La pedagogía es esencialmente antropológica, es decir, estudio de los cambios y transformaciones habidos en el mundo humano. (Freire)
El poco tiempo transcurrido entre el Novum Organon de Bacon (1620), el Discurso sobre el Método de Descartes (1637) y el fragmento de un Tratado sobre el vacío de Pascal (1651) denotan cómo la filosofía y la ciencia interpretan una dinámica económica y social.
Cómo lo interpretará la pedagogía es lo que veremos a continuación. Cuando el checo Juan Amos Comenio (1592-1671) tituló al capítulo XIX de su Didáctica Magna, aparecida en 1657, “Bases para fundar la rapidez de la enseñanza en ahorro de tiempo y fatiga”, hacía una revalorización del tiempo, dejando de pertenecer al monje y asceta medieval para pasar a manos del hijo errante mercader.
Y cuando escribe: “en vez de libros muertos, ¿por qué no abrimos el libro vivo de la naturaleza? No las sombras de las cosas, sino las cosas mismas es lo que debe presentarse a la juventud”, afirmaba el conocimiento humano basado en la observación directa del objeto de estudio. Su metodología se sustenta en la naturalidad, en la intuición y la autoactividad.
Comenio fijó la etapa de la enseñanza en tres momentos:
1) La autopsia, que es la observación de sí mismo, la intuición;
2) La autopraxia, consistente en el ejercicio personal de lo aprendido y,
3) La autocrecia, esto es, el uso de lo estudiado ( 2 y 3) son aspectos de la autoactividad.
En base a ello elaboró un sistema educativo que dura 24 años:
1) infancia, de 1 a 6 años;
2) pueritia de 6 a 12
3) adolescentia de 12 a 18 y
4) juventus de 18 a 24 años,
1) en tal sistema educativo observamos elementos que muestran:
a. Una enseñanza de elite, cuando la etapa pueritia se define como un período dedicado a la formación profesional artesana y la juventud, para la formación de guías espirituales y de funcionarios.
b. Gran importancia al estudio de las ciencias, en la adolescentia: la aritmética, geometría, astronomía y música (disciplinas reales) antes que las disciplinas formales, dialéctica, retórica. En este mismo sentido formula la idea de la formación del Collegium didacticum que, se concretaría al fundarse la Real sociedad de Ciencias en Londres (1662)
c. La educación se inicia con el nacimiento, pues el niño puede internarse en el campo de la cultura (infantia de 1 a 6 años).
d. Que el proceso educativo es un todo coherente y dotado de continuidad (de 1 a 24 años) con sus períodos de especificidad y,
e. Por su importancia, como elemento que será retomado con posterioridad, la idea de aprendizaje auto activo (autopraxia y autocrecia, ejercicio individual de lo aprendido y su aplicación).
A Comenio se debe la expresión “escuela maternal” (Didáctica magna, 1631) que en su teoría de las tres vidas del hombre (uterina, terrena y celestial) subraya la importancia de la primera edad, la que empieza con el acto de la concepción y cubre los primeros seis años de vida.
Para ayudar a los padres plantea la utilidad de un “Informatorium scholae maternae” que luego escribió con el título Schola infantiae, sive de próvida juventitutis in primo sexenio educatione, en 12 capítulos. Sin embargo, Comenio no piensa en la escuela maternal como la entendemos nosotros, es decir, en una institución educativa promovida por la sociedad, técnicamente dispuesta y preparada para acoger niños fuera de la familia.
El pensamiento de Comenio pertenece a la pedagogía de la infancia, no se dirige a una escuela de la infancia. Es un argumentar sobre la conciencia educativa que debe ser patrimonio de los padres (y de manera especial y natural de la madre) o que los padres puedan adquirir.
Posteriormente, la sugestiva expresión de “escuela maternal” vuelve con Pauline Kergomard en Francia al nacer efectivamente las escuelas infantiles. En Italia, éstas se llamarán “escuelas maternales” después de la primera guerra mundial, nombre que luego se generalizará.
A su vez, el inglés John Locke (1632-1704) en sus “Pensamientos acerca de la educación”, parte de los objetos, no de las sombras de los objetos. Su objetivo está centrado en la educación de la nobleza: nada de palabrerío hueco ni de metodologías puramente expositivas.
Este pensador empirista (opuesto a las ideas innatas, y defensor de que todo conocimiento proviene de los sentidos) sostuvo que el estudiante noble debía aprender geografía, aritmética, historia, derecho civil, hasta aprender el oficio manual, es decir, que los contenidos de la enseñanza debían basarse en una pedagogía utilitaria, planteada en términos de experiencia personal y de observación directa.
John Milton (1608-1674), autor del Paraíso perdido, señala las deficiencias educativas de la población trabajadora, critica a la iglesia encargada de los bienes materiales en lugar de fundar escuelas, a la par señala que las instituciones gubernamentales descuidan una de sus obligaciones de mayor importancia social, como es la educación de los jóvenes.
La ciencia positivista considera legítimo aquel proceso de generalización que permite proyectar la ley inductivamente recabándola de la multiplicidad de los acontecimientos considerados. Así, se subraya sustancialmente la uniformidad de la educación, repetitiva e irremediablemente negada a individuarse en los individuos.
Si se considera alcanzado el nivel científico, y con él la autonomía testimoniada por la traducción de los hechos educativos en normas, no parece que pueda haber distinción, a nivel formal, entre la pedagogía y las otras ciencias, pues todas ellas se constituyen con criterios y con modalidades de tipo naturalista, mecanicista; sólo parece posible una distinción referida al objeto que, para la pedagogía, es la educación entendida como adaptación a las exigencias de la vida psicosociológica.
El saber científico de nuestros tiempos supera esta perspectiva: no es el objeto el que distingue una ciencia de la otra, sino más bien el método o la modalidad. Esto comporta la dificultad de una clara distinción entre ciencia y teoría, así como comporta la dificultad de asignar a cada ciencia su estatuto epistemológico.
Además, falta la referencia explícita al qué de la ciencia, especialmente cuando de ésta se subraya no ya lo sabido, sino más bien la investigación, que cada vez vuelve a poner en discusión el todo. Si la ciencia del pasado parece garantizarse en referencia a su objeto, que se convierte en lo suyo conocido, aunque sea progresivamente, la nueva ciencia se presenta ya como búsqueda (y por tanto construcción progresiva de su objeto pero también provisional), ya como conocimiento del cómo se manifiestan determinados acontecimientos, sin que con esto se pretenda responder a la cuestión de qué son.
La pedagogía experimental ciertamente es pedagogía, pero no es toda la pedagogía. ¿Dónde se coloca lo que está más allá del límite experimental o tecnológico?
El poco tiempo transcurrido entre el Novum Organon de Bacon (1620), el Discurso sobre el Método de Descartes (1637) y el fragmento de un Tratado sobre el vacío de Pascal (1651) denotan cómo la filosofía y la ciencia interpretan una dinámica económica y social.
Cómo lo interpretará la pedagogía es lo que veremos a continuación. Cuando el checo Juan Amos Comenio (1592-1671) tituló al capítulo XIX de su Didáctica Magna, aparecida en 1657, “Bases para fundar la rapidez de la enseñanza en ahorro de tiempo y fatiga”, hacía una revalorización del tiempo, dejando de pertenecer al monje y asceta medieval para pasar a manos del hijo errante mercader.
Y cuando escribe: “en vez de libros muertos, ¿por qué no abrimos el libro vivo de la naturaleza? No las sombras de las cosas, sino las cosas mismas es lo que debe presentarse a la juventud”, afirmaba el conocimiento humano basado en la observación directa del objeto de estudio. Su metodología se sustenta en la naturalidad, en la intuición y la autoactividad.
Comenio fijó la etapa de la enseñanza en tres momentos:
1) La autopsia, que es la observación de sí mismo, la intuición;
2) La autopraxia, consistente en el ejercicio personal de lo aprendido y,
3) La autocrecia, esto es, el uso de lo estudiado ( 2 y 3) son aspectos de la autoactividad.
En base a ello elaboró un sistema educativo que dura 24 años:
1) infancia, de 1 a 6 años;
2) pueritia de 6 a 12
3) adolescentia de 12 a 18 y
4) juventus de 18 a 24 años,
1) en tal sistema educativo observamos elementos que muestran:
a. Una enseñanza de elite, cuando la etapa pueritia se define como un período dedicado a la formación profesional artesana y la juventud, para la formación de guías espirituales y de funcionarios.
b. Gran importancia al estudio de las ciencias, en la adolescentia: la aritmética, geometría, astronomía y música (disciplinas reales) antes que las disciplinas formales, dialéctica, retórica. En este mismo sentido formula la idea de la formación del Collegium didacticum que, se concretaría al fundarse la Real sociedad de Ciencias en Londres (1662)
c. La educación se inicia con el nacimiento, pues el niño puede internarse en el campo de la cultura (infantia de 1 a 6 años).
d. Que el proceso educativo es un todo coherente y dotado de continuidad (de 1 a 24 años) con sus períodos de especificidad y,
e. Por su importancia, como elemento que será retomado con posterioridad, la idea de aprendizaje auto activo (autopraxia y autocrecia, ejercicio individual de lo aprendido y su aplicación).
A Comenio se debe la expresión “escuela maternal” (Didáctica magna, 1631) que en su teoría de las tres vidas del hombre (uterina, terrena y celestial) subraya la importancia de la primera edad, la que empieza con el acto de la concepción y cubre los primeros seis años de vida.
Para ayudar a los padres plantea la utilidad de un “Informatorium scholae maternae” que luego escribió con el título Schola infantiae, sive de próvida juventitutis in primo sexenio educatione, en 12 capítulos. Sin embargo, Comenio no piensa en la escuela maternal como la entendemos nosotros, es decir, en una institución educativa promovida por la sociedad, técnicamente dispuesta y preparada para acoger niños fuera de la familia.
El pensamiento de Comenio pertenece a la pedagogía de la infancia, no se dirige a una escuela de la infancia. Es un argumentar sobre la conciencia educativa que debe ser patrimonio de los padres (y de manera especial y natural de la madre) o que los padres puedan adquirir.
Posteriormente, la sugestiva expresión de “escuela maternal” vuelve con Pauline Kergomard en Francia al nacer efectivamente las escuelas infantiles. En Italia, éstas se llamarán “escuelas maternales” después de la primera guerra mundial, nombre que luego se generalizará.
A su vez, el inglés John Locke (1632-1704) en sus “Pensamientos acerca de la educación”, parte de los objetos, no de las sombras de los objetos. Su objetivo está centrado en la educación de la nobleza: nada de palabrerío hueco ni de metodologías puramente expositivas.
Este pensador empirista (opuesto a las ideas innatas, y defensor de que todo conocimiento proviene de los sentidos) sostuvo que el estudiante noble debía aprender geografía, aritmética, historia, derecho civil, hasta aprender el oficio manual, es decir, que los contenidos de la enseñanza debían basarse en una pedagogía utilitaria, planteada en términos de experiencia personal y de observación directa.
John Milton (1608-1674), autor del Paraíso perdido, señala las deficiencias educativas de la población trabajadora, critica a la iglesia encargada de los bienes materiales en lugar de fundar escuelas, a la par señala que las instituciones gubernamentales descuidan una de sus obligaciones de mayor importancia social, como es la educación de los jóvenes.
La ciencia positivista considera legítimo aquel proceso de generalización que permite proyectar la ley inductivamente recabándola de la multiplicidad de los acontecimientos considerados. Así, se subraya sustancialmente la uniformidad de la educación, repetitiva e irremediablemente negada a individuarse en los individuos.
Si se considera alcanzado el nivel científico, y con él la autonomía testimoniada por la traducción de los hechos educativos en normas, no parece que pueda haber distinción, a nivel formal, entre la pedagogía y las otras ciencias, pues todas ellas se constituyen con criterios y con modalidades de tipo naturalista, mecanicista; sólo parece posible una distinción referida al objeto que, para la pedagogía, es la educación entendida como adaptación a las exigencias de la vida psicosociológica.
El saber científico de nuestros tiempos supera esta perspectiva: no es el objeto el que distingue una ciencia de la otra, sino más bien el método o la modalidad. Esto comporta la dificultad de una clara distinción entre ciencia y teoría, así como comporta la dificultad de asignar a cada ciencia su estatuto epistemológico.
Además, falta la referencia explícita al qué de la ciencia, especialmente cuando de ésta se subraya no ya lo sabido, sino más bien la investigación, que cada vez vuelve a poner en discusión el todo. Si la ciencia del pasado parece garantizarse en referencia a su objeto, que se convierte en lo suyo conocido, aunque sea progresivamente, la nueva ciencia se presenta ya como búsqueda (y por tanto construcción progresiva de su objeto pero también provisional), ya como conocimiento del cómo se manifiestan determinados acontecimientos, sin que con esto se pretenda responder a la cuestión de qué son.
La pedagogía experimental ciertamente es pedagogía, pero no es toda la pedagogía. ¿Dónde se coloca lo que está más allá del límite experimental o tecnológico?
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