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sábado, 20 de febrero de 2010

LA HISTORIA COMO EJMPLO... El rol del "relato" -5-

Nos contentaremos con señalar los dos rasgos característicos que remiten a la dimensión del “relato” (una estructura, una situación).

La estructura del "relato" es la de un conjunto cerrado.

Es una constante en el análisis del genero reconocer al "relato" la propiedad de organizar, entre su situación inicial y final, un proceso de inversión de los contenidos. En esto se distingue de las situaciones o las acciones ofrecidas en el mundo de nuestra experiencia, mundo en un perpetuo "in medias res", sin origen ni término visibles desde el exterior con claridad, pero esto es también la fuente de la fascinación que ejerce: al seducir con la posibilidad de un acabo imaginario, al mostrar con constancia que es siempre un éxito estructural (ningún relato escapa a la claridad del paradigma -antes vs. después-), se vuelve, por la situación “abierta” en la que aparece, Ejemplo y Modelo por excelencia, que ignora el suspenso de las indecisiones. Por ello, es ilustración plenamente adecuada a la regla; Stierle subraya, a partir de las Reflexiones sobre el relato de Lessing, que, en el caso del ejemplo, "la totalidad de un principio moral es transformado globalmente en la totalidad de una acción". Es necesario observar algo más que una coincidencia o que una constatación de la ausencia de todo "resto", tanto en la regia como en el "relato": la cohesión estructural (la clausura) de la historia es la condición necesaria y suficiente, y en consecuente la prueba, de su equivalencia con el principio, el signo indiscutible de que lo realiza íntegramente.

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Los lugares de la narración

Si consideramos ahora la situación creada por la enunciación narrativa, encontramos que la fuerza argumentativa que ella da al ejemplo se debe a que el destinatario es requerido en su totalidad por la operación de lectura a la que nos referíamos antes, y que lo obliga a recibir el relato como manifestación particular de una verdad. Aceptar un ejemplo es necesariamente reemplazar el orden dialógico de "¿qué dices tú?" y por aquel monológico de "¿qué quiere decir esto?", "¿Cuál es la regla que ilustra esta historia?". Es en consecuencia reconocer un desafío del sentido, y entrar en una relación de complicidad con el destinador, si es verdad que la complicidad nace del hecho de que un mismo mensaje funciona simultáneamente como medio de inclusión y de exclusión, según sus destinatarios tenga o no la competencia requerida para su interpretación, (Starovinski destacó también que, en el corpus evangélico, "lejos de estar motivado por el afán pedagógico de una aproximación ilustrada a la verdad, el recurso de la parábola limita deliberadamente el número de los elegidos; mantiene fuera a los que no tienen inteligencia" -en Análisis estructural, y exégesis bíblica,-citado por Suleiman. Certeau confiere un valor similar de complicidad al relato hagiográfico.)
A la seducción de una plenitud imaginaria y de un acabamiento, el relato agrega además la satisfacción narcisista que experimentará su decodificador al contarle entre el número de los inteligentes.

Intervienen así, del lado del destinador, diversos procedimientos para contribuir a esta lectura unívoca de una verdad oculta: Suleiman dedica lo esencial de su artículo a reconocer algunas de estas certezas, desde el (raro) comentario metanarrativo asegurado por el narrador mismo hasta los procedimientos de "mise e _____” por los cuales el relato pone en escena la operación de interpretación que requiere, pero, sin duda, debemos reconocer, antes que estas orientaciones deliberadas de lectura, el hecho de que la entrada en situación narrativa opera ya de facto un desplazamiento de las posiciones de comunicación: el que era hasta ahora un interlocutor con la iniciativa del cual era necesario contar, se encuentra desde ahora asignado en el papel preestablecido de narratario, testigo obligado, y a menudo de narratario homodiegético cuyas reacciones, comportamientos propósitos están prescriptos e incluidos en el relato mismo. El desembrague enunciativo que preside este desplazamiento de lugares es parejo al que transforma al destinador en narrador. Nos interesa sobre todo apreciar su efecto propiamente ilocutorio, ya que lo que modifica instantáneamente no es más que la situación jurídica de las partes, y todo en detrimento de un destinatario que: [16]

1) "se ve prohibido al acceso al ‘tú’ y, con mayor generalidad, a toda palabra remitida sobre el modo de la 'persona' "(Benveniste);

2) se le impone un solo rol y a una sola “voz”;

3) tiene coartada toda posibilidad de emitir un juicio de verdad;

4) es llevado a dejar la situación inicial, para focalizar su actuación interpretativa en la sola historia relatada; y

5) es compelido a admitir implícitamente, la adecuación de esta historia a una regla de acción. En este sentido, en el marco de un procedimiento argumentativo-persuasivo, el establecimiento de una narración se presenta siempre como una, manipulación, y más precisamente como una operación de "desvío” enunciativo.

3. La regla y su repetición

El ejemplo separa al destinatario de la situación de aporía —o simplemente abierta— en la cual esta último debate al comprobar que la relación que establece se produce entre la regla y sus aplicaciones adecuadas. Pero tal focalización tiene valor persuasivo solo si conduce a hacer admitir implícitamente la existencia, entre la situación y la historia ejemplar, de otro tipo de relación. La analogía está excluida: ella obligaría a un trabajo de trasposición que llevaría a reintroducir bajo otra forma la fase deliberativa, con lo que ella entraña de estéril y de temible desde el punto de vista del "manipulador". Se trata, entonces de una relación de repetición, en la medida en que tal concepto llevaría a afirmar la permanencia de lo idéntico a través de variaciones y diferencias consideradas desdeñables (se acusa la distinción entre lo igual y lo diferente, pero utilizada de manera particular; invalidar lo segundo, es una manera de afirmar el valor de lo primero).

La cuestión es así resuelta y disuelta por la evidencia: no hay trasposición porque no hay necesidad de hacer ninguna. La noción de Verdad, singular y general, implica la de sus manifestaciones plurales y particulares, y el ejemplo no se presenta más que como un “ejemplar” entre otros, apelando simplemente, por eso mismo (de ahí su carácter directamente yusivo), a seguir la serie con la situación que la ha suscitado.

La repetición así concebida nos remite a la cuestión previa de esta teoría de la manifestación, que aparece como la única capaz de establecer las condiciones a priori de la aceptabilidad y del buen funcionamiento del ejemplo: ¿dónde y cómo se manifiesta?, ¿cuál puede ser su sostén?

K. Stierle observa en su artículo que, en los antiguos, la posibilidad de tal [17] representación repetitiva del acontecimiento se remite a una concepción de la Historia como una vuelta constante de lo mismo (Aristóteles) o como una profecía del futuro (Quintiliano, Cicerón). Historia, maestra de vida: el carácter necesariamente anticipatorio de todo acontecimiento fundamenta la fuerza persuasiva del ejemplo. Asimismo, en la Edad Media, el contenido dado a la noción de figura, como lo explicitó Auerbach, conduce por vías distintas a un resultado semejante: no se trata ya de una simple repetición, sino que la serie de ejemplares (de acontecimientos) tiene por tarea realizar en la diacronía la figura, cuyo paradigma declinan. (Auerbach, Mimesis, dice: "el autor tiene en cuenta el papel del antagonismo entre la apariencia sensible y la significación". "Todo lo que ocurre en el mundo es presentado como un elemento del proceso de cumplimiento de una Promesa... la interpretación constituye el método general de aprehensión de la realidad; el mundo nuevo que es tomado en consideración y que no entra en el marco religioso del judaísmo, debe ser interpretado de modo tal que se conforme a él a pesar de todo. El contenido entero de la Sagrada Escritura se transforma en materia de una exégesis, que alejaba a menudo el acontecimiento referido de su fundamento concreto, lo cual forzaba al lector o al oyente a distraer su atención del hecho material, para centrarla en su significación.")

A partir de estas observaciones, podríamos sugerir la hipótesis de que la posibilidad de tal teoría de la manifestación ejemplar no reside tanto en una desfalleciente filosofía contemporánea de la Historia, sino en el estatus y función que son confiados y reconocidos a la ficción.

La ficción, en efecto, es el elemento articulador por excelencia de "lo otro y lo inmutable" (Certeau) en el seno de un discurso cerrado. Pero esta articulación no está construida sobre una alteración del Sujeto hablante; en ella, lo mismo y lo otro están en una relación que es la que preside el concepto de repetición seriada. El lector se "extraña" y se reconoce al mismo tiempo; puesta aparte que lo deja en suspenso en la frontera -pero exactamente en la frontera- de lo que permite pensar otros "mundos posibles". (La expresión de Certeau a la que nos hemos referido continúa así: "lo extraordinario y lo posible se apoyan lo uno en lo otro para construir la ficción, aquí, puesta al servicio de lo ejemplar". Pero esta "puesta en servicio de" constituye la acentuación de una característica propia de toda ficción.)

De ahí todos los desarrollos estereotipados de la ficción como aparente mentira, reinterpretación "más verdadera que la verdad" de la realidad; del mismo modo lo que está en juego en el ejemplo es dar paso a la categoría existencial de la Verdad en lugar de lo "verdadero". De ahí, parten los procesos de identificación del lector; ellos son la otra cara del reconocimiento imaginario de sí, sin intervención del cual la ficción sería demasiado extranjera y distante para que alguien pudiera ser cautivado por ella: el “yo soy tú” es la réplica y el indicio de su simétrico "tú eres yo".

Otra aproximación a la ficción refuerza la hipótesis de este estatus. Se sabe que el "yo lo sé bien, pero aún así..." en el cual, O. Mannoni propone la fórmula emblemática de toda recepción ficcional, se analiza como una profesión de fe indirecta en una totalidad desmedida por la realidad y la experiencia (cfr. la castración simbólica). "Negación de la realidad" proponen Laplanche y Pontalis para traducir la Verleugnung freudiana. Se trata aquí, creemos, de cuestionar -a escondidas- toda pertinencia del fundamento concreto del mundo de la experiencia inmediata, y de negar para esto su carácter de necesaria “incompletud”. Lo que afirma así indirectamente la ficción, no es más que una creencia, o un deseo de creencia, en una posible totalidad existencial del Sentido finalmente triunfante. Sin duda, haría falta referir a esto las tentativas repetidas de aprehender la ficción en relación con modelos tales como el del juego o el desarrollo y el acabamiento de la parte que constituye una historia integralmente "equivalente” a las reglas que la preexisten, y que la determinan, Pero eso constituye una ilusión: la manipulación consiste en sacar partido del carácter "cerrado" del relato, para asegurar el deslizamiento de esta clausura estructural de un contenido textual, a la idea (al sueño) de una totalidad imaginaria de la realidad y de la experiencia.

Por estos diversos aspectos, el poder manipulador de la ficción no se reduce a la coincidencia con la función persuasiva del ejemplo (exemplum), él la permite ya que se trata de incitar a la serie, de inscribir en una lista ideal de los ejemplos (exempla), el caso concreto actual, el aquí y el ahora de la realidad, sabiendo que la apuesta verdadera es menos “hacer hacer” la misma cosa, que manifestar la epifanía de lo mismo. Es el deseo de la regla el que es operador en este caso, él solo conduce a presuponerla, él solo hace aspirar a repetirla. Berjdonner señaló que podía ser interesante precisar las conclusiones de este análisis para estudiar el estatus y la función del ejemplo gramatical, en los distintos usos y situaciones en los que interviene).

(...) Pero puede ocurrir también que el ejemplo no alcance su objeto. (...) Per se produce de dos maneras. La primera, no afecta verdaderamente a la ficción; cuando el sentido oculto no es ni siquiera sospechado: ¿insuficiencia en la competencia del destinatario, quien juzga según las categorías de lo verdadero y lo [18] falso lo que debería ser aprehendido según las de Verdad y sus manifestaciones?; ¿insuficiencia paralela en la performance persuasiva del destinador, que no lo ha preparado suficientemente ni incitado a tal distinción? Poco importa, finalmente, el rechazo es entero, a priori y cultural. La ficción manipuladora no es “puesta en fracaso”, simplemente, no ha "prendido" (después de todo, deberían encontrarse contemporáneos de Aristóteles que compartieran su concepción de la Historia).

Pero la segunda manera como el ejemplo no alcanza su objeto es bien diferente: reside en el fracaso de la serialización. Esto puede deberse a la excesiva intensidad afectiva suscitada por la historia; el oyente o el lector es atrapado por ella, en un "sueño", vuelve a ella y transforma en caso único y valioso lo que debería ser más que un ejemplo. Se torna así rápidamente la pendiente que conducirá a transformarlo en "nouvelle" (como lo ha demostrado Jolles en su Formas Simples, 1930): se deja el ejemplo por la obra de arte (o por la alucinación). Pero esto puede conducir también, por un proceso inverso, a una especie de perversión de la pluralidad serial, cuyo (...) ejemplo lo ha dado la evolución de Montaigne; desconexión estructural, proliferación de temáticas "ciegas" e inesperadas, tornasol de diferencias cultivadas por sí mismas, y danza del escepticismo. Sobre las ruinas de un relato cuya clausura es alegremente escarnecida; la empresa persuasiva se disuelve y queda sólo la forma reivindicadora de lo inacabado: un esbozo, uno(s) ensayo(s).

En ambos casos, esta segunda manera de "puesta en fracaso" del ejemplo es el hecho, o el efecto, de la ficción y de sus poderes paralelos. Habíamos retenido sólo su poder manipulador; habíamos olvidado o desconocido que, como compuesto inestable, lleva en sí misma los gérmenes de su propia subversión.


Gelas, Bruno "La fiction manipulatrice" en L’Argumentation. Lyon, P.U.L., 1981.

(Traducción de María Inés Palleiro)

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