La persona ha de ser concebida como sujeto que se debe auto-configurar responsablemente a través del intercambio dialéctico educativo. (Freire)
Según T. W. Moore, “la filosofía de la educación consiste básicamente en formular un comentario crítico sobre la teoría educativa, y ésta, a su vez, consiste en varias teorías de diferentes alcances y niveles de complejidad, que van desde teorías simples sobre enseñanza hasta teorías de gran escala aliadas o asociadas con alguna posición social, política o religiosa” (Introducción a la filosofía de la educación, 1996).
A lo largo del trabajo consideramos los planteamientos que pretenden sustentar la teoría educativa, haciendo referencia a aquellas escuelas, corrientes y movimientos que se han afirmado históricamente. En una visión sintética intentaremos comprender aquellos aspectos de la práctica educativa que han influido más directamente en la caracterización de los mismos hechos culturales, y así señalar lo que interesa evidenciar más explícitamente a la pedagogía:
1. Si el problema de los fines y los objetivos o el de los métodos y los procedimientos;
2. Si la temática del sujeto y de la relación educativa o la de la posible conexión entre el saber concerniente a la educación y los otros saberes que tienen como objeto al hombre (o toda la realidad)
Jorge Hegel (1770-1831), en forma simple, distinguía tres edades correspondientes al progresivo despertarse del Espíritu ante el conocimiento de su poder creador. En la primera educación, el Espíritu “está todavía inmerso en la naturaleza” por lo cual “uno solo es libre”. Esta es la educación representada por el mundo oriental. La segunda educación es aquella en la que el Espíritu llega a conocer, pero sólo imperfecta y parcialmente su libertad, por lo cual, en ella “algunos son libres”. Esta segunda educación está representada por el mundo greco-romano. En la tercera educación, el espíritu se eleva “de la libertad particular a la pura universalidad (el hombre como tal es libre), a la conciencia de sí y al sentimiento de sí de la esencia de la espiritualidad”. Tal educación esta representada por el mundo cristiano-germánico (Filosofía de la historia).
Tanto Hegel, como otros, han defendido con decisión y nitidez que “el individuo debe volver a recorrer los grados de formación del Espíritu universal, también según el contenido, pero como figuras ya depuestas del Espíritu... Desde el punto de vista del individuo, su formación consiste en la conquista de lo que encuentra ante sí, consiste en asumir su naturaleza inorgánica y apropiársela” (Fenomenología del Espíritu).
Johann Friederich Herbart (1776-1841) es considerado el padre de la ciencia pedagógica por sus diferentes escritos sobre ella y su dedicación. Admiró el método pestalozziano, pues observó que el hombre ”es educado incesantemente por las circunstancias: necesita del arte que lo fabrique, que lo construya, de modo que adquiera la forma justa”; entendió que el método pestalozziano consistía en eso, “en que más que ningún otro método precedente comprende que es necesario edificar el espíritu infantil, construirle una experiencia determinada y claramente intuida; no actuar como si el niño tuviese ya experiencia, sino cuidar que obtenga experiencia”. (Citado por N. Abbagnano y A. Visalberghi en Historia de la Pedagogía)
En oposición al idealismo, se proclama como un realista, sea porque construye su doctrina sobre la teoría de los “reales”, sea porque considera que todo se debe basar en la experiencia. Pues el conocimiento metafísico es posible en cuanto es confirmado a través del estudio profundo de la experiencia, tanto interna (psicología) como externa (filosofía de la naturaleza), dado que las relaciones entre reales se barruntan en las relaciones entre los fenómenos, aún cuando la esencia de los reales permanezca oculta en nosotros.
Los reales son existencias autosuficientes y autónomas, entre las que sólo puede establecerse relaciones accidentales. En efecto, a toda relación comprometedora, a todo choque con otros reales, reaccionan con un acto de auto-conservación. También las representaciones son actos de este tipo con los que ciertos reales simples o almas reaccionan al chocar con la realidad que les es externa.
Si la ética tiene una función normativa, la metafísica es considerada por Herbart como simplemente constatativa de la realidad: cada real está en relación con los otros reales; de tales relaciones se determinan, para aquel real que es el yo (o alma), las representaciones que se ilustran en base a la doctrina psicológica del asociacionismo.
Así pues, si la ética permite proyectar los fines de la vida humana (y por consiguiente los objetivos de la educación), la psicología nos presenta la situación de la existencia humana, de manera que el problema pedagógico se reconduce sustancialmente a un problema de método: qué procedimientos seguir para llegar a los fines, basándose en el dato psicológico.
Los medios propuestos por Herbart son tres: el gobierno (la disciplina), la enseñanza y la educación. Al no haber educación sin enseñanza, toda enseñanza es educativa en la medida que el carácter moral se constituye en virtud del contenido representativo del conocer, que es el primum de la educación. No por esto acepta el enciclopedismo nocionista: él busca las condiciones para un interés multilateral, a fin de que en la multiplicidad de las indicaciones no se pierda de vista la unidad que une las representaciones.
Sobre la base del interés se construye la cultura, que se realiza a través de los cuatro momentos: el observar, el prestar atención, el exigir, y el actuar. Por ello, el procedimiento didáctico parte de lo concreto (particular) para llegar a lo abstracto (lo universal), se precisa como claridad (intuición), asociación (confrontación), sistematización (generalización) y aplicación (didáctica). Herbart distingue dos direcciones de interés:
1) La cognoscitiva (interés empírico, especulativo y estético), y
2) La participativa (interés simpatético, social y religioso).
En el ámbito de los primeros intereses, la enseñanza debe mostrar, unir, enseñar y filosofar; en el ámbito de los segundos, la enseñanza será intuitiva, continua, elevada y penetrante. Cosas, formas y signos constituyen el contenido de la enseñanza. La didáctica se individua en los momentos del análisis y de la síntesis.
La educación del carácter resulta del encuentro del dato temperamental del yo con la valoración subjetiva que consigue hacer en una situación. Las cualidades del carácter son: la firmeza, la solidez y la vulnerabilidad; la acción formativa corresponde a la cultura moral, que interviene de manera inmediata (por medio de la enseñanza) o inmediata (sobre el mismo carácter) en las cuatro etapas sujetas a la educación: la infancia, la niñez, la adolescencia y la juventud.
Junto a esta metódica general, se plantea una didáctica particular “sobre el tratamiento de objetos especiales de enseñanza”, y se refiere a la historia, a la geografía, a las matemáticas, a las ciencias naturales y a las lenguas. Recuerda que el pedagogo debe retornar la educación a la familia.
Es innegable el carácter sistemático de un saber que se traduce en didáctica. Con todo, no se puede negar que, al margen del éxito histórico de Herbart y su influencia en la organización escolar mundial, el excesivo esquematismo hace fácil el paso a un didactismo y a una normatividad analítica que se encuentran sobre todo en los discípulos menos provistos de genialidad educativa.
Los planteamientos de Herbart han dado lugar a un herbartismo formalista, contra el que se han ensañado los defensores de una educación de tipo activo, inventivo y creativo.
Sobre el particular, Dante Morando afirma que “en su tentativa de o, como decía Pestalozzi, de , Herbart partía del concepto de que el alma era una tabula rasa, privada no sólo de ideas innatas, sino también de facultades activas. El espíritu estaba considerado entonces como meramente pasivo y receptivo de todo” (Pedagogía, Historia crítica del problema educativo, 1969)
Jorge Capella Riera, en su importante obra “Educación, Planteamientos para la formulación de una teoría” (1983), con sensata y analítica documentación, habla justamente de “planteamientos” y no de teorías, por ello propone algunos planteamientos como:
-la “perspectiva biopsicológica”;
-la “perspectiva psicosocial”;
-la “perspectiva socioeconómica y política”; y
-lo que él denomina “planteamientos que se desprenden del análisis dimensional de la educación como sistema”.
Para una orientación general, y muy sucintamente, enunciamos algunos planteamientos de la biología, sociología y psicología a la construcción de alguna propuesta de teorización en educación.
Según T. W. Moore, “la filosofía de la educación consiste básicamente en formular un comentario crítico sobre la teoría educativa, y ésta, a su vez, consiste en varias teorías de diferentes alcances y niveles de complejidad, que van desde teorías simples sobre enseñanza hasta teorías de gran escala aliadas o asociadas con alguna posición social, política o religiosa” (Introducción a la filosofía de la educación, 1996).
A lo largo del trabajo consideramos los planteamientos que pretenden sustentar la teoría educativa, haciendo referencia a aquellas escuelas, corrientes y movimientos que se han afirmado históricamente. En una visión sintética intentaremos comprender aquellos aspectos de la práctica educativa que han influido más directamente en la caracterización de los mismos hechos culturales, y así señalar lo que interesa evidenciar más explícitamente a la pedagogía:
1. Si el problema de los fines y los objetivos o el de los métodos y los procedimientos;
2. Si la temática del sujeto y de la relación educativa o la de la posible conexión entre el saber concerniente a la educación y los otros saberes que tienen como objeto al hombre (o toda la realidad)
Jorge Hegel (1770-1831), en forma simple, distinguía tres edades correspondientes al progresivo despertarse del Espíritu ante el conocimiento de su poder creador. En la primera educación, el Espíritu “está todavía inmerso en la naturaleza” por lo cual “uno solo es libre”. Esta es la educación representada por el mundo oriental. La segunda educación es aquella en la que el Espíritu llega a conocer, pero sólo imperfecta y parcialmente su libertad, por lo cual, en ella “algunos son libres”. Esta segunda educación está representada por el mundo greco-romano. En la tercera educación, el espíritu se eleva “de la libertad particular a la pura universalidad (el hombre como tal es libre), a la conciencia de sí y al sentimiento de sí de la esencia de la espiritualidad”. Tal educación esta representada por el mundo cristiano-germánico (Filosofía de la historia).
Tanto Hegel, como otros, han defendido con decisión y nitidez que “el individuo debe volver a recorrer los grados de formación del Espíritu universal, también según el contenido, pero como figuras ya depuestas del Espíritu... Desde el punto de vista del individuo, su formación consiste en la conquista de lo que encuentra ante sí, consiste en asumir su naturaleza inorgánica y apropiársela” (Fenomenología del Espíritu).
Johann Friederich Herbart (1776-1841) es considerado el padre de la ciencia pedagógica por sus diferentes escritos sobre ella y su dedicación. Admiró el método pestalozziano, pues observó que el hombre ”es educado incesantemente por las circunstancias: necesita del arte que lo fabrique, que lo construya, de modo que adquiera la forma justa”; entendió que el método pestalozziano consistía en eso, “en que más que ningún otro método precedente comprende que es necesario edificar el espíritu infantil, construirle una experiencia determinada y claramente intuida; no actuar como si el niño tuviese ya experiencia, sino cuidar que obtenga experiencia”. (Citado por N. Abbagnano y A. Visalberghi en Historia de la Pedagogía)
En oposición al idealismo, se proclama como un realista, sea porque construye su doctrina sobre la teoría de los “reales”, sea porque considera que todo se debe basar en la experiencia. Pues el conocimiento metafísico es posible en cuanto es confirmado a través del estudio profundo de la experiencia, tanto interna (psicología) como externa (filosofía de la naturaleza), dado que las relaciones entre reales se barruntan en las relaciones entre los fenómenos, aún cuando la esencia de los reales permanezca oculta en nosotros.
Los reales son existencias autosuficientes y autónomas, entre las que sólo puede establecerse relaciones accidentales. En efecto, a toda relación comprometedora, a todo choque con otros reales, reaccionan con un acto de auto-conservación. También las representaciones son actos de este tipo con los que ciertos reales simples o almas reaccionan al chocar con la realidad que les es externa.
Si la ética tiene una función normativa, la metafísica es considerada por Herbart como simplemente constatativa de la realidad: cada real está en relación con los otros reales; de tales relaciones se determinan, para aquel real que es el yo (o alma), las representaciones que se ilustran en base a la doctrina psicológica del asociacionismo.
Así pues, si la ética permite proyectar los fines de la vida humana (y por consiguiente los objetivos de la educación), la psicología nos presenta la situación de la existencia humana, de manera que el problema pedagógico se reconduce sustancialmente a un problema de método: qué procedimientos seguir para llegar a los fines, basándose en el dato psicológico.
Los medios propuestos por Herbart son tres: el gobierno (la disciplina), la enseñanza y la educación. Al no haber educación sin enseñanza, toda enseñanza es educativa en la medida que el carácter moral se constituye en virtud del contenido representativo del conocer, que es el primum de la educación. No por esto acepta el enciclopedismo nocionista: él busca las condiciones para un interés multilateral, a fin de que en la multiplicidad de las indicaciones no se pierda de vista la unidad que une las representaciones.
Sobre la base del interés se construye la cultura, que se realiza a través de los cuatro momentos: el observar, el prestar atención, el exigir, y el actuar. Por ello, el procedimiento didáctico parte de lo concreto (particular) para llegar a lo abstracto (lo universal), se precisa como claridad (intuición), asociación (confrontación), sistematización (generalización) y aplicación (didáctica). Herbart distingue dos direcciones de interés:
1) La cognoscitiva (interés empírico, especulativo y estético), y
2) La participativa (interés simpatético, social y religioso).
En el ámbito de los primeros intereses, la enseñanza debe mostrar, unir, enseñar y filosofar; en el ámbito de los segundos, la enseñanza será intuitiva, continua, elevada y penetrante. Cosas, formas y signos constituyen el contenido de la enseñanza. La didáctica se individua en los momentos del análisis y de la síntesis.
La educación del carácter resulta del encuentro del dato temperamental del yo con la valoración subjetiva que consigue hacer en una situación. Las cualidades del carácter son: la firmeza, la solidez y la vulnerabilidad; la acción formativa corresponde a la cultura moral, que interviene de manera inmediata (por medio de la enseñanza) o inmediata (sobre el mismo carácter) en las cuatro etapas sujetas a la educación: la infancia, la niñez, la adolescencia y la juventud.
Junto a esta metódica general, se plantea una didáctica particular “sobre el tratamiento de objetos especiales de enseñanza”, y se refiere a la historia, a la geografía, a las matemáticas, a las ciencias naturales y a las lenguas. Recuerda que el pedagogo debe retornar la educación a la familia.
Es innegable el carácter sistemático de un saber que se traduce en didáctica. Con todo, no se puede negar que, al margen del éxito histórico de Herbart y su influencia en la organización escolar mundial, el excesivo esquematismo hace fácil el paso a un didactismo y a una normatividad analítica que se encuentran sobre todo en los discípulos menos provistos de genialidad educativa.
Los planteamientos de Herbart han dado lugar a un herbartismo formalista, contra el que se han ensañado los defensores de una educación de tipo activo, inventivo y creativo.
Sobre el particular, Dante Morando afirma que “en su tentativa de
Jorge Capella Riera, en su importante obra “Educación, Planteamientos para la formulación de una teoría” (1983), con sensata y analítica documentación, habla justamente de “planteamientos” y no de teorías, por ello propone algunos planteamientos como:
-la “perspectiva biopsicológica”;
-la “perspectiva psicosocial”;
-la “perspectiva socioeconómica y política”; y
-lo que él denomina “planteamientos que se desprenden del análisis dimensional de la educación como sistema”.
Para una orientación general, y muy sucintamente, enunciamos algunos planteamientos de la biología, sociología y psicología a la construcción de alguna propuesta de teorización en educación.
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