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miércoles, 2 de diciembre de 2009

ROSACRUCES


DIOS Y EL COSMICO
Por Harvey S. Lewis, F.R.C.

Los Rosacruces hablan oficialmente de dios, como el Dios de nuestros Corazones. Esto se debe a que el rosacruz sabe que cada uno de nosotros tiene, indudablemente, una interpretació n de Dios ligeramente diferente y por lo tanto más satisfactoria. La única manera de sentir y comprender a Dios es por medio del entendimiento interior de nuestro yo psíquico y emocional. El Dios de mi corazón es indudablemente diferente del Dios de tu corazón y del Dios del corazón de cada individuo. El Dios que se crea nuevamente a sí mismo y que se me revela en mi yo interno es el único Dios de mi corazón que puedo conocer; Él es el Dios de mi corazón, lo mismo que el Dios del universo. Si tu o yo tratamos de adoptar el Dios de la comprensión de otra persona, va a ser más difícil de comprender, que el Dios que vive y palpita y se mueve y tiene su propio ser en nuestra propia conciencia.

Por lo tanto, no trato de interpretar a Dios, excepto para decir que es el Supremo Creador, el Gran Arquitecto, el Padre Divino de todas las criaturas, el Creador de lo increado y el Fundador del universo, el Dios de nuestro corazón; omnipotente, omnipresente y omnisciente, el Único Dios que vive eternamente.

El Cósmico, por otra parte, es una divina conciencia o una suprema conciencia compuesta por leyes, reglas y reglamentos. No es un gobernante, sino los decretos escritos o establecidos por el Gobernante del universo. No es el Creador, sino el proceso mediante el cual se cumplen las leyes y principios del Creador. No es Dios, sino la Conciencia de Dios extendida por todo el universo como un poder mental que funciona y lleva a cabo los deseos de Dios.

En un principio, cuando Dios creo todo lo que existe, estableció El ciertas reglas, leyes y principios que son los procedimientos activos y los métodos para el funcionamiento sistemático e impersonal de este universo. Estos principios, reglas y procedimientos constituyen el Cósmico, y aunque están relacionados con Dios, no son Dios, sino más bien un factor separado o un poder separado, por lo que respecta a identidad. Para hacerte esto mas claro, supongamos que una gran mente de alto poder y educación, ingreso a un país subdesarrollado y no bien establecido en este mundo, y todavía en estado virgen y primitivo. Digamos que esta gran mente se estableció como rey o señor sobre esta tierra y procedió a crear en ella una verdadera civilización y hacer que las cosas crecieran y vivieran y se desarrollaran en este país con sistema y orden. Y supongamos que desde el mismo momento en que este señor se posesiono de este país, estableció ciertas leyes y principios que deben ser eternamente inmutables y fijos y a los cuales toda cosa viviente y toda criatura estaría sujeta, sin ninguna escapatoria posible.

Digamos que él escribió todas estas leyes inmutables y todos estos estatutos y mandamientos, (estos no tienen nada que ver con los mandamientos de las distintas religiones), procedimientos, reglamentos y principios en un gran libro que él llamo el “Cósmico”. Lo hubiera podido llamar el “Libro de las Leyes”, el “Libro de la Constitución” o el “Plan Divino de la Consciencia Universal”. Y supongamos que dio a este gran libro el poder creador, la vitalidad, la esencia, la energía, la inteligencia y la mente de su propio ser, para que pudiera llevar a cabo las leyes escritas en sus paginas, hacerlas cumplir, ponerlas a funcionar y cuidar de que prevalecieran automática, sistemática y universalmente. O supongamos que este gran señor nombro un consejo supremo ejecutivo que lo representara, compuesto por cien mentes inteligentes con el poder de hacer cumplir leyes y reglamentos, y llevar a cabo sus principios y decretos fundamentales en este nuevo mundo. Supongamos, también, que él llamo a este consejo o gabinete el “Cósmico”. Y supongamos que el señor dejo a este “Cósmico” la tarea de hacer cumplir todo lo que él estableció originalmente como una ley inmutable. Difícilmente podríamos llamar al “Cósmico” Dios, y difícilmente creeríamos que el “Cósmico” es Dios o una parte verdadera de Dios; sin embargo, la relación entre este “Cósmico” y Dios seria verdaderamente intima.

Supongamos, por otra parte, que el Señor se ha reservado el derecho y el privilegio de interceder o intervenir y de mostrar misericordia cuando él lo crea necesario. Y supongamos que él no otorgo al Cósmico, o a su gabinete, o a la mente universal de su gran libro de leyes, ningún privilegio de intervención, o ningún privilegio de cambiar o modificar ni una sola ley. Aquí tendríamos dos poderes gobernantes que funcionarían en este país: uno seria el señor mismo, supremo por encima de todo; el otro estaría constituido pos sus leyes y procedimientos establecidos que funcionarían sin modificación o parcialidad y que automáticamente llevarían a cavo las ideas originales y fundamentales  de Dios. No habría rivalidad alguna entre estos dos grandes poderes, porque el creador de todas las cosas podría despojar instantáneamente al Cósmico de toda autoridad y poder.

A medida que este nuevo país o este universo entero progresara y los hombres comenzaran a hacer cosas, vivirían de acuerdo con las reglas del Cósmico, o bien las desobedecerían. Si las desobedecieran el Cósmico infligiría automáticamente su rechazo, o imprimiría su consejo bajo la forma de algún sufrimiento o de algún medio para llamar la Atención acerca de los errores cometidos. Esto se haría independientemente de la consideración o atención personal de Dios. Por otra parte, si el hombre quisiera rezar o entrar en armonía con Dios y buscar su intervención, buscar su perdón o su ayuda, tendría él el privilegio de hacerlo. Él podría lograr que los reglamentos del Cósmico fueran apartados temporalmente en su propio caso, gracias a la sabiduría superior y misericordia de Dios.

En todas las cosas que experimentamos desde el comienzo de la vida hasta su vida, estamos en contacto con los mandatos, reglas, instrucciones, o inclinaciones del Cósmico, o bien de Dios. Indudablemente, Dios interviene en la vida de muchos y dirige su curso, e interviene y suspende una regla del Cósmico o una decisión tomada por la mente Cósmica. Él permite que el individuo, por la Gracia Divina, experimente algo que el Cósmico no le habría otorgado. Esto nos lo ha asegurado Dios, y la oración y la comunicación con Él son los canales por medio de los cuales podemos apelar y buscar esa intervención Divina. Pero en todos los asuntos ordinarios, las leyes inmutables y establecidas del Cósmico prevalecen y afectan nuestra vida.

Cuando hacemos el bien, acumulamos bien para nosotros en los anales del Cósmico, El Cósmico está entonces listo, a su debido tiempo, para recompensarnos y otorgar sus bendiciones sobre nosotros, como una compensación automática por lo que hemos hecho. Si hacemos mal, este queda pendiente en los anales Cósmicos y en algún momento, de alguna manera, el Cósmico exige un ajuste o una compensación automática. Por lo tanto, podemos ver que cuando alguna bendición inusitada llega a nuestra vida, ella ha venido a través de Dios o a través del Cósmico. Si procede de Dios será en forma de una intervención divina, como contestación a nuestras plegarias, si procede del Cósmico será una compensación automática por lo que hemos merecido.

Por eso es que hablamos de Dios y del Cósmico en relación con los asuntos que llenan la vida de los hombres y las mujeres y todas las criaturas vivientes.

                                                                                                                   

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