Búsqueda personalizada

TRADUCTOR

domingo, 27 de diciembre de 2009

CRISTIANISMO MEDIEVAL -13-


La finalidad de la verdadera educación consiste en conducir al sujeto en el acto reflexivo de retornar a sus propios cominos de liberación. (Freire)

La enseñanza cristiana difundida a todas las gentes, es la doble tarea en la que se empeñan los apóstoles y los discípulos, con el ejemplo, con la predicación y con los escritos.

Desde los evangelios, las cartas de los apóstoles (sobre todo san Pablo), las primeras cartas pastorales de los obispos, los escritos exhortativos hasta las declaraciones de fe pronunciadas en los concilios, sobre todo los de Nicea (325), de Constantinopla (381) y de Calcedonia (451), que ponen fin a los dos grandes debates sobre la Trinidad y sobre la persona de Cristo, hay una clarificación gradual, constante y cada vez más afinada de la nueva doctrina, pero, a la par, también una acción de difusión, de participación, y sobre todo, una   invitación al cambio (????????), a la renovación total de la vida de cada uno a fin de orientarla hacia el fin supremo que, forma una única cosa con el principio creador.

De aquí la necesidad de:

a.    Precisar el sentido de la vida moral, a través de la individuación de las nuevas virtudes (fe, esperanza y caridad), que se han de añadir a las naturales (sabiduría, fortaleza, templanza y justicia);
b.    Realizar una acción de defensa respecto a los enemigos de la doctrina y de la praxis (los hebreos, los paganos, el imperio romano y la cultura clásica);
c.    Definir racionalmente el cristianismo, pero sin pretender reducirlo todo a conocimiento humano, como intentó el agnosticismo;
d.    Organizar, además de la comunidad eclesial, instituciones específicas de educación o escuelas, para facilitar la difusión de la doctrina y también para formar a los que habrían debido leer e interpretar los textos sagrados o promover la investigación teológica.

De un inicial plano exhortativo, la enseñanza pasa a un plano más sistemático en el que los diversos aspectos de la educación encuentran la forma de precisarse con Clemente de Alejandría (150-215), Orígenes (185-254),  san Agustín de Hipona (354-430) y san Jerónimo (331-420), éste último preocupado, particularmente, por la educación de la mujer; pero también con la acción (más resueltamente orientada a los aspectos institucionales) de Casiodoro (480-570), fundador de Vivarium (el centro de estudios más célebre de la época); de  Isidoro de Sevilla (ss. VI-VII), llamado el maestro más ilustre de la edad media; de Alcuino (735-804), maestro de las escuelas creadas por Carlomagno; de Rábano Mauro (784-856), el preceptor de Alemania. Se comprende que junto a los aspectos dogmático y teológicos del cristianismo se formulen los contenidos programáticos y las modalidades didácticas de una enseñanza que, a partir del siglo X, se difundirá a través de una organización articulada de escuelas (de donde deriva el término escolástica) en toda Europa.

Son las escuelas de Fulda, de Auxerre, Sankt Gallen, Reims, Cluny, Chartres, Tours, Bolonia, Pavía, Canterbury (donde enseña san Anselmo de Aosta [1033-1109], para quien la fe constituye el punto de partida para la búsqueda intelectual: credo ut intelligam), de Salerno (donde a mediados del sigo XII surge la célebre escuela de medicina) y Hugo de san Víctor (quien compuso el Didascalion, en el que se traza un completo plan de estudios y se subraya la función propedéutica del Trivium y del Quadrivium con respecto a la filosofía), de París (donde domina el genio filosófico de Pedro Abelardo [1079-1142], el racionalista que considera que es objeto sólo lo que puede ser demostrado y donde Hugo y Ricardo se hacen defensores de un misticismo que hace concluir en la contemplatio el conocer humano, que procede de la cogitatio y de la meditatio).

Si en estas escuelas, el programa de base es el de las “artes” (trivium y quadrivium), no faltan enseñantes de derechos, de física, de ciencias experimentales y también de lengua hebraica y árabe cuando, a través de la mediación de los filósofos árabes (especialmente Avicena, 980-1037 y Averroes, 1126-1198), se llega al conocimiento de Aristóteles (traducido al árabe y del árabe al latín; mientras que la cultura bizantina de la Europa balcánica hacía conocer a Aristóteles en griego).

Es de recordar que en el 924 Atón, obispo de Vercelas, ordenó que los niños de cualquier lugar de su diócesis recibiesen gratuitamente los primeros rudimentos del saber. La escuela se popularizó con los Papas Gregorio VII, Alejandro III e Inocencio III. El concilio Romano de 1079 insistió en la obligación de los obispos de proveer a la enseñanza en las escuelas catedrales. El concilio Lateranense III (1215) proclamó el principio de la gratuidad de la enseñanza, pero no regularon los aspectos prácticos planteados por las crecientes exigencias de enseñanza, especialmente superior.

En los siglos XII y XIII se crearon las universidades, reconocidas oficialmente como tales por decretos de los Papas y emperadores, pero cuando ya funcionaban desde hacía décadas como escuelas. París, Bolonia, Padua, Nápoles, Oxford, Cambridge son las primeras universidades reconocidas oficialmente, a las que muy pronto seguirían otras en Europa central y en los países de lenguas neolatinas. En ellas enseñan los maestros de las dos grandes órdenes religiosas nacidas en el siglo XIII: los dominicos (1216) y los franciscanos (1210), a los que se añade en París la enseñanza laica de Siger de Brabante (siglo XIII), que abrirá el camino a maestros insignes, como: Marsilio de Padua (1275-1343), autor de Defensor pacis en el que se presenta la primera teoría del Estado moderno, cuyo poder es confiado a la comunidad de los ciudadanos.

La pedagogía cristiana, sintéticamente, pude formularse así:

a.    Se propone el ideal religioso como ideal educativo;
b.    El desarrollo gradual de las escuelas se concluye con la creación de las universidades;
c.    Se difunde el conocimiento del latín en todas las clases sociales;
d.    Se realiza la armonía entre vida activa (trabajo) y vida contemplativa (oración);
e.    La reductio artium ad theologiam se manifiesta en el plano científico y en el plano organizativo;
f.    El teocentrismo es el fundamento y la coronación del humanismo cristiano;
g.    Se tiende al supranacionalismo de la cultura y de las civilizaciones;
h.    Existe una cultura laica junto a la docta de las órdenes religiosas.

La Didaje, escrito de comienzos del siglo II y con gran valor pedagógico, prohíbe participar en las asambleas cristianas a quien se encuentra en estado de discordia, es decir, muestra el paso del evangelio de san Mateo (5,23-24) en el que se invita al cristiano a reconciliarse con el hermano antes de realizar el sacrificio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario