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jueves, 10 de diciembre de 2009

ANTROPOLOGIA ECONOMICA: TRABAJO



TRABAJO

El trabajo es escaso11. Esto es así por una variedad de razones. La primera de ellas es la baja densidad de población que hemos comentado más arriba.
En pocas ocasiones es posible reunir a un contingente importante de personas y estas ocasiones suelen ser más ceremoniales y de redistribución que propiamente productivas.

La segunda es la infrautilización sistemática del trabajo humano. Sahlins (1972) se ha encargado de popularizar el conocimiento de que los cazadores-recolectores emplean pocas horas al día para subvenir a sus necesidades. El modo de vida nómada y la creencia que el mañana proveerá de todo lo necesario provoca que el trabajo esté destinado al consumo inmediato. Pero esto no sólo pasa con los cazadores-recolectores. Los agricultores primitivos trabajan de media poco más, como veremos más adelante.

A las limitadas horas de trabajo por día se suman limitaciones impuestas por la edad y el sexo. Mary Douglas (1962) nos informa que los lele del Kasai trabajan desde los 30 a los 55 años, mientras que sus industriosos vecinos bushong lo hacen desde de los 20 a los 60, hecho que constituye una notable excepción. Los ancianos lele nunca han podido fiarse de los miembros más jóvenes de su clan para que les ayuden regularmente en los campos. Hasta los treinta los jóvenes solteros no tienen un granero que llenar y se dan la buena vida, cazando, bebiendo y siguiendo los deportes viriles de la guerra y la caza, sin responsabilidades agrícolas continuadas.

La división sexual del trabajo, por su parte, implica que algunas actividades son realizadas en exclusiva por uno de los sexos. Aunque lógicamente estas actividades son complementarias, esto provoca a menudo el ocio de uno de los sexos mientras el otro está dedicado a la tarea en cuestión. Todos estos factores tienen un origen común: el modo de producción doméstico (Sahlins, 1972).

Por modo de producción doméstico debemos entender la organización de la producción en base a unidades domésticas que tienden a la autosuficiencia organizadas a su vez sobre la base del parentesco y la división sexual del trabajo. Estas unidades domésticas son muy sensibles a las variaciones demográficas, de forma que la muerte accidental de un adulto es a menudo irremplazable.

La lógica del modo de producción doméstico es la producción para el consumo, esto es, el trabajo cesa en el momento que el consumo se asegura.
Estos significa que la mayor disponibilidad de trabajo, en la forma de más efectivos de la unidad doméstica, no implica su mayor utilización sino, al contrario, su menor utilización. La unidad doméstica, como conjunto, trabajará menos. No es extrañar pues, la persistente imagen de poblaciones ociosas.
No obstante, el ideal de autarquía de la unidad doméstica no siempre es posible. Determinados trabajos exigen la colaboración de otras unidades domésticas, como por ejemplo, aclarar un calvero de la selva o la construcción de una casa. En estas condiciones las movilización del trabajo se realiza de dos formas diferentes, con formas intermedias. La primera de ellas consiste en la celebración de una fiesta en la que se reparten de manera pródiga alimentos y bebida. En este caso, el reparto de alimentos suele ser suficiente para el pago del servicio. La otra forma consiste en devolver trabajo por trabajo, bien personalmente, bien a través de un sustituto adecuado de la comunidad doméstica. Es interesante observar que el imperio Inca utilizó estas formas tradicionales de movilización del trabajo para sus propias corveas (Murra, 1956).

Las consecuencias del modo de producción doméstico, aún con los mecanismos de colaboración, pueden ser desastrosas. De ahí que Sahlins relacione la economía de prestigio, esto es, la competencia entre grandes hombres por el prestigio, como una de las características de las sociedades tribales y como un elemento que obliga a este modo de producción a producir un excedente. Este excedente se tiene que repartir bajo la forma de dones competitivos. Por supuesto este excedente raramente puede dar lugar, sin ambios estructurales, a una sociedad estratificada, pero permite el establecimiento de posiciones sociales cuya ocupación constituye un importante incentivo vital para los miembros de estas sociedades.
Paralelamente con la economía de prestigio nos encontramos con las llamadas monedas primitivas que analizaremos en profundidad en el capítulo VIII.

El trabajo, aún escaso por todo lo que acabamos de decir, es la fuente de los derechos de uso de la tierra. Suele decirse que la tierra es “propiedad” de los grupos corporativos, los linajes, y que esta propiedad es cedida para su uso a los grupos domésticos. La realidad es que la “propiedad” nominal de un territorio lo que hace es garantizar un fondo de tierras para el mantenimiento del modo de producción. En el caso de una tribu o grupo étnico, los lindes por parte de otros grupos políticos son respetados bajo amenaza de uso de la fuerza. En la práctica, sin embargo, esto significa que existe un nivel político mayor que controla un territorio y un nivel político menor que asigna recursos a sus unidades constituyentes. Dado que la simple propiedad de la tierra no proporciona recursos, estas instituciones políticas constituyen un marco de referencia para los grupos extraños y para los locales. Establecidas estas diferencias la realidad es que la tierra es de quien la trabaja. O mejor dicho, los frutos de la tierra son de quién los trabaja. Esto significa que no hay problema en obtener leña, recoger productos silvestres o cazar en los campos cultivados por otros sin mediar palabra. Los agricultores tienen derecho a reclamar el control de los productos de su trabajo. Entre los campesinos Kekchi de Belice, campesinos que practican la agricultura de rozas, esto es cierto todavía hoy (Wilk, 1997:87).

The basic principle of village custom is that the man who first clears land from climax forest, who first propitiates the deities of the hills who are the true owners, has a right to return to use it thereafter. In practice, when population pressure is low and large areas of well-fallowed land are available this right is rarely asserted –a fallow length of 15 years or more strains the human memory. In most of the northern zone and in parts of the south where land is getting hard to find, the right to reuse a plot is more formally recognized. If one finds a piece of secondary forest and wants to clear it, one must first locate the man who used it last and ask permission. This usufructory system remains flexible under forest fallow. Also, people move around a lot, so there is little practical difficulty in finding a plot that is not claimed. But when the longer forest fallow has been replaced by a bush fallow system of less than 10 years, usufruct rights are valued and enforced, and rights to the use of land can be loaned, given, or inherited. The alcalde and his court take a stronger role in land disputes. They can, for example, judge that a man’s usufruct rights to a plot have lapsed because he has not reused it within a reasonable period. In areas where population pressure is severe the best land has been divided through these rules into what are essentially privately owned plots. Although the owner can rent or lend his land a village member, he cannot sell it or let an outsider use it.

En este fragmento se recogen los principios que acabamos de exponer. En primer lugar la tierra es administrada por el alcalde, una institución comunal que garantiza el acceso y la gestión del territorio. En segundo lugar, los miembros de la comunidad tienen el derecho al uso de los territorios ganados a la selva. Aunque formalmente la tierra les “pertenece”, si el barbecho es muy largo, otros miembros de la comunidad pueden cultivarla. En el caso que la tierra sea escasa o que el barbecho sea corto porque se trata de terrenos secundarios de más rápida recuperación para el cultivo, se pueden observar formalismos, como la petición de permiso a sus teóricos propietarios, aunque en la práctica la centrifugación propia de este tipo de agricultura hace difícil encontrarlos. En e l caso que el cultivo de la tierra pueda ser permanente, por ejemplo mediante árboles frutales, existen derechos a su mantenimiento, herencia e, incluso, arrendamiento pero sólo para los miembros de la comunidad. El alcalde puede revocar estos derechos.

En suma: lo que se suele llamar propiedad del grupo mayor no es, desde esta perspectiva, más que el aspecto territorial de un poder político incipiente.
Mejor que de las tierras del grupo debería hablarse de su territorio. Y así decir que la unidad de producción tiene el uso y el grupo mayor detenta la propiedad es a doble título inexacto y confusivo. Malinowski lo ve más agudamente, hablando de las Trobriand: el derecho que sólo los miembros del grupo tienen a cultivar en el territorio del grupo es análogo al derecho de residencia, de ciudadanía. Lo que ocurre es que la situación se oscurece por varias causas: primero, porque generalmente coexisten y se entreveran sobre un mismo suelo, fragmentándose y dispersándose, los territorios de varios grupos mayores, de varios linajes. En segundo lugar, porque los principios de reclutamiento de algunos de esos grupos mayores (v.g. la comunidad local y los linajes) no son mutuamente excluyentes y para unos mismos individuos puede haber más de un territorio. Y finalmente, por la escasa magnitud de esos territorios. A esa fragmentación, a ese solapamiento y a esa mínima dimensión todavía hay que añadir la incapacidad de los propios primitivos para distinguir sistemáticamente sus instituciones políticas de sus instituciones económicas. Mas el que ellos no las distingan, no justifica que nosotros las confundamos (Valdés., 1999:210).

Esto es así excepto en el caso que la tierra y el agua sean escasas, en cuyo caso se constituyen controles estrictos sobre su uso y este control puede llamarse “propiedad”. Por ejemplo (Gray, 1965), los sonjo, un pueblo agricultor del África Oriental, constituyen una comunidad de unas 4.500 personas, distribuidas en pueblos que ocupan los valles con arroyos permanentes. La economía es de subsistencia (cabras y patatas) con pocos intercambios con los pastores Masai o con el estado. Los derechos sobre el agua están dominados por un grupo hereditario llamado wenamiji, el cual podía hacer un uso determinado del caudal. El resto del caudal se cedía a una segunda clase llamada mokiama (wakiama en plural) que debían pagar sustanciales tributos de cabras a los wenamiji como grupo. Estos tributos se supone que se invertían en sacrificios para velar por los intereses de los sonjo en su conjunto. Sin embargo, en la mayor parte de los casos pasaban a formar parte de las haciendas particulares. El resto del agua se cedía a personas llamadas genéricamente "clientes", las cuales tenían que pagar tributos si querían regar sus campos.

11 En este apartado sigo en gran parte el capítulo dedicado a la “Organización de laProducción”, Valdés, op. cit.

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