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sábado, 2 de enero de 2010

CASO ABIMELEC (PARALIPOMENOS DE JEREMÍAS) -7-


Habló entonces Jeremías: "Por favor, Señor, muéstrame qué puedo hacer por Abimelec el etíope, que practicó muchas obras buenas con tu siervo Jeremías; pues él me sacó de la cisterna de lodo y no deseo que vea la destrucción y desolación de esta ciudad, sino que tengas compasión de él y no se vea afligido". Y dijo el Señor a Jeremías: "Envíalo a la viña de Agripa, y a la sombra del monte yo le protegeré hasta que yo haga que el pueblo retorne a la ciudad."...

Llegado el amanecer, Jeremías envió a Abimelec diciendo: "Coge la cesta, parte hacia la finca de Agripa por el camino de la montaña, trae unos pocos higos y entrégalos a los enfermos del pueblo, pues el favor del Señor está sobre ti y su gloria sobre tu cabeza". Tras decir esto, Jeremías le despidió; y Abimelec marchó según le había dicho."...
Abimelec, por su parte, llevó los higos bajo un Sol ardiente, por lo que al encontrarse un árbol se sentó bajo su sombra para descansar un poco. Y al reclinar su cabeza sobre la cesta de los higos se durmió, quedando dormido durante sesenta y seis años sin despertarse de su sueño. Y después, al levantarse de su sueño, dijo: "He dormido a gusto un rato, pero mi cabeza está pesada porque no he quedado saciado con mi sueño". Entonces, al destapar la cesta de los higos, los encontró destilando leche. Y dijo: "Quería dormir todavía un poco, porque mi cabeza esta pesada; pero tengo miedo, no sea que me duerma, tarde en despertarme y mi padre Jeremías me menosprecie, pues si no tuviera prisa no me habría enviado hoy de madrugada. Así, pues, me pondré en pie y caminaré bajo el ardiente Sol, pues ¿no hay ardiente Sol, no hay fatiga todos los días?". Levantóse, por tanto, tomó la cesta de los higos, se la echó a los hombros y marchó a Jerusalén, pero no la reconoció  ni su casa, ni su propio lugar , ni encontró a su propia familia ni a ninguno de sus conocidos. Y dijo: "¡Bendito sea el Señor, porque un gran éxtasis me ha sobrevenido hoy! Esta no es la ciudad de Jerusalén: he errado el camino porque fui por la senda del monte cuando me levanté de mi sueño; y como mi cabeza estaba pesada por no haber quedado saciado con mi sueño, he errado el camino. ¡Le parecerá sorprendente a Jeremías cuando le diga que he errado el camino!".
Entonces salió de la ciudad; y al fijarse bien vio los mojones de la ciudad y dijo: "Esta es ciertamente la ciudad; sin embargo, he errado el camino". Retornó de nuevo a la ciudad y se puso a buscar, pero no encontró a ninguno de los suyos. Dijo entonces: "Bendito sea e1 Señor, porque un gran éxtasis me ha sobrevenido.'". Salió nuevamente fuera de la ciudad y se quedó afligido, sin saber dónde ir. Y se quitó de encima la cesta, diciendo: "Voy a quedarme aquí sentado hasta que el Señor aparte de mi este éxtasis".
Mientras estaba él sentado, vio a cierto anciano que venia del campo; Abimelec le dice: "A ti te hablo, anciano, ¿qué ciudad es esta?". Le respondió: "Es Jerusalén". Abimelec le pregunta: "¿Dónde está Jeremías el sacerdote, Baruc el secretario y todo el pueblo de esta ciudad que no los he encontrado?". Repuso el anciano: "¿No eres de esta ciudad tú, que has recordado hoy a Jeremías, ya que preguntas por él tras tanto tiempo? Pues Jeremías está en Babilonia con el pueblo; fueron, en efecto, llevados cautivos por el rey Nabucodonosor, y con ellos está Jeremías para anunciarles buenas nuevas e instruirles en la palabra". Tan pronto como oyó esto Abimelec de aquel hombre anciano, dijo: "Si no fueras anciano, y como no le es lícito a un hombre encolerizarse con quien es mayor que él, me reiría de ti y te diría que estás loco, pues has dicho: "E1 pueblo ha sido llevado cautivo a Babilonia. ¡Aunque hubieran bajado sobre ellos los torrentes del cielo, no ha habido todavía tiempo suficiente para que hayan partido hacia Babilonia! Pues, ¿cuánto tiempo ha pasado desde que mi padre Jeremías me envió al campo de Agripa a traer unos pocos higos para que los diésemos a los enfermos del pueblo? Fui, los traje y al llegar hasta cierto árbol, bajo un Sol ardiente, me senté a descansar un poco, recliné mi cabeza sobre la cesta y me quedé dormido. A1 despertarme destapé la cesta de los higos, pensando que se me había hecho tarde, pero encontré los higos destilando leche, lo mismo que cuando los cogí. Tú, en cambio, dices que el pueblo ha sido llevado cautivo a Babilonia. Pero, para que te des cuenta, ¡toma, mira los higos!". Destapó la cesta de los higos al viejo y los vio destilando leche.
A1 verlos, el anciano dijo: "Hijo mío, hombre justo eres tú y no quiso Dios que vieras la desolación de la ciudad; por eso trajo este éxtasis sobre ti. Pues he aquí que hoy hace sesenta y seis años que fue llevado cautivo el pueblo de Babilonia. Y para que sepas, hijo, que es cierto cuanto te digo, alza los ojos hacia el campo y observa que no ha aparecido el crecimiento de las cosechas. Mira también los higos, que no es su tiempo, y date cuenta".

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