crea, así, una dependencia de los países “subdesarrollados” de los intereses y prioridades de los desarrollados, de forma que sus economías se orientan frecuentemente al monocultivo y la producción de materias primas demandadas por el centro. Existe una alianza de facto entre el capital extranjero y las clases mercantiles y terratenientes de estos países, que aumentan su riqueza en un contexto de creciente desigualdad.

André Gunder Frank, en una serie de trabajos (1966, 1971, 1979) añade a la hipótesis principal del desarrollo del subdesarrollo una segunda hipótesis, según la cual, "los satélites sufren su mayor desarrollo industrial capitalista clásico cuándo y allí dónde sus lazos con la metrópolis son débiles". Esto es perceptible en el desarrollo existente en América Latina en los períodos de relativo aislamiento como consecuencia de crisis o guerras en las metrópolis.
El aislamiento de las metrópolis pudo llevar a un desarrollo capitalista e industrial autónomo de estas relaciones de centro y periferia: Japón es el caso paradigmático.

Un tercera hipótesis, derivada de la anterior, es que las regiones más subdesarrolladas son aquéllas que tuvieron en el pasado lazos más estrechos con la metrópoli. Estas regiones se convirtieron en exportadores de materias primas y capital y fueron abandonadas cuando las circunstancias cambiaron. Por tanto, la aparición del latifundio en América Latina puede ser interpretado como una empresa comercial en origen destinada a proveer de materias primas (ya en la agricultura ya en la minería) a la metrópoli.

Cardoso y Faletto (1971) aplican esta perspectiva a la situación de Chile y concluyen que la vinculación con la metrópolis también puede llevar al desarrollo de relaciones que permitan desarrollos internos y a la aparición de grupos sociales que presionen para la puesta en marcha de procesos de democratización.

Una tercera aportación a la Teoría de la Dependencia la encontramos en la obra de Immanuel Wallerstein (1974) y su concepto de economías mundo. La propuesta de Wallerstein es que, efectivamente, el capitalismo se desarrolló en el siglo XVI en el marco de un sistema económico mundial que atribuía posiciones a los diferentes estados emergentes en una estructura de intercambio desigual, con estados fuertes en el centro y débiles en la periferia. Otra de las características resaltadas por Wallerstein es que se trata de una economía-mundo, no de un imperio-mundo, pues no existe unidad política centralizada.

A finales del siglo XV y principios del XVI, nació lo que podríamos llamar una economía-mundo europea. No era un imperio, pero no obstante era espaciosa como un gran imperio y compartía con él algunas características. Pero era algo diferente y nuevo. Era un tipo de sistema social que el mundo en realidad no había conocido anteriormente, y que constituye el carácter distintivo del moderno sistema mundial. Es una entidad económica pero no política, al contrario que los imperios, las ciudades-Estado y las naciones-Estado. De hecho, precisamente comprende dentro de sus límites (es difícil hablar de fronteras) imperios, ciudades-Estado, y las emergentes "naciones-Estado". Es un sistema "mundial", no porque incluya la totalidad del mundo, sino porque es mayor que cualquier unidad política jurídicamente definida. Y es una "economía-mundo" debido a que el vínculo básico entre las partes del sistema es económico, aunque esté reforzado en cierta medida por vínculos culturales y eventualmente, como veremos, por arreglos políticos e incluso estructuras confederales. (pág. 21)

El capitalismo, continúa Wallerstein, no puede surgir ni sobrevivir en el marco de un imperio-mundo. El secreto del capitalismo estuvo en el establecimiento de la división del trabajo en el marco de una economía-mundo que no era un imperio, en lugar de hacerlo en el marco de un único Estado nacional (pág. 180).

En la actualidad, el concepto de desarrollo está en plena crisis (Bretón et. al, 1999): la pobreza no ha decrecido sino que ha aumentado, la distancia entre los países más ricos y los más pobres no ha hecho sino aumentar y, lo más importante, amplias zonas del planeta han pasado de ser sujetos de explotación a ser económicamente irrelevantes. Analicemos esta idea a continuación.

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