El historicismo dialéctico hegeliano pasó del plano idealista al de la praxis por obra de Federico Engels (1820-1895) y de Karl Marx (1818-1883), defensores del socialismo científico que interpreta la historia sólo en relación con la lucha de los intereses de las clases sociales que, por tanto, se han de transformar a través de la praxis revolucionaria del proletariado.
Esta consideración del hombre real y concreto, que hace la historia, genera la consecuencia (de importancia pedagógica) de que el hombre no se enajena a sí en su obrar, sino que más bien tiende a la recuperación de sí mismo a través del rechazo de la alienación.
El marxismo entiende que dicha recuperación es posible sólo a través de la formación de la conciencia colectiva de clase, y por tanto con la eliminación del poder político, que es siempre “el poder de una clase organizada para oprimir a otra” (la revolución rusa, en la propuesta de Lenin-Stalin, pretendió confirmar ello).
Sólo cuando el antagonismo entre las clases sea sustituido por una asociación (en la que el libre desarrollo de cada uno concuerde con el libre desarrollo del todo) se podrá hablar verdaderamente de la realización de la sociedad socialista. De esa forma se pone no sólo la premisa de la educación comunista, cuyo Informe se debe a M.J. Kalinin, sino también la condición para la organización de la escuela como colectividad completa en sí (el colectivo), según la indicación dada por Antonio S. Makarenko (1888-1939), para quien la pedagogía no es doctrina, sino “ciencia con finalidades prácticas”.
Sin duda, Makarenko es un pedagogo controvertido y sobre él se ha escrito mucho; unos lo defienden, otros lo atacan, incluso en su misma patria es tacado en numerosas ocasiones por los inspectores educativos. Para él, la literatura pedagógica está llena de palabras lindas; de pensamientos brillantes pero que, según él, no eran más que “pura charlatanería”. Se quejaba de no tener una técnica, unos métodos pedagógicos, unos instrumentos válidos, que supuestamente las teorías pedagógicas deberían de proveer para permitir la aplicación por parte de los maestros cargados de problemas.
Makarenko no acepta como válidos los postulados del ideario de la escuela nueva. Está en contra de principios tales como: que la educación debe organizarse según intereses del niño y fundamentalmente sobre las necesidades de éste. Está en contra de los intereses y de las rutas personales surgidas de estos intereses espontáneos. Para él, hay iniciativa cuando hay:
-una tarea que hay que realizar,
-una obligación de cumplir,
-una exigencia por parte de la colectividad de que así se haga, porque al ser la iniciativa el fruto del trabajo organizado, y de la responsabilidad y el deber frente al mismo, esta responsabilidad y este deber están por encima de los intereses espontáneos del niño.
Las leyes de la vida social, que son muy distintas a las de la naturaleza, según Makarenko, imponen unas exigencias muy claras en materia de disciplina y castigan en forma severa el desprecio de esta disciplina. Por lo tanto, la autodisciplina y la autodirección deben ser olvidadas, por irreales e ineficientes, y deben ser sustituidas por una “disciplina consciente”, y una organización bien estructurada por los educadores. La disciplina y la organización exigen una educación de la libertad que está muy lejos del voluntarismo paidalógico.
Makarenko es un educador puro y exigente; en sus colonias no hay lugar para el abandono, la dejadez, los fallos; organiza y planea una serie de actividades que se deben realizar y exige un cumplimiento satisfactorio. Convencido de que “es necesario que el hombre se presente a sí mismo grandes exigencias, pues de tal modo se educa” (Poema pedagógico, 1967) , se encarga de plantear estas exigencias a sus colonos y de pedirles cuentas de su realización.
Seguro de las posibilidades de la educación y dedicado a participar en la tarea colectiva de su país, Makarenko orienta su pedagogía a la formación de hombres capaces y activos constructores del comunismo. Por ello expresa: “he estado siempre en contra de quienes piensan que la pedagogía debe fundarse en el estudio del niño y en métodos concebidos en abstracto, considerados separadamente. Pienso que la pedagogía es la expresión del credo político del educador y que sus conocimientos no juegan más que un papel auxiliar” (citado por Dietrich en Pedagogía socialista, 1976) .
Plantea su trabajo como una gran responsabilidad social en la que no cabe la equivocación, en la que hay que lograr el éxito y la precisión que una fábrica consigue en su producción; porque, según él, si quien produce en una fábrica artículos deficientes se avergüenza, mucho más debe hacerlo quien produce para la sociedad hombres deficientes. Para obtener este producto, Makarenko necesita de unos proyectos previos, unos planes de trabajo que definan exactamente cuál será el resultado final. Este es el sentido de la educación activa tal y como él la entiende; así es como él mismo la explica: “soy partidario de una educación activa, es decir, que quiero formar a un hombre de unas cualidades determinadas y yo lo hago todo, pongo en juego mi inteligencia y mis esfuerzos para conseguir este resultado. Debo encontrar los medios para llegar y debo ver siempre ante mí la meta, debo ver el modelo, el ideal a que tiendo” (Banderas en las torres, 1970).
Sucintamente señalamos algunas de las cualidades que Makarenko quiere formar en el ciudadano soviético:
a. Ante todo, un profundo sentimiento del deber y de la responsabilidad para con los objetivos de la sociedad soviética. Este sentimiento del deber debe nacer no del temor al castigo, sino de “la incomodidad e inhibición que se siente para realizar un acto que esté en pugna con la moral soviética” (Poema ...)
b. Un espíritu de colaboración, solidaridad y camaradería diametralmente opuesto a cualquier tipo de egoísmo individualista: “la moral comunista exige en todos los casos, un tipo de comportamiento solidario y, en particular, la solidaridad en la lucha” (Poema)
c. Una personalidad disciplinada, con gran dominio de la voluntad y con las miras puestas siempre en los intereses de la colectividad: “a mi juicio se imponía la educación de un ser resistente y fuerte, capaz de ejecutar incluso un trabajo desagradable y fastidioso si lo requieren los intereses de la colectividad” (Poema)
d. Unas condiciones personales y un modo de actuar que impidan la sumisión y explotación del hombre por el hombre: “nuestra educación debe lograr en forma categórica que no haya en nuestra sociedad individuos que puedan ser explotados” (Poema ...)
e. Una sólida formación política impartida constantemente en la colonia y cuyo órgano de extensión era la Unión de Juventudes Comunistas, que hiciera de cada colono un comunista convencido y un propagandista de las ideas comunistas a través de su acción y su palabra.
Esta consideración del hombre real y concreto, que hace la historia, genera la consecuencia (de importancia pedagógica) de que el hombre no se enajena a sí en su obrar, sino que más bien tiende a la recuperación de sí mismo a través del rechazo de la alienación.
El marxismo entiende que dicha recuperación es posible sólo a través de la formación de la conciencia colectiva de clase, y por tanto con la eliminación del poder político, que es siempre “el poder de una clase organizada para oprimir a otra” (la revolución rusa, en la propuesta de Lenin-Stalin, pretendió confirmar ello).
Sólo cuando el antagonismo entre las clases sea sustituido por una asociación (en la que el libre desarrollo de cada uno concuerde con el libre desarrollo del todo) se podrá hablar verdaderamente de la realización de la sociedad socialista. De esa forma se pone no sólo la premisa de la educación comunista, cuyo Informe se debe a M.J. Kalinin, sino también la condición para la organización de la escuela como colectividad completa en sí (el colectivo), según la indicación dada por Antonio S. Makarenko (1888-1939), para quien la pedagogía no es doctrina, sino “ciencia con finalidades prácticas”.
Sin duda, Makarenko es un pedagogo controvertido y sobre él se ha escrito mucho; unos lo defienden, otros lo atacan, incluso en su misma patria es tacado en numerosas ocasiones por los inspectores educativos. Para él, la literatura pedagógica está llena de palabras lindas; de pensamientos brillantes pero que, según él, no eran más que “pura charlatanería”. Se quejaba de no tener una técnica, unos métodos pedagógicos, unos instrumentos válidos, que supuestamente las teorías pedagógicas deberían de proveer para permitir la aplicación por parte de los maestros cargados de problemas.
Makarenko no acepta como válidos los postulados del ideario de la escuela nueva. Está en contra de principios tales como: que la educación debe organizarse según intereses del niño y fundamentalmente sobre las necesidades de éste. Está en contra de los intereses y de las rutas personales surgidas de estos intereses espontáneos. Para él, hay iniciativa cuando hay:
-una tarea que hay que realizar,
-una obligación de cumplir,
-una exigencia por parte de la colectividad de que así se haga, porque al ser la iniciativa el fruto del trabajo organizado, y de la responsabilidad y el deber frente al mismo, esta responsabilidad y este deber están por encima de los intereses espontáneos del niño.
Las leyes de la vida social, que son muy distintas a las de la naturaleza, según Makarenko, imponen unas exigencias muy claras en materia de disciplina y castigan en forma severa el desprecio de esta disciplina. Por lo tanto, la autodisciplina y la autodirección deben ser olvidadas, por irreales e ineficientes, y deben ser sustituidas por una “disciplina consciente”, y una organización bien estructurada por los educadores. La disciplina y la organización exigen una educación de la libertad que está muy lejos del voluntarismo paidalógico.
Makarenko es un educador puro y exigente; en sus colonias no hay lugar para el abandono, la dejadez, los fallos; organiza y planea una serie de actividades que se deben realizar y exige un cumplimiento satisfactorio. Convencido de que “es necesario que el hombre se presente a sí mismo grandes exigencias, pues de tal modo se educa” (Poema pedagógico, 1967) , se encarga de plantear estas exigencias a sus colonos y de pedirles cuentas de su realización.
Seguro de las posibilidades de la educación y dedicado a participar en la tarea colectiva de su país, Makarenko orienta su pedagogía a la formación de hombres capaces y activos constructores del comunismo. Por ello expresa: “he estado siempre en contra de quienes piensan que la pedagogía debe fundarse en el estudio del niño y en métodos concebidos en abstracto, considerados separadamente. Pienso que la pedagogía es la expresión del credo político del educador y que sus conocimientos no juegan más que un papel auxiliar” (citado por Dietrich en Pedagogía socialista, 1976) .
Plantea su trabajo como una gran responsabilidad social en la que no cabe la equivocación, en la que hay que lograr el éxito y la precisión que una fábrica consigue en su producción; porque, según él, si quien produce en una fábrica artículos deficientes se avergüenza, mucho más debe hacerlo quien produce para la sociedad hombres deficientes. Para obtener este producto, Makarenko necesita de unos proyectos previos, unos planes de trabajo que definan exactamente cuál será el resultado final. Este es el sentido de la educación activa tal y como él la entiende; así es como él mismo la explica: “soy partidario de una educación activa, es decir, que quiero formar a un hombre de unas cualidades determinadas y yo lo hago todo, pongo en juego mi inteligencia y mis esfuerzos para conseguir este resultado. Debo encontrar los medios para llegar y debo ver siempre ante mí la meta, debo ver el modelo, el ideal a que tiendo” (Banderas en las torres, 1970).
Sucintamente señalamos algunas de las cualidades que Makarenko quiere formar en el ciudadano soviético:
a. Ante todo, un profundo sentimiento del deber y de la responsabilidad para con los objetivos de la sociedad soviética. Este sentimiento del deber debe nacer no del temor al castigo, sino de “la incomodidad e inhibición que se siente para realizar un acto que esté en pugna con la moral soviética” (Poema ...)
b. Un espíritu de colaboración, solidaridad y camaradería diametralmente opuesto a cualquier tipo de egoísmo individualista: “la moral comunista exige en todos los casos, un tipo de comportamiento solidario y, en particular, la solidaridad en la lucha” (Poema)
c. Una personalidad disciplinada, con gran dominio de la voluntad y con las miras puestas siempre en los intereses de la colectividad: “a mi juicio se imponía la educación de un ser resistente y fuerte, capaz de ejecutar incluso un trabajo desagradable y fastidioso si lo requieren los intereses de la colectividad” (Poema)
d. Unas condiciones personales y un modo de actuar que impidan la sumisión y explotación del hombre por el hombre: “nuestra educación debe lograr en forma categórica que no haya en nuestra sociedad individuos que puedan ser explotados” (Poema ...)
e. Una sólida formación política impartida constantemente en la colonia y cuyo órgano de extensión era la Unión de Juventudes Comunistas, que hiciera de cada colono un comunista convencido y un propagandista de las ideas comunistas a través de su acción y su palabra.
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