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martes, 23 de febrero de 2010

LUDWIG WITTGENSTEIN -2- 1.

Parte 2

I

Podemos imaginarnos a un animal enojado, temeroso, triste, alegre, asustado. Pero, ¿esperanzado? ¿Y por qué no?
El perro cree que su dueño está en la puerta. Pero, ¿puede creer también que su dueño vendrá pasado mañana?  —  ¿Y qué es lo que no puede?  —  ¿Cómo lo hago yo?  —  ¿Qué puedo responder a esto?
¿Puede esperar sólo quien puede hablar? Sólo quien domina el uso de un lenguaje. Es decir, los fenómenos del esperar son modos de esta complicada forma de vida. (Si un concepto apunta a un carácter de la escritura humana, entonces no puede aplicarse a seres que no escriben.)
«Pena» nos describe un modelo que se repite con diversas variaciones en el tejido de la vida. Si en una persona alternaran las expresiones corporales de la aflicción y de la alegría, por ejemplo, con el tic-tac de un reloj, no tendríamos ni el transcurso característico del modelo de la aflicción ni el del modelo de la alegría.
«Por un segundo sintió un dolor intenso.»  —  ¿Por qué suena raro: «Por un segundo sintió una profunda pena»? ¿Sólo porque eso ocurre muy pocas veces?
¿Pero no sientes ahora la pena? («¿Pero no juegas ahora al ajedrez?») La respuesta puede ser afirmativa; pero esto no hace que el concepto de pena sea más parecido al de una sensación.  —  La pregunta era en realidad temporal y personal; no la pregunta lógica que queríamos hacer.
«Debes saberlo: tengo miedo.»
«Debes saberlo: me horroriza.»  —  Sí, esto también se puede decir en tono risueño.
¡¿Y quieres decirme que él no lo nota?! ¿Cómo lo sabe si no? Pero incluso si es una información, él no se entera por sus sensaciones.
Pues imagínate las sensaciones producidas por los gestos de horror: las palabras «me horroriza» también son uno de esos gestos; y cuando las oigo y siento al proferirlas, esto forma parte de las demás sensaciones. ¿Por qué el gesto no hablado debería fundamentar al hablado?

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