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domingo, 27 de diciembre de 2009

EPISTEMOLOGÍA DE LA PEDAGOGÍA -2-


Epistemología significa “discurso sobre la ciencia”. El pensar (luego del enorme trabajo de los antiguos y de los medievales), de filosófico, se vuelve científico. En el siglo XX, el pensar, cada vez más frecuentemente, se ha acompañado y relacionado con el pensamiento que se repliega sobre sí mismo, para examinar sus propios mecanismos internos. Entonces, las definiciones usuales de epistemología son: 1)  el estudio del conocimiento, en el mundo anglosajón; 2)  la doctrina de los fundamentos de la ciencia (según las varias connotaciones), en el mundo científico; 3) la disciplina que se ocupa de las relaciones entre cada disciplina o materia de estudio.

Así, la epistemología pedagógica se puede entender como el estudio de la complejidad interna de la pedagogía tanto en su presentación prognóstico-decisional como en la diagnóstico-interpretativa. La epistemología pedagógica pretende reflexionar sobre las modalidades con las que se puede estructurar tal complejidad, aún conservando la unidad del saber fundamental, que es precisamente el pedagógico. Por ello, la epistemología pedagógica asume el hecho de que la pedagogía sea un conjunto de saberes y en cuanto tal más semejante a la ingeniería que a la medicina.

La epistemología de la pedagogía es una epistemología propia de un área conceptual que debe resolver problemas prácticos, históricamente inaplazables. Por tanto, la epistemología debe ser referida a la práctica. Los problemas que presenta la educación (para la reflexión pedagógica) pertenecen a las necesidades más dispares del vivir humano, de modo que no es suficiente un tipo estandarizado de respuesta para todos los problemas. Se configura la necesidad de disponer de una doctrina articulada que se pueda integrar en función de la clase de los problemas propuestos y de sus necesidades.

La epistemología pedagógica: a) tiene como objeto propio no la educación, sino más bien, la teoría; b) estudia las modalidades con las que los saberes sectoriales entran a formar  parte del área de saber pedagógico a fin de ofrecer respuestas a los problemas educativos planteados por las situaciones históricas; c) requiere la presencia simultánea de los cuatro momentos que se han sucedido a lo largo de la humanidad:

1)    Momento prelógico: aun no se habla de pedagogía, pero se vislumbra un esbozo pedagógico en las observaciones privilegiadas que los humanos han debido intercambiar cuando, al hablar entre ellos, tuvieron (como objeto de conversación) los problemas concernientes a los hijos y al patrimonio que los mayores habían de transmitirles. La educación acumuló gestos significativos desde el comienzo, con las modalidades permitidas a los hombres primigenios. Se habla de pedagogía instintiva, pero probablemente sería más oportuno llamarla prelógica; pues en el pensamiento primigenio pedagógico puede encontrarse las mismas características instintivas y anecdóticas con las que también hoy nos encontramos en el pensamiento vulgar referido a la educación.

2)    Momento filosófico: al momento de resolver una tarea, se nota un problema técnico evidente (decoración, espacios, materiales, costes, etc.), pero sobre todo, hay la declaración de un estilo de vida, que, en definitiva, se define como una “filosofía de la vida”. Este es el aspecto que emerge como calificación específica en la cultura griega; los latinos la volverán a asumir más tarde con el dicho “propter vitam vitae perdere suam”: no es posible vivir sin darse claramente una razón de ser de la vida misma. En el pensar pedagógico, la epistemología pedagógica encuentra la característica primaria de ser una filosofía de la educación, con el consiguiente esfuerzo de analizar la educación con una instrumentación racional. El razonar de Atenas o el ejercicio físico en Esparta son las metodologías concretas con las que se llevan a cabo las comunicaciones educativas. Ello se realizará a lo largo del tiempo con Platón, San Agustín, Santo Tomás de Aquino y muchos otros.

3)    Momento científico: después de la campaña larga y victoriosa conducida por los científicos frente a la naturaleza, se considera que llegó el momento de colocar bajo la investigación empírica también al hombre, tanto en su comportamiento individual como en el grupal. El eco de la exigencia de Galileo por interesarse “ya no de las esencias, sino de los afectos”, alcanza al hombre. La ley de Weber-Fechner (la intensidad del estímulo que se toma como punto de partida), en psicología, y el Curso publicado a partir de 1832 por Augusto Comte (1798-1857), en sociología, representan la declaración explícita de un nuevo modo de considerar el objeto “hombre”. Ya no se trata de razonar sobre la naturaleza humana, sobre el concepto de personalidad, sobre los principios que rigen los diversos modos del “deber ser” para la formulación de un estatuto ético. Los Discursos de J. J. Rousseau (1712-1778) fueron el vértice de una nueva oleada, que completaba el movimiento iniciado en 1750 con la Enciclopedia. El interés se traslada a los aspectos constatables del comportamiento humano que se hacen cada vez más notables respecto a los definibles deductivamente. La educación ya no se afronta como un tema para planificaciones, si antes no se estableció su configuración constatable objetivamente. Todas las disciplinas que ofertan instrumentalización para recoger datos se hacen interesantes para la pedagogía: al comienzo la psicología, luego la psicología de la edad evolutiva, la clínica y la sociología. Hoy, se ha hecho más compleja la acción del estudioso de epistemología que pretenda seguir constantemente el desarrollo de la creciente articulación interna de la pedagogía.

4)    Momento lingüístico: si en el área del saber pedagógico confluyeron disciplinas tan diferentes, obviamente, cada una con sus propios métodos y sus propios resultados, cada una de ellas se expresará con su propio lenguaje específico. Si la educación es estudiada por la economía con el lenguaje económico y por la psicología con el lenguaje psicológico, ¿en qué relación se pueden poner los dos lenguajes diferentes que, por lo demás, deben concluir en el objeto idéntico, y al mismo tiempo, conservar su especificidad y autonomía, para no traicionar sus propios resultados y su capacidad significativa?. El problema del lenguaje en pedagogía obligó a los estudiosos a replantear completamente el status epistemológico de la pedagogía.

La epistemología pedagógica requiere la presencia simultánea de los cuatro momentos ocurridos a lo largo de la historia y de su uso articulado en función de la práctica.

La interdisciplinaridad pedagógica no sólo se distribuye en referencia a los cuatro momentos considerados, sino que cada uno de éstos permanece abierto a la creación de subsistemas culturales con especificación sectorial, y de esta forma, se configura una segunda modalidad de calificación de la epistemología pedagógica.

En el desarrollo histórico se notan dos grandes clases de proposiciones pedagógicas: las prognósticas y las diagnósticas. Hasta el momento en que el saber pedagógico se basaba en la deducción y no disponía de un adecuado instrumento empírico-observador, la pedagogía fue predominantemente prospectiva. La enumeración en valores (debida a la filosofía en general y a la filosofía de la educación en particular) de los que el grupo social consideraba hacerse portador llegaba a ser el elemento directivo para las finalidades de la educación.

De esta manera, el niño de Atenas o de Esparta, el noble de Locke, el discípulo de Comenio y el niño de Rousseau son individuos humanos educados en base a diferentes ideologías o filosofías de la educación.

Cuando el pensar científico tomó en consideración también al hombre, como objeto de la propia investigación, entonces se abrió el camino para una pedagogía diagnóstica cuyas características estructurales son profundamente diferentes. No se perdió el sentido de la pedagogía prognóstica, porque la educación es planificación del hombre para el futuro; pero la formulación de los fines tuvo y tiene lugar de manera diferente.

La pedagogía diagnóstica permitió una elaboración conceptual más exacta, tanto  respecto a los datos con que se opera como respecto a situaciones hipotetizables. Si el cuadro general de los fines permanece continuamente como objeto de tratamiento y de elección filosófica, las modalidades, con las que éstos se entienden o se alcanzan, se convierten en objeto de un saber mucho más controlable y objetivado.

Un sector notable de teoría pedagógica (revelado importante para la epistemología) es el que se indica como pedagogía religiosa; pero más adecuadamente definido como pedagogía cristiano-católica. En este caso, la teoría no abarca solamente una filosofía o una ideología, en la propia área del saber. Pues la teoría incluye una doctrina que tiene su teoría, pero con la aclaración de que en tal teoría no se encuentra la prueba de la propia validez. Esto es, en el área del saber pedagógico se incluye un saber experiencial, llamado por los antiguos saber sapiencial, que connota no sólo proposiciones razonablemente definidas, sino también, una ejemplaridad basada en la implicación total de la personalidad.

Además, la teoría pedagógica se compone de todas las informaciones que han influido en lo que se ha llamado el área del saber pedagógico y que se enriquece con las contribuciones (referidas en todo momento a cada uno de los tipos de problemas) propuestas por numerosas disciplinas.

La teoría del educador es, para cada uno de los casos, individual e históricamente irrepetible y la teoría del pedagogo es un saber institucionalizado.

La atención cualificada profesionalmente que la humanidad dedica a las preocupaciones educativas (de las que la teoría pedagógica es globalmente un unificador bastante significativo) es muy escasa respecto a los fines que pretende alcanzar. La epistemología pedagógica encuentra una teoría pedagógica insuficiente respecto a la cantidad increíblemente amplia de acontecimientos educativos que se están realizando.

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