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martes, 8 de diciembre de 2009

ANTROPOLOGÍA ECONÓMICA: PRIMERA PARTE: BALANCE DE LA ANTROPOLOGÍA ECONÓMICA


CAPÍTULO I . LA ANTROPOLOGÍA ECONÓMICA EN PERSPECTIVA

En este primer capítulo se presenta una visión de conjunto de las diferentes contribuciones de la antropología económica. En general, se defiende la idea que estas contribuciones pueden ordenarse en torno a dos grandes ejes: la confrontación con la teoría económica neoclásica y la preocupación por estudiar la relación entre sociedad, cultura y medio ambiente. En mucha menor medida, el paradigma geográfico también ha producido un conjunto reseñable de contribuciones. En los siguientes capítulos se desarrollarán las diferentes propuestas reseñadas.

LA SOMBRA DE LA ECONOMÍA NEOCLÁSICA

La historia de la antropología económica puede explicarse en gran parte como un debate contra los preceptos de la economía neoclásica tal como fueron formulados por los marginalistas y expuestos por Lionel Robbins (1932). En suma, estos preceptos pueden definirse como sigue: la economía es la ciencia de la escasez; la unidad de análisis es el individuo actuando racionalmente para satisfacer sus necesidades y maximizar sus medios escasos; mediante la deducción es posible establecer modelos predictivos de ese comportamiento que después se pueden poner a prueba; la “naturaleza humana” (esto es, la decisión racional maximizadora) es la misma en todas partes. Muchos de estos preceptos fueron adoptados, con matizaciones, por los llamados “formalistas” de los 60 y sus continuadores, entre los que incluimos a Plattner (1985, 1989), ya en los años 80. Los casos de Herskovits (1952), Firth (1936, 1939, 1951, 1964), Barth (1967) u Ortiz (1967, 1973), con puntos de acuerdo con el formalismo, son sin embargo especiales, como tendremos ocasión de ver más adelante. En contra de la economía neoclásica, o de sus defensores, podemos contar las aportaciones de los “sustantivistas”, entre los que podemos contar a Sahlins (1972) en su primera etapa y que se extienden con Halperin hasta finales de los 80, y de los marxistas franceses de los 60 y los 70, también con entusiastas continuaciones en los 80 (Clammer, 1978, 1985, 1987). Estas contribuciones tienen en común la insistencia en negar la separación de la acción económica de sus marcos históricos, culturales e institucionales, algo que parece obvio pero que precisamente sirve de base a las elegantes formulaciones de la microeconomía. En este mismo eje podemos incluir los estudios más recientes de economía informal, economías étnicas e, incluso, los llamados de capital social, pues reclaman en definitiva que los orígenes étnicos, las estructuras de parentesco, los valores culturales, las relaciones sociales, son importantes para explicar los fenómenos económicos. Es sintomático que uno de los sociólogos más influyentes en la actualidad, Granovetter (1985), retomara el debate entre sustativistas y formalistas para explicar el concepto de embeddnedess con el objetivo de incluirlo en su teoría de los lazos débiles, uno de los orígenes del concepto de capital social.
También tendremos oportunidad de desarrollar este punto más adelante.

Una buena parte de las publicaciones que podemos incluir en el campo de la antropología económica aparecen, pues, en este eje de confrontación con la teoría neoclásica. Ahora bien, no nos engañemos: con algunas excepciones (los economistas invitados a participar en los Readings de Antropología económica), las contribuciones de la antropología económica han pasado desapercibidas para la economía en tanto que disciplina. Así pues, las discusiones no han trascendido el campo de la propia antropología. Una excepción notable la tenemos en Frank H. Knight (1941), fundador de la escuela de Chicago y maestro de Lionel Robbins, el cual, en su polémica con Herskovits, el creador del título Antropología económica (1952), escribe lo siguiente:

Esto lleva consigo el problema de las relaciones entre la teoría económica y otras ciencias sociales. Porque la economía es la única ciencia social que emplea de un modo efectivo el método de la deducción, partiendo de principios abstractos claros y estables, y el método del conocimiento especialmente intuitivo. En contraste con todas las demás ciencias sociales, incluyendo las que en su denominación emplean la palabra «economía» o «económico», que son todas ciencias empíricas, aunque huelga decir que ninguna ciencia puede ser, a la vez, social en el verdadero sentido de la palabra y empírica en el sentido pleno en que lo son las ciencias físicas.

Knight continúa hablando de la colaboración entre la teoría económica y las ciencias «cuasi empíricas» de la historia, la sociología y la antropología, incluyendo entre ellas la economía institucionalista1.

Y es que este debate entre formalistas y sustantivistas, aunque doméstico, sobrepasa los límites de la Antropología económica. Estamos hablando de un debate que nace cuando menos con la Methodenstreit, la disputa del método, y que continúa hoy día: el debate en torno al estatuto epistemológico de las Humanidades y las Ciencias Sociales. En 1883 Carl Menger publica un libro sobre metodología de las ciencias sociales (Schumpeter, 1954:892) dirigido a “poner en su lugar” a la escuela histórica alemana, escuela económica que ponía en duda los preceptos del marginalismo (deducción, leyes, e individuos maximizadores) y que insistía en la necesidad de proceder mediante inducción de series de datos para el establecimiento de leyes históricas, temporales y dependientes de sus marcos institucionales. La agria polémica que siguió a la respuesta de Schmoller duró décadas pero coincidió con el declive de la escuela histórica y el ascenso imparable del marginalismo.

Todavía en el campo de la economía, el caso de Thorstein Veblen es singular, tanto por su amplio uso de Marx, Morgan y la etnología, como por ser el origen de la llamada escuela institucionalista. Veblen ha sido un autor influyente en antropología, pero los variados economistas que se han llamado a sí mismos “institucionalistas” a lo largo del siglo XX han ignorado completamente las contribuciones de la antropología económica. Cabe decir en su descargo que esta ignorancia ha sido mutua. La pregunta es por qué.
Commons (1934), Ayres (1944), Galbraith (1958, 1967, 1992), Williamson (1985) son sólo algunos de los autores que cabe enmarcar en esta tradición, la cual comparte, entre otros, los siguientes principios (Klein, 1994:36-40, cursiva añadida):
First, institutionalism distinguishes sharply between the universal determinants of what is economically possible and the culturally limited determinants of what in fact we choose actually to do.

Therefore, the second principle that institutionalists agree on is that the emphasis in economics should be on the economy itself, as a sociopolitical, culturally conditioned entity from which society's economic choices emerge.

Institutionalists give a very different meaning to the word value that do standard economists, who more often than not simply equate value with price.

Fourth, to focus on the economy rather than the market is to give a radically different meaning also to both the concept of "productivity" and the related concept of "efficiency". (…)

Estos principios son compartidos por todos los antropólogos económicos, con excepción hecha de los formalistas más extremos (Burling, 1976; Leclair, 1976). Los paralelismos de la antropología económica con la economía institucionalista, interesada en la acción colectiva, el papel de la tecnología y el cambio social merecen un trabajo específico (Cf. Acheson, 1994).

Recientemente, el premio Nobel de economía Douglas C. North (1994:14) ha intentado una síntesis entre los preceptos de la economía neoclásica y los de la institucionalista:

Definir las instituciones como las limitaciones que los humanos se imponen a sí mismos convierte esta definición en complementaria a la elección del enfoque teórico de la teoría económica neoclásica. Edificar una teoría de las instituciones sobre el fundamento de elecciones individuales es un paso hacia la reconciliación de diferencias entre las ciencias económicas y las otras ciencias sociales. La elección del enfoque teórico es esencial debido a que es preciso construir un conjunto de hipótesis consistente lógicamente, y potencialmente comprobable sobre una teoría de la conducta humana. (…)
Integrar elecciones individuales con las limitaciones que las instituciones imponen a la elección es un gran paso hacia la unificación de la investigación de las ciencias sociales.

Le deseamos mucha suerte.

No podemos acabar este apartado sin hacer referencia a la copiosa literatura existente en torno a la circulación de bienes preciosos y de prestigio, principalmente en Melanesia, y el concepto de reciprocidad. En general, esta literatura parte de la obra de Mauss, Essai sur le don (1924) y analiza los fenómenos de circulación en términos de reciprocidad. El mismo Mauss escribe contra el avance del capitalismo, el contrato y el mercado:

Son nuestras sociedades occidentales las que han hecho, muy recientemente, del hombre "un animal económico", pero todavía no somos todos seres de este tipo. En nuestras masas y nuestras elites, es costumbre normal el gasto puro e irracional y todavía es la característica de algunos fósiles de nuestra nobleza. El homo economicus no es nuestro antepasado, es nuestro porvenir, al igual que el hombre de la moral y del deber, al igual que el hombre de ciencia y de razón. El hombre, durante mucho tiempo ha sido otra cosa. Hace sólo poco tiempo que es una máquina complicada con una máquina de calcular. (pp. 257)

La propuesta de Mauss de la existencia de un mecanismo universal del don (dar, recibir, devolver) es aplicada al análisis de instituciones agonísticas en Nueva Guinea (A. Strathern, 1971) y a la reinterpretación de la etnografía de Malinowski en las Tobriand (M. Strathern,1975; Leach, 1983; Weiner, 1976, 1992). Una de las propuestas más interesantes de Weiner es que al donar no se pierde un objeto precioso sino que de hecho se conserva la vinculación inalienable con él. Este hau se explica de forma también maussiana: los objetos forman parte de las personas, así como las personas forman parte de los grupos; sólo las mercancías están separadas, aunque sea de forma ficticia, de las personas.

Precisamente la distinción de Gregory (1997) entre “regalos” y “mercancías” de entre todo lo que circula, ha dado lugar a una amplia polémica (Appaduray, 1986; Parry, 1989). Recientemente Godelier (1996) ha retomado las diferentes contribuciones y, a partir de su etnografía de los baruya (1982) ha elaborado una nueva propuesta según la cual los objetos preciosos (lo que circula), se diferencian de los objetos corrientes (lo que se intercambia) y de los objetos sagrados (lo que no circula). De esta forma Godelier reintegra a la circulación su carácter de institución total.

Así pues, los objetos de don, los objetos preciosos, se debaten entre dos principios, entre la inalienabilidad de los objetos sagrados y la alienabilidad de los objetos mercantiles. Son al mismo tiempo inalienables como los primeros y alienables como los segundos. Y, como veremos, eso ocurre porque funcionan a la vez como sustitutos de los objetos sagrados y como sustitutos de las personas. Son simultáneamente objetos de poder como los primeros y objetos de riqueza como los segundos. (pág. 140)
En nuestra sociedad, continúa Godelier, para que las mercancías continúen circulando lo político a pasado a ocupar el punto de anclaje que ha significado lo religioso:

Pero si el individuo, como persona, no puede transformarse en mercancía ni en objeto de don, es porque la propia Constitución, fundamento del derecho, no pertenece a las relaciones mercantiles. Las funda y las limita pero no pertenece a ellas, La Constitución no es la propiedad de ningún individuo como tal; es la propiedad común e inalienable de todos aquellos que la obedecen porque la han elegido, porque la han "votado". (pág. 293)

Tendremos oportunidad de volver sobre este punto.

Como hemos dicho, la historia de la antropología económica se explica en gran parte bajo la sombra de la economía neoclásica. Analizamos a continuación otras dos corrientes de investigación que han producido importantes y numerosas contribuciones a la comprensión de las sociedadesestudiadas por la antropología: la ecología y, en menor medida, la geografía.

(1 Valdés del Toro, Ramón (1999). “El debate más viejo de la historia de la Antropologíaeconómica”. Introducción a Notas de clase de Antropología de las instituciones económicas.
Curso 1999-2000. Manuscrito).

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