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lunes, 7 de diciembre de 2009

VI BALOMA: LOS ESPIRITUS DE LOS MUERTOS EN LAS ISLAS TROBIAN


VI

Todos estos datos, referidos a las relaciones existentes entre los baloma y los vivos, constituyen, de alguna manera, una digresión del relato de la vida post mortem de los espíritus en Tuma y a tal exposición retornamos ahora.
Habíamos dejado a los baloma instalados en su nueva existencia en el mundo del más allá y más o menos consolados en lo que atañe a lo que habían abandonado en la tierra, casándose, muy probablemente, entre sí otra vez y creando nuevos lazos y relaciones. Si el hombre muere joven su baloma también será joven, pero con el tiempo entrará en años y finalmente también su vida en Tuma acabará. Si el hombre ya era viejo al momento de morir, su baloma es viejo y, tras cierto tiempo, su vida en Tuma cesará también.  En todos los casos el final de la vida del baloma en Tuma comporta una crisis importantísima en el ciclo de su existencia. ésta es la razón por la que he evitado usar del término «muerte» para describir el fin de los baloma .
Daré ahora una simple versión de estos sucesos y trataré los detalles a continuación. Cuando el baloma envejece, pierde los dientes y la piel se le torna floja y arrugada, va entonces a la playa  y se baña en el agua del mar, con lo que abandona su piel, exactamente del modo que lo haría un ofidio, y se convierte de nuevo en un niñito, de hecho en un embrión o waiwaia, término que se aplica a los niños in utero e inmediatamente después de nacer. Un baloma hembra ve entonces a este waiwaia; lo recoge y lo coloca ya en una cesta ya en una hoja de coco doblada y plegada (puatai). Lleva así a ese pequeño ser a Kiriwina y lo coloca en el útero de alguna mujer, insertándolo en él per vaginam. Entonces esa mujer se torna encinta (nasusuma).
Éste es el relato que obtuve del primero de los informadores que me habló del tema. Implica dos importantes hechos psicológicos: la creencia en la reencarnación y la ignorancia de las causas fisiológicas del embarazo. Trataré ahora estos dos temas a la luz de detalles obtenidos en investigaciones ulteriores.
Ante todo digamos que todos los nativos de Kiriwina conocen, y sobre ello no albergan ni la sombra de una duda, las proposiciones siguientes: la causa real del embarazo es siempre un baloma que se inserta o penetra en el cuerpo de una mujer, y sin cuya existencia ésta no quedaría preñada; todos los niños se hacen o vienen a la existencia (ibubulisi) en Tuma. Estos dogmas constituyen el principal estrato de lo que podemos apellidar la creencia popular o universal. Si se pregunta a cualquier hombre, mujer, o incluso a un niño inteligente, se obtendrá siempre esa información. Pero los detalles complementarios ya no son tan universalmente conocidos; se obtendrá un hecho aquí y un detalle allá y algunos de ellos serán contradictorios. Ninguno, sin embargo, parece estar particularmente claro en la mente del aborigen, si bien resulta obvio de ciertas manifestaciones que algunas de tales creencias influyen en la conducta y están relacionadas con alguna costumbre de los nativos.
En primer lugar remitámonos a la naturaleza de esos «niños espíritus» o waiwaia.  Es menester tener presente que, como es general en las aserciones dogmáticas, los nativos dan por concedidas muchas cosas y no se molestan en exponer definiciones claras o en imaginar detalles muy concretos y vivos. La más natural de las suposiciones, a saber, que el «niño espíritu» es un niñito sin desarrollar, un embrión, es la que se encuentra con más frecuencia. El término waiwaia, que significa embrión o niño que aún está en el útero, se aplica también a los «niños espíritus» todavía no encarnados. Además, en una discusión en la que varios varones trataban este tema, afirmaron algunos que el hombre, tras su transformación en Tuma se convierte nada más que en una suerte de «sangre», o sea buia'i, pero no estaban seguros de la manera en la que tal líquido pudiese ser consecuentemente transportado. Sin embargo, el término buia'i parece tener una connotación ligeramente más amplia que la sangre fluida puramente y, en este caso, puede significar algo semejante a carne.
Otro ciclo de creencias e ideas en torno a la reencarnación implica una pronunciada asociación entre la mar y los espíritus niños. Así, varios informadores me dijeron que, tras su transformación en waiwaia, el espíritu se dirige al mar. La primera versión que obtuve (la citada arriba) implica que el espíritu, tras haberse bañado en la playa y tornarse por ello joven, es recogido inmediatamente por un baloma hembra y trasladado a Kiriwina. Otras explicaciones afirman que el espíritu, una vez transformado, se va al mar y habita allí por algún tiempo. A esta versión se le añaden diversos corolarios: así, en todos los poblados costeros de la vertiente norte de la isla (en donde recogí esta información), todas las muchachas solteras adultas observan ciertas precauciones a la hora del baño. Se supone que los espíritus niños están escondidos en el popewo o espuma marina flotante y también en algunas piedras llamadas dukupi. Las tales son arrastradas por grandes troncos de árboles (kaibilabala) y pueden quedar prendidas en las hojas secas (libulibu) que flotan en la superficie. De esta forma, cuando el viento sopla y la marea se acerca plena de tales residuos las muchachas temen bañarse en el mar, principalmente con marea alta. Además, es el caso de que si una mujer casada quiere concebir, puede golpear las piedras dukupi para inducir así al oculto waiwaia a que penetre en su matriz. Sin embargo, tal cosa no es una acción ceremonial.
En los poblados del interior de la isla, la asociación entre concepción y baño es también conocida. Recibir el waiwaia mientras se están bañando parece ser, para aquellas mujeres, la manera más común de quedar preñadas. Es frecuente que una mujer sienta al bañarse que algo la ha tocado o incluso herido, Entonces dirá: «me ha mordido un pez». De hecho es que el waiwaia que ha entrado o ha sido inserto en ella.
Otra importantísima relación entre la creencia en que el waiwaia habita en el mar y la concepción viene expresada por la única ceremonia relevante relativa al embarazo. En torno a los cuatro o cinco meses de los primeros síntomas de su preñez, la mujer comienza a observar ciertos tabúes Y, al mismo tiempo, se tejerá una amplia y larga dobe (faldilla de hierba) que en este caso se llama saikeulo que habrá de llevar hasta el parto. Esta faldilla será hecha por algunos deudos femeninos, que también oficiarán cierta magia sobre el objeto para que sirva de beneficio a la criatura. La mujer será llevada al mar ese mismo día y allí otros parientes de la misma clase de los que tejieron el saikeulo harán que tome un baño de agua salada. Un sagali (distribución ceremonial de comida) sigue a esas acciones.
La usual explicación del u'ula (razón) de tal ceremonia es que la tal «tornará blanca la piel de la mujer» y esto facilitará el nacimiento del pequeño.  Sin embargo, en el poblado costero de Kavataria se me afirmó de manera rotunda que la ceremonia del kokuwa estaba relacionada con la encarnación de los espíritus niños. La opinión que expuso uno de mis informadores fue que, durante el primer estadio del embarazo, el waiwaia aún no había penetrado realmente en el cuerpo de la mujer, sino que lo que había era meramente una suerte de preparación para la recepción de éste. A continuación, durante la ceremonia del baño, el niño-espíritu penetraba en el cuerpo de la mujer. No sé si esta interpretación que expuso aquel hombre era sólo su opinión personal o bien una creencia universal de los poblados costeros, si bien estoy inclinado a creer que el hecho representa un aspecto de la creencia de los aborígenes de la costa. Con todo, es menester destacar enfáticamente que tal interpretación fue del todo desdeñada por mis informadores de los poblados del interior, quienes también señalaron la contradicción de que esta ceremonia se celebre ya durante el embarazo, o sea, una vez que hacía tiempo ya que el waiwaia hubiese sido insertado en el útero materno. Es característico que toda incongruencia sea sacada a luz en opiniones que no son las del que informa, mientras que inconsecuencias semejantes se consideren de modo mucho menos estricto en las propias opiniones: es notable que en este punto los nativos no sean ni una brizna más congruentes o intelectualmente más honestos que las gentes civilizadas.
Aparte de la creencia en la reencarnación por la acción del mar, la opinión de que el waiwaia es inserto por un baloma es la prevalente. Estas dos ideas se funden en la versión de que el baloma que inserta el waiwaia realiza esto bajo el agua. El baloma se le aparece con frecuencia en sueños a la futura madre, quien dirá a su esposo «he soñado que mi madre [o mi tía materna, o mi hermana mayor o mi abuela] insertaba un niño en mi cuerpo; los pechos se me están hinchando». Como regla general, es un baloma hembra el que se aparece en sueños y trae consigo el waiwaia, aunque puede ser un hombre, siempre y cuando tal baloma esté siempre en el veiola (o sea, entre los parientes maternos) de la mujer. Son muchos los que saben quién les insertó a ellos en el cuerpo de sus madres. Así, por ejemplo, To'uluwa, el jefe de Omarakana, fue impuesto en su madre (Bomakata) por Buguabuaga, uno de sus tabula («abuelos»; en este caso se trataba del hermano de la madre de su madre).  También Bwoilagesi, la mujer mencionada en la p. 49, la que suele ir a Tuma, tuvo a su hijo inserto por Tomnavabu, su Kadala (hermano de su madre). La esposa de Tukulubakiki, Kuwo'igu, sabe que fue su madre quien se allegó a ella y le entregó el pequeño, una niña que ahora tiene unos doce meses de edad. Conocimiento tal sólo es posible en los casos en que el baloma se aparece en sueños a la mujer y le dice que va a insertar en su cuerpo un waiwaia. Por supuesto que tales anunciaciones no figuran en el programa; de hecho la mayoría de los nativos no saben a quién deben su existencia.
Hay un rasgo sumamente relevante en las creencias con respecto a la reencarnación y a pesar de que las opiniones difieren en los demás detalles, este aspecto fue afirmado y constatado por todos mis informadores; y es el siguiente: que la división social, o sea el clan, y el subclán del individuo, se conserva a lo largo de todas sus transformaciones. El baloma es el mundo del más allá, pertenece al mismo subclán que el hombre antes de morir, y la reencarnación se mueve también dentro de los límites estrictos del subclán. El baloma qué trae el waiwaia pertenece al mismo subclán que la mujer que lo recibe y, como acabamos de decir, tal baloma es, invariablemente, un cercano veiola de aquélla, y se consideraba de todo punto imposible que tal regla tuviera una excepción, o que un individuo pudiera cambiar de subclán en el ciclo de las reencarnaciones.
Hasta aquí por lo que respecta a tal creencia. Si bien se trata de una que es universal y popular, esto es, que es conocida por todos, no desempeña, empero, ningún papel de peso en la vida social. Únicamente el detalle que hemos mencionado en último lugar, o sea, la persistencia de los lazos de parentela a lo largo de todo el ciclo, es decididamente una creencia que ilustra la fuerza de la división social y la calidad decisiva de pertenecer a uno de sus grupos. Y a la inversa, tal creencia ha de reforzar los lazos.

Compárense estos datos con la «ignorancia de la muerte natural» de la que hablamos arriba. En tal ignorancia es menester distinguir: 1) la ignorancia de la necesidad de la muerte, de que la vida tenga un fin; y 2) la ignorancia de las causas naturales de la enfermedad, tal cual las concebimos nosotros. Sólo es esta segunda ignorancia la que parece ser del todo prevalente, pues siempre se da por supuesta la acción de hechiceros malignos, excepto quizás en los casos, mencionados arriba, de gentes muy ancianas e insignificantes.
Suma es la raíz de embarazo; nasusuma, una mujer encinta; isume, ella queda preñada. No hay término que denote la concepción en cuanto distinta del embarazo. El significado general de suma es «coger», «tomar posesión de».
Estoy usando la expresión «espíritu niño» a guisa de término técnico. Éste fue el que utilizaron Spencer y Gillen para referirse a seres análogos en Australia, en donde este tipo de reencarnación fue descubierto por primera vez. Hasta qué punto los hechos constatados en Kiriwina están etnográfica o psicológicamente relacionados con los descritos por Spencer y Gillen es algo que no va a ser tratado aquí.



Obtuve esta información de una mujer de la costa occidental. Supongo que pertenecía al poblado de Kavataria. El, señor G. Auerbach, un traficante de perlas que reside en Sinaeta, poblado costero de la mitad sur de la isla, me contó que hay allí varias piedras a las que una mujer que desea quedar encinta puede recurir. Mi informador no pudo decirme si tales actos eran ceremoniales o no.
Existe una notable norma que fuerza a la mujer a ejecutar toda suerte de prácticas para dejar su piel sumamente brillante después del parto. La mujer se queda en la choza, se pone el saikeulo sobre los hombros, se lava con agua caliente y es frecuente que extienda crema de coco sobre su piel. El grado de brillantez que se logra así es extraordinario. La ceremonia descrita arriba es una suerte de inauguración mágica del período en el que habrá de conservar brillante su piel.
Un esquema genealógico nos muestra la relación en un momento (Ver esquema pag 70): Los discos negros representan varones y los blancos, mujeres.
Compárense estos datos con la «ignorancia de la muerte natural» de la que hablamos arriba. En tal ignorancia es menester distinguir: 1) la ignorancia de la necesidad de la muerte, de que la vida tenga un fin; y 2) la ignorancia de las causas naturales de la enfermedad, tal cual las concebimos nosotros. Sólo es esta segunda ignorancia la que parece ser del todo prevalente, pues siempre se da por supuesta la acción de hechiceros malignos, excepto quizás en los casos, mencionados arriba, de gentes muy ancianas e insignificantes.
Suma es la raíz de embarazo; nasusuma, una mujer encinta; isume, ella queda preñada. No hay término que denote la concepción en cuanto distinta del embarazo. El significado general de suma es «coger», «tomar posesión de».
Estoy usando la expresión «espíritu niño» a guisa de término técnico. Éste fue el que utilizaron Spencer y Gillen para referirse a seres análogos en Australia, en donde este tipo de reencarnación fue descubierto por primera vez. Hasta qué punto los hechos constatados en Kiriwina están etnográfica o psicológicamente relacionados con los descritos por Spencer y Gillen es algo que no va a ser tratado aquí.

Obtuve esta información de una mujer de la costa occidental. Supongo que pertenecía al poblado de Kavataria. El, señor G. Auerbach, un traficante de perlas que reside en Sinaeta, poblado costero de la mitad sur de la isla, me contó que hay allí varias piedras a las que una mujer que desea quedar encinta puede recurir. Mi informador no pudo decirme si tales actos eran ceremoniales o no.
Existe una notable norma que fuerza a la mujer a ejecutar toda suerte de prácticas para dejar su piel sumamente brillante después del parto. La mujer se queda en la choza, se pone el saikeulo sobre los hombros, se lava con agua caliente y es frecuente que extienda crema de coco sobre su piel. El grado de brillantez que se logra así es extraordinario. La ceremonia descrita arriba es una suerte de inauguración mágica del período en el que habrá de conservar brillante su piel.
Un esquema genealógico nos muestra la relación en un momento (Ver esquema pag 70): Los discos negros representan varones y los blancos, mujeres.

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