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domingo, 3 de enero de 2010

SALOMÉ -28-


He aquí lo que me fue revelado. Y que turba mi corazón desde entonces pues quizás sea la respuesta onírica a la incógnita de la muerte de Juan el Bautista, o el comienzo de mi propia locura.

Habiendo escuchado Salomé, la hija de Herodías, esposa esta, a su vez  de Herodes, que Juan predicaba en el Jordán se dispuso a escucharle. Tomó por tanto a sus sirvientes y se presentó ante el profeta.
Aquel día Juan estaba pleno del verbo de Dios, y todos los presentes se cautivaron. La bella Salomé quedó prendada de aquel hombre vestido con pieles y con barba desaliñada. Ella había tenido sobre sí a hombres bellos, ricos y poderosos, pero aquel patán, le atraía con una fuerza inusitada.
Myriam vio con los ojos del espíritu que Musaray compenetraba el cuerpo de aquella bella muchacha, pero permaneció callada.
- Juan, líbrate de Salomé, pues ella te traerá la maldición.
- ¿Qué tengo que ver yo con ella, mujer? es hija de una adúltera pecadora.
Myriam sabía que Juan era puro, pero que su pecado anterior era la mujer, es por esto que el “tentador” se revistió de belleza y de seducción para en los días sucesivos vencer la resistencia del profeta.
Y fue en la séptima visita que Salomé  pidió ser recibida a solas, sin testigos, puesto que como hija de reyes le correspondía tal honor, y así fue. Y ocurrió que Salomé sedujo al profeta y cohabitó con él. Y de esa unión, quedó en cinta. Y esta es la sagrada verdad que fue ocultada a los profetas a los hombres y a la Historia. Fue sola una vez, pero hasta el Señor de la Tierra, en este reino de la Dualidad se vio sometido al dictado de la materia y cohabitó con su anterior destino y con Musaray, que vivía entre las carnes de Salomé. Y fue por esta causa que Herodías pidió la cabeza de Juan el Bautista, puesto que jamás la esposa de un Rey podía aceptar que una princesa tuviera un hijo de un patán, de un súbdito de Roma y de un loco visionario. Pero prosigamos con los acontecimientos:
- Myriam, he pecado, a pesar de tu advertencia. Me he dejado llevar por la carne. ¿Cómo puedo yo ahora predicar a los demás sobre la pureza, cuando he cohabitado con una mujer impura? No puedo sino morir. He pecado contra el Señor y contra los hombres. He perdido el respeto por mi mismo. He fracasado. Ya no predicaré más y me retiraré al desierto para pagar mi penitencia, hasta que el Señor me perdone.
- No Juan, aún no es el tiempo, puesto que el Señor te quiere para que oficies mi casamiento.
Juan no entendía nada, pero tampoco Myriam entendía quien le había puesto esas palabras en su boca.
Aquel acto fue el comienzo del declive del Bautista. Aquel hecho fue el que precipitó su muerte. Los próximos días serían por tanto consecuentes con la decisión final de morir y dejar su ministerio. Pero tal y como le había dicho Myriam, todavía quedaba una ceremonia.
Y ocurrió que estando predicando Juan sobre el Jordán, apareció Jesús el Nazareno, que acudió a ser bautizado. Y se paró el cielo y el tiempo. Y he aquí que el Señor de la Luz, se presentó ante el Señor de la Tierra y dijo:
- He venido a que me bautices Juan.
Y el Bautista vio sobre él la luz inmaterial  del espíritu. Y supo que aquel símbolo era el que esperaba,  que aquel hombre que se postraba ante él era el Mesías Prometido.
 - ¿Cómo el súbdito ha de bautizar al Señor? Soy yo pecador quien debe ser purificado.
- Tú eres el Señor de esta casa. Sólo si tú lo permites podré yo reinar por un corto periodo de tiempo. Hágase la voluntad de mi Padre.
Y Jesús entró en el agua, sumergiéndose por entero. Y ocurrió que una extraña “nube” se posó sobre la cabeza de todos los presentes.
Y Jesús el Nazareno no salía del agua, y Myriam, Andrés, Juan el que sería discípulo amado de Jesús y los discípulos del Bautista comenzaron a inquietarse. Y he aquí el misterio de los misterios, pues Jesús se ahogó en el agua y su espíritu compenetró al joven Juan evangelista, y en la carne de Jesús entró el Cristo.
Y de la extraña “nube” salió un rayo luminoso que entró en el agua y elevó a Jesús, que ahora era el Cristo, pues en su carne vivía el propio Sol, el principio de la vida, el alfa y el omega de nuestra existencia. Y esa luz tan brillante tenía una “sombra” adosada a su lado, que se metió en el cuerpo de Myriam de Magdala. Y desde ese momento el andrógino solar se hizo hombre en Jesús y mujer en Myriam. Tal es el matrimonio alquímico que realizó Dios, y toda unión de Dios es sagrada ante los hombres, y es por eso que la Iglesia blasfemó ante Dios llamando a Myriam de Magdala impura y pecadora.
Sólo los que ven con el ojo del espíritu saben que digo la verdad. Sólo unos pocos comprendieron y aún comprenden el misterio de aquel sagrado acto.
- Hermanos míos, es necesario que yo disminuya y El crezca. Juan, Andrés y tú Myriam y todos mis amigos y discípulos, mi misión ha terminado. Id con Él, pues es en Él y por Él que os vendrá la salvación eterna.
- ¿Cómo vamos a seguir a un extraño?
- Dejaros guiar por el espíritu, no por el corazón, pues hay que morir en el corazón y los apegos para seguir a Dios.
Y Myriam marchó a la búsqueda de su andrógino, y con ella, el joven Juan  que llevaba consigo el espíritu del Nazareno,  Andrés, y otros ciento cuarenta y cuatro discípulos. Y Juan el Bautista, el Señor de la Tierra dejó su casa libre para que sobre ella reinara el Señor de la Luz. Y provocó a Herodes, buscando su muerte, por que su misión había terminado entre los hombres y por que había pecado y ya no podía predicar más una verdad que él había incumplido.
Musaray rió una vez más, puesto que se había cumplido la maldición y Myriam de Magdala tenía que asistir impotente y con una tremenda tristeza a la muerte de quien antes había yacido con ella y había sido su esposo.
Pero Lylith la sensual mujer de Adán, ayudaba en la sombra a Myriam, y serían  muchas las noches en que la viuda del pescador y del profeta, gozaría del amor con su esposo solar.

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