201. Nuestra paradoja era ésta: una regla no podía determinar ningún curso de acción porque todo curso de acción puede hacerse concordar con la regla. La respuesta era: Si todo puede hacerse concordar con la regla, entonces también puede hacerse discordar. De donde no habría ni concordancia ni desacuerdo.
Que hay ahí un malentendido se muestra ya en que en este curso de pensamientos damos interpretación tras interpretación; como si cada una nos contentase al menos por un momento, hasta que pensamos en una interpretación que está aún detrás de ella. Con ello mostramos que hay una captación de una regla que no es una interpretación, sino que se manifiesta, de caso en caso de aplicación, en lo que llamamos «seguir la regla» y en lo que llamamos «contravenirla».
De ahí que exista una inclinación a decir: toda acción de acuerdo con la regla es una interpretación. Pero solamente debe llamarse «interpretación» a esto: sustituir una expresión de la regla por otra.
202. Por tanto 'seguir la regla' es una práctica. Y creer seguir la regla no es seguir la regla. Y por tanto no se puede seguir 'privadamente' la regla, porque de lo contrario creer seguir la regla sería lo mismo que seguir la regla.
203. El lenguaje es un laberinto de caminos. Vienes de un lado y sabes por dónde andas; vienes de otro al mismo lugar y ya no lo sabes.
204. Puedo tal vez, tal y como están las cosas, inventar un juego que nunca sea jugado por nadie. — ¿Pero sería también posible esto: La humanidad nunca ha jugado ningún juego; pero una vez alguien inventó un juego — que luego en verdad nunca fue jugado?
205. «Esto es por cierto lo curioso de la intención, del proceso mental: que para ella no es necesaria la existencia de la costumbre, de la técnica. Que, por ejemplo, es imaginable que, en un mundo en el que ordinariamente no se jugase nunca, dos personas jugasen una partida de ajedrez, e incluso sólo el comienzo de una partida de ajedrez — y fuesen entonces interrumpidas.»
¿Pero no está el ajedrez definido por sus reglas? ¿Y cómo están presentes esas reglas en la mente del que intenta jugar al ajedrez?
206. Seguir una regla es análogo a: obedecer una orden. Se nos adiestra para ello y se reacciona a ella de determinada manera. ¿Pero qué pasa si uno reacciona así y el otro de otra manera a la orden y al adiestramiento? ¿Quién está en lo correcto?
Imagínate que llegas como explorador a un país desconocido con un lenguaje que te es totalmente extraño. ¿Bajo qué circunstancias dirías que la gente de allí da órdenes, entiende órdenes, obedece, se rebela contra órdenes, etc.?
El modo de actuar humano común es el sistema de referencia por medio del cual interpretamos un lenguaje extraño.
207. Imaginémonos que la gente de ese país ejecutase las acciones humanas ordinarias y al hacerlo se sirviese, al parecer, de un lenguaje articulado. Si se observa su animación, es comprensible, nos parece 'lógica'. Pero si tratamos de aprender su lenguaje, encontramos que es imposible. No hay concretamente entre ellos ninguna conexión regular delo dicho, de los sonidos, con las acciones; pero con todo, estos sonidos no son superfluos; pues si, por ejemplo, amordazamos a una de estas personas, ello tiene las mismas consecuencias que entre nosotros: sin esos sonidos sus acciones caen en confusión — como me gusta expresarlo.
¿Debemos decir que esa gente tiene un lenguaje: órdenes, informes, etc.?
Para lo que llamamos «lenguaje» falta la regularidad.
208. ¿Así pues, explico lo que quieren decir «orden» y«regla» por medio de «regularidad»? — ¿Cómo le explico a alguien el significado de «regular», «uniforme», «igual»? — A uno que, pongamos, sólo habla francés le explicaré estas palabras mediante las correspondientes francesas. Pero a quien aún no está provisto de estos conceptos le enseñaré a usar las palabras mediante ejemplos y mediante ejercicios. — Y al hacerlo no le comunico menos de lo que yo mismo sé.
Le mostraré, pues, en esta instrucción colores iguales, longitudes iguales, formas iguales, le haré hallarlos y producirlos, etc. Lo instruiré, por ejemplo, en continuar 'uniformemente' una serie ornamental a una determinada orden. — Y también en continuar progresiones. Así por ejemplo a la vista de — ha de proseguir así:
Yo se lo hago antes, él me lo hace después; y lo influyo mediante manifestaciones de acuerdo, de rechazo, de expectación, de estímulo. Lo dejo hacer o lo detengo; etc.
Imagina que eres testigo de semejante instrucción. Ninguna palabra se explicaría por medio de ella misma, no habría ningún círculo lógico.
También las expresiones «etcétera» y «etcétera ad inflnitum» llegan a explicarse en esta instrucción. Puede servir para ello entre otras cosas un gesto. El gesto que significa «¡prosigue así!» o «etcétera» tiene una función comparable a la de señalar un objeto o un lugar.
Ha de distinguirse el «etc.» que es una abreviatura de la grafía, del que no lo es. El «etc. ad inf.» no es una notación abreviada de la grafía. El que no podamos anotar todos los lugares de p no es una insuficiencia humana, como creen a veces los matemáticos.
Una instrucción que quiere atenerse a los ejemplos presentados se diferencia de una que 'apunta más allá' de ellos.
209. «¿Pero entonces no alcanza la comprensión más allá de todos los ejemplos?» — ¡Una expresión muy rara y enteramente natural! —
¿Pero es esto todo? ¿No hay una explicación aún más profunda; o no ha de ser más profunda al menos la comprensión de la explicación? — Bueno, ¿tengo yo mismo, pues, una comprensión más profunda? ¿Tengo más de lo que doy en la explicación? — ¿Pero entonces de dónde viene el sentimiento de que tenía más?
¿Es como cuando interpreto lo no limitado como una longitud que alcanza más allá de toda longitud?
210. «¿Pero le explicas realmente lo que tú mismo entiendes? ¿No le dejas adivinar lo esencial? Le das ejemplos — pero él tiene que adivinar su tendencia, y por tanto tu intención.» — Toda explicación que yo pueda darme se la doy también a él. — «Él adivina lo que yo significo» querría decir: le vienen a las mientes diversas interpretaciones de mi explicación y él da con una de ellas. Él podría, pues, preguntar en este caso; y yo podría responderle y le respondería.
211. «Lo instruyas como lo instruyas para que prosiga la serie de ornamentos — ¿cómo puede saber cómo tiene que continuar por sí mismo?» — Bueno, ¿cómo lo sé yo? — Si esto quiere decir «¿Tengo razones?», la respuesta es: las razones pronto se me agotan. Y entonces actuaré sin razones.
212. Cuando alguien a quien temo me da la orden de continuar la serie, actúo presto, con perfecta seguridad, y la falta de razones no me perturba.
213. «Pero este comienzo de la serie pudiera obviamente interpretarse de diversas maneras (por ejemplo, mediante expresiones algebraicas) y así tienes primero que elegir una de esas interpretaciones.» — ¡De ningún modo! Era posible, bajo ciertas circunstancias, una duda. Pero esto no es decir que yo haya dudado o incluso que pudiera dudar. (En conexión con esto está lo que hay que decir sobre la 'atmósfera' psicológica de un proceso).
¿Sólo la intuición puede apartar esa duda? — Si ella es una voz interior — ¿cómo sé cómo debo seguirla? ¿Y cómo sé que no me descamina? Pues, si puede encaminarme rectamente, también puede descaminarme.
((La intuición como excusa innecesaria).)
214. Si es necesaria una intuición para desarrollar la serie 1 2 3 4..., también lo es para desarrollar la serie 2 2 22...
215. ¿Pero no es por lo menos igual: igual?
Para la igualdad parecemos tener un paradigma infalible en la igualdad de una cosa consigo misma. Pretendo decir: «Aquí no puede haber diferentes interpretaciones. Cuando ve una cosa ante sí, ve también la igualdad.»
¿Así que dos cosas son iguales cuando son como una cosa? ¿Y cómo debo entonces aplicar lo que me muestra la una cosa al caso de las dos?
216. «Una cosa es idéntica consigo misma.» — No hay más bello ejemplo de una proposición inútil que no obstante está conectada con un juego de la imaginación. Es como si, en la imaginación, metiésemos la cosa en su propia forma y viésemos que ajusta.
Podríamos también decir: «Toda cosa ajusta en sí misma.» — O de otro modo: «Toda cosa ajusta dentro de su propia forma.» Al hacerlo uno mira una cosa y se imagina que ajusta exactamente dentro del espacio que estaba vacío para ella.
¿'Ajusta' esta mancha en su contorno en blanco? — Pero así es exactamente como veríamos las cosas si en su lugar hubiera habido primero un hueco y luego ella ajustase dentro. Con la expresión «ella ajusta» no describimos simplemente esta figura. Ni simplemente esta situación.
«Toda mancha de color ajusta exactamente en su contorno» es una forma un tanto especializada de la ley de identidad.
217. «¿Cómo puedo seguir una regla?» — si ésta no es una pregunta por las causas, entonces lo es por la justificación de que actúe así siguiéndola.
Si he agotado los fundamentos, he llegado a roca dura y mi pala se retuerce. Estoy entonces inclinado a decir: «Así simplemente es como actúo».
(Recuerda que a veces requerimos explicaciones no por su contenido, sino por la forma de la explicación. Nuestro requisito es arquitectónico; la explicación, una suerte de falsa moldura que nada soporta).
218. ¿De dónde viene la idea de que el comienzo de la serie es un trozo visible de raíles invisiblemente tendidos hasta el infinito? Bueno, en vez de la regla podríamos imaginarnos raíles. Y a la aplicación ilimitada de la regla corresponden raíles infinitamente largos.
219. «Todos los pasos ya están realmente dados» quiere decir: ya no tengo elección. La regla, una vez estampada con un determinado significado, traza las líneas de su prosecución a través de todo el espacio. — Pero si algo así fuese realmente el caso, ¿de qué me valdría?
No; mi descripción sólo tenía sentido si se entendía simbólicamente. — Así es como me parece — debí decir. Cuando sigo la regla, no elijo. Sigo la regla ciegamente.
220. ¿Pero qué finalidad tiene esa proposición simbólica? Debía poner de manifiesto una diferencia entre dependencia causal y dependencia lógica.
221. Mi expresión simbólica era realmente una descripción mitológica del uso de una regla.
222. «La línea me inspira cómo debo avanzar». — Pero esto es naturalmente sólo una figura. Y si juzgo que me inspira esto o aquello, más bien irresponsablemente, entonces no diría que la sigo como una regla.
223. No se siente que siempre se haya de estar a la espera de la seña (la insinuación) de la regla. Al contrario. No sentimos curiosidad por saber lo que vaya a decirnos ahora, sino que siempre nos dice lo mismo y hacemos lo que nos dice.
Se le podría decir a quien se adiestra: «Mira, yo siempre hago lo mismo: yo...».
224. La palabra «concordancia» y la palabra «regla» están emparentadas la una con la otra; son primas. Si le enseño a alguien el uso de la una, le enseño con ello también el uso de la otra.
225. El empleo de la palabra «regla» está entretejido con el empleo de la palabra «igual». (Como el empleo de «proposición» con el empleo de «verdadera»).
226. Supón que alguien sigue la serie 1, 3, 5, 7,... poniendo la serie de 2X+1. 2 Y él se pregunta: «¿pero siempre hago lo mismo o algo diferente cada vez?»
Quien todos los días promete «Mañana te visitaré» — ¿dice cada día lo mismo o cada día algo diferente?
227. ¿Tendría sentido decir: «Si cada vez hiciese algo diferente, no diríamos que sigue una regla»? Esto no tiene sentido alguno.
228. «¡Una serie tiene para nosotros una sola cara!» — Bien; ¿pero cuál? Está por cierto la algebraica y la de un trozo del desarrollo. ¿O hay en ella más que eso? — «¡Pero en ello ya está todo!» — Pero eso no es una constatación sobre el trozo de la serie ni sobre algo que divisemos en él, sino la expresión de que miramos sólo a la regla en busca de, instrucción y actuamos sin apelar a ninguna instrucción ulterior.
229. Creo percibir en el trozo de la serie un dibujo muy fino, un rasgo característico, que sólo necesita el 'y así sucesivamente' para alcanzar lo infinito.
230. «La línea me inspira cómo debo avanzar»: esto sólo parafrasea: es mi última instancia para saber cómo debo avanzar.
231. «¡Pero seguro que ves...!» Bueno, ésta es justamente la manifestación característica de alguien que se ve compelido por la regla.
232. Supón que una regla me inspira cómo debo seguirla; es decir, cuando recorro la línea con los ojos, una voz interior me dice: «¡Tira así!» — ¿Cuál es la diferencia entre este proceso de seguir una especie de inspiración y el de seguir una regla? Pues seguro que no son lo mismo. En el caso de la inspiración aguardo instrucciones. No podré enseñarle a otro mi 'técnica' de seguir la línea. A no ser que le enseñe una especie de saber escuchar, de receptividad. Pero entonces no puedo, naturalmente, exigir que él siga la línea como yo.
Estas no son mis experiencias de actuar de acuerdo con una inspiración y de acuerdo con una regla, sino anotaciones gramaticales.
233. Se podría también imaginar una instrucción semejante en una especie de aritmética. Los niños podrían entonces calcular, cada uno a su modo — en la medida en que escuchasen sólo la voz interna y la siguiesen. Este calcular sería como un componer.
234. ¿Pero no podríamos también calcular como calculamos (concordando todos, etc.) y sin embargo tener en cada paso el sentimiento de ser guiados por la regla como por encanto; asombrándonos quizá de que concordemos? (Dando gracias tal vez a la deidad por esta concordancia).
235. ¡En esto se ve meramente todo lo que pertenece a la fisonomía de aquello que llamamos en la vida cotidiana«seguir una regla»!
236. Los artistas del cálculo que llegan al resultado correcto, pero no pueden decir cómo. ¿Debemos decir que no calculan? (Una familia de casos).
237. Imagínate que alguien siguiese una línea a modo de regla de esta manera: Sostiene un compás y lleva una de sus puntas a lo largo de la línea-regia, mientras que la otra punta traza la línea que sigue la regla. Y mientras se mueve así a lo largo de la regla, altera la abertura del compás, aparentemente con gran precisión, mirando siempre a la regla como si ésta determinase su acción. Ahora bien, nosotros que lo observamos no vemos ninguna clase de regularidad en este abrir y cerrar el compás. No podemos aprender de él su modo de seguir la línea. Aquí tal vez diríamos realmente: «El original parece inspirarle cómo ha de avanzar. Pero no es una regla.»
238. Para que pueda parecerme que la regla ha producido todas sus consecuencias por anticipado, éstas tienen que ser para mí obvias. Tan obvias como es para mí llamar«azul» a este color. (Criterios de que esto sea para mí obvio').
239. ¿Cómo sabrá él qué color tiene que elegir cuando oye «rojo»? — Muy sencillo: debe tomar el color cuya figurase le ocurre al oír la palabra. — ¿Pero cómo sabrá qué colores aquel 'cuya figura se le ocurre'? ¿Se necesita un criterio ulterior para ello? (Hay por cierto un proceso de elegir el color que se le ocurre a uno con la palabra...)
«'Rojo' significa el color que se me ocurre al oír la palabra 'rojo'» — sería una definición. No una explicación de la esencia del designar por medio de una palabra.
240. No estalla disputa alguna (entre matemáticos, pongamos por caso) acerca de si se ha procedido conforme a la regla o no. Por ejemplo, no se llega a las manos por ello. Pertenece al entramado sobre el que funciona nuestro lenguaje (dando, por ejemplo, una descripción).
241. «¿Dices, pues, que la concordancia de los hombres decide lo que es verdadero y lo que es falso?» — Verdadero y falso es lo que los hombres dicen; y los hombres concuerdan en el lenguaje. Ésta no es una concordancia de opiniones, sino de forma de vida.
242. A la comprensión por medio del lenguaje pertenece no sólo una concordancia en las definiciones, sino también (por extraño que esto pueda sonar) una concordancia en los juicios. Esto parece abolir la lógica; pero no lo hace. — Una cosa es describir los métodos de medida y otra hallar y formular resultados de mediciones. Pero lo que llamamos «medir» está también determinado por una cierta constancia en los resultados de mediciones.
243. Un hombre puede animarse a sí mismo, darse órdenes, obedecerse, censurarse, castigarse, formularse una pregunta y responderla. Se podría también imaginar incluso hombres que hablasen sólo en monólogo. Acompañarían sus actividades hablando consigo mismos. — Un explorador que los observase y escuchase sus discursos podría conseguir traducir su lenguaje al nuestro. (Estaría por ello en situación de predecir correctamente las acciones de esas personas, pues también las oiría formar resoluciones y decisiones.)
¿Pero sería también imaginable un lenguaje en el que uno pudiera anotar o expresar sus vivencias internas — sus sentimientos, estados de ánimo, etc. — para su uso propio? — ¿Es que no podemos hacerlo en nuestro lenguaje ordinario? — Pero no es eso lo que quiero decir. Las palabras de este lenguaje deben referirse a lo que sólo puede ser conocido por el hablante, a sus sensaciones inmediatas, privadas. Otro no puede, por tanto, entender este lenguaje.
244. ¿Cómo se refieren las palabras a las sensaciones? — En eso no parece haber problema alguno; ¿pues no hablamos cotidianamente de sensaciones y las nombramos?¿Pero cómo se establece la conexión del nombre con lo nombrado? La pregunta es la misma que ésta, ¿cómo aprende un hombre el significado de los nombres de sensaciones? Por ejemplo, de la palabra «dolor». Aquí hay una posibilidad: Las palabras se conectan con la expresión primitiva, natural, de la sensación y se ponen en su lugar. Un niño se ha lastimado y grita; luego los adultos le hablan y le enseñan exclamaciones y más tarde oraciones. Ellos le enseñan al niño una nueva conducta de dolor.
«¿Dices, pues, que la palabra 'dolor' significa realmente el gritar?» — Al contrario; la expresión verbal del dolor reemplaza al gritar y no lo describe.
245. ¿Pues cómo puedo siquiera pretender colocarme con el lenguaje entre la manifestación del dolor y el dolor?
246. ¿Hasta qué punto son mis sensaciones privadas? — Bueno, sólo yo puedo saber si realmente tengo dolor; el otro sólo puede presumirlo. — Esto es en cierto modo falso y en otro un sin sentido. Si usamos la palabra «saber»como se usa normalmente (¡y cómo si no debemos usarla!)entonces los demás saben muy frecuentemente cuándo tengo dolor. — Sí, ¡pero no, sin embargo, con la seguridad conque yo mismo lo sé! — De mí no puede decirse en absoluto(excepto quizá en broma) que sé que tengo dolor. ¿Pues qué querrá decir esto, excepto quizá que tengo dolor?
No puede decirse que los demás saben de mi sensación sólo por mi conducta — pues de mí no puede decirse que sepa de ella. Yo la tengo.
Esto es correcto: tiene sentido decir de otros que están en duda sobre si yo tengo dolor; pero no decirlo de mí mismo.
247. «Sólo tú puedes saber si tuviste la intención.» Se le podría decir esto a alguien al explicarle el significado de la palabra «intención». Pues quiere decir entonces: así es como la usamos.
(Y «saber» quiere decir aquí que la expresión de incertidumbre carece de sentido.)
248. La proposición «Las sensaciones son privadas» es comparable a: «Los solitarios los juega uno solo.»
249. ¿Estamos quizá precipitándonos al suponer que la sonrisa del niño de pecho no es fingimiento? — ¿Y en qué experiencia se apoya nuestra suposición?
(Mentir es un juego de lenguaje que requiere ser aprendido como cualquier otro.)
250. ¿Por qué no puede un perro simular dolor? ¿Es demasiado honrado? ¿Se podría enseñar a un perro a simular dolor? Quizá se le pudiera enseñar a que en determinadas ocasiones ladrase como si sintiera dolor sin tener dolor. Pero para una auténtica simulación aún le falta a esta conducta el entorno apropiado.
251. ¿Qué se significa al decir: «No puedo imaginármelo contrario de esto» o «¿Cómo sería si fuese de otro modo?»? — Por ejemplo, cuando alguien ha dicho que mis imágenes son privadas; o que sólo yo mismo puedo saber si siento un dolor; y cosas parecidas.
«No puedo imaginarme lo contrario» no quiere decir aquí naturalmente: mi capacidad de imaginación no alcanza ahí. Nos defendemos con estas palabras contra algo que por su forma nos parece una proposición empírica, pero que es en realidad una proposición gramatical.
¿Pero por qué digo «No puedo imaginarme lo contrario»? ¿Por qué no: «No puedo imaginarme lo que dices»?
Ejemplo: «Toda vara tiene longitud». Esto quiere tal vez decir: llamamos a algo (o a esto) «la longitud de una vara» — pero a nada «la longitud de una esfera». Ahora bien, ¿puedo imaginarme que 'toda vara tiene longitud'? Bueno, me imagino simplemente una vara; y eso es todo. Sólo que esa figura juega en conexión con esa proposición un papel totalmente distinto del de una figura en conexión con la proposición «Esta mesa tiene la misma longitud que la de allí». Pues aquí entiendo lo que quiere decir hacerse una figura de lo contrario (y no tiene por qué ser una figura de la imaginación).
Pero la figura unida a la proposición gramatical sólo podría mostrar, digamos, lo que se llama «longitud de una vara». ¿Y qué debería ser la figura opuesta a ella?
((Anotación sobre la negación de una proposición a priori.))
252. A la proposición «Este cuerpo tiene extensión» podríamos responder: «¡Absurdo!» — pero tendemos a responder: «¡Ciertamente!» — ¿Por qué?
253. «Otro no puede tener mis dolores.» — ¿Qué son mis dolores? ¿Qué cuenta aquí como criterio de identidad? Considera lo que hace posible, en el caso de objetos físicos, hablar de «dos exactamente iguales». Por ejemplo, decir:«Esta silla no es la misma que viste ayer aquí, pero es una exactamente igual».
Hasta donde tenga sentido decir que mi dolor es el mismo que el suyo, hasta ahí podremos también tener ambos el mismo dolor. (Y sería también imaginable que dos hombres sintiesen dolor en el mismo — no meramente en homólogo — lugar. En gemelos siameses, por ejemplo, podría darse este caso.)
He visto cómo, en una discusión sobre este tema, alguien se golpeaba el pecho y decía: «¡Pero otro no puede sin embargo tener ESTE dolor!» — La respuesta a esto es que no se define ningún criterio de identidad mediante la acentuación enfática de la palabra «este». El énfasis nos sugiere más bien el caso en que un criterio semejante nos es familiar, pero nos ha de ser recordado.
254. También la sustitución de la palabra «igual» por«idéntico» (por ejemplo) es un típico recurso en filosofía. Como si hablásemos de matices de significado y se tratase sólo de acertar con el matiz correcto de nuestras palabras. Y sólo se trata de eso en filosofía allí donde nuestra tarea es describir con exactitud psicológica la tentación de usar un determinado modo de expresión. Lo que 'estamos tentados a decir' en un caso así no es naturalmente filosofía, sino que es su materia prima. Así, por ejemplo, lo que un matemático está inclinado a decir sobre la objetividad y la realidad de los hechos matemáticos no es filosofía de la matemática, sino algo que la filosofía tendría que tratar.
255. El filósofo trata una pregunta como una enfermedad.
256. ¿Qué pasa, pues, con el lenguaje que describe mis vivencias internas y que sólo yo mismo puedo entender?¿Cómo designo mis sensaciones con palabras? — ¿Del modo en que lo hacemos ordinariamente? ¿Están entonces mis palabras de sensaciones conectadas con mis manifestaciones naturales de sensaciones? — En este caso mi lenguaje no es 'privado'. Otro podría entenderlo tan bien como yo. — ¿Pero y si yo no poseyese ninguna manifestación natural de la sensación, sino sólo la sensación? Y ahora asocio simplemente nombres con las sensaciones y empleo esos nombres en una descripción. —
257. «¿Cómo sería si los hombres no manifestasen su dolor (no gimiesen, no contrajesen el rostro, etc.)? Entonces no se le podría enseñar a un niño el uso de la expresión dolor de muelas'.» — Bueno, ¡supongamos que el niño es un genio e inventa él mismo un nombre para la sensación! — Pero entonces no podría ciertamente hacerse entender con esa palabra. — ¿Así es que él entiende el nombre pero no puede explicarle a nadie su significado? — ¿Pero qué quiere decir que él 'ha nombrado su dolor'? — ¡¿Cómo ha hecho eso: nombrar el dolor?! Y, sea lo que fuere lo que hizo, ¿qué finalidad tenía? — Cuando se dice «Él ha dado un nombre a la sensación», se olvida que ya tiene que haber muchos preparativos en el lenguaje para que el mero nombrar tenga un sentido. Y cuando hablamos de que alguien da un nombre al dolor, lo que ya está preparado es la gramática de la palabra «dolor»; ella muestra el puesto en que se coloca la nueva palabra.
258. Imaginémonos este caso. Quiero llevar un diario sobre la repetición de una determinada sensación. Con ese fin la asocio con el signo «S» y en un calendario escribo este signo por cada día que tengo la sensación. En primer lugar observaré que no puede formularse una definición del signo. — ¡Pero aún puedo darme a mí mismo una especie de definición ostensiva! — ¿Cómo?, ¿puedo señalar la sensación? — No en el sentido ordinario. Pero hablo, o anoto el signo, y a la vez concentro mi atención en la sensación — como si la señalase internamente. — ¿Pero para qué esta ceremonia?, ¡pues sólo algo así parece ser! Una definición sirve por cierto para establecer el significado de un signo. — Bien, esto ocurre precisamente al concentrar la atención; pues, por ese medio, me imprimo la conexión del signo con la sensación. — «Me la imprimo», no obstante, sólo puede querer decir: este proceso hace que yo me acuerde en el futuro de la conexión correcta. Pero en nuestro caso yo no tengo criterio alguno de corrección. Se querría decir aquí: es correcto lo que en cualquier caso me parezca correcto. Y esto sólo quiere decir que aquí no puede hablarse de 'correcto'.
259. ¿Son las reglas del lenguaje privado impresiones de reglas? — La balanza en la que se pesan las impresiones no es la impresión de una balanza.
260. «Bueno, creo que ésta es de nuevo la sensación S.» — ¡Quizá crees creerlo!
¿Entonces el que asentó el signo en el calendario no se ha notificado nada en absoluto? — No tomes como evidente que alguien se notifica algo cuando asienta signos — por ejemplo, en un calendario. Pues una nota tiene una función; y la «S» no tiene, hasta aquí, ninguna.
(Uno puede hablarse a sí mismo. — ¿Se habla a sí mismo aquel que habla cuando ningún otro está presente?)
Que hay ahí un malentendido se muestra ya en que en este curso de pensamientos damos interpretación tras interpretación; como si cada una nos contentase al menos por un momento, hasta que pensamos en una interpretación que está aún detrás de ella. Con ello mostramos que hay una captación de una regla que no es una interpretación, sino que se manifiesta, de caso en caso de aplicación, en lo que llamamos «seguir la regla» y en lo que llamamos «contravenirla».
De ahí que exista una inclinación a decir: toda acción de acuerdo con la regla es una interpretación. Pero solamente debe llamarse «interpretación» a esto: sustituir una expresión de la regla por otra.
202. Por tanto 'seguir la regla' es una práctica. Y creer seguir la regla no es seguir la regla. Y por tanto no se puede seguir 'privadamente' la regla, porque de lo contrario creer seguir la regla sería lo mismo que seguir la regla.
203. El lenguaje es un laberinto de caminos. Vienes de un lado y sabes por dónde andas; vienes de otro al mismo lugar y ya no lo sabes.
204. Puedo tal vez, tal y como están las cosas, inventar un juego que nunca sea jugado por nadie. — ¿Pero sería también posible esto: La humanidad nunca ha jugado ningún juego; pero una vez alguien inventó un juego — que luego en verdad nunca fue jugado?
205. «Esto es por cierto lo curioso de la intención, del proceso mental: que para ella no es necesaria la existencia de la costumbre, de la técnica. Que, por ejemplo, es imaginable que, en un mundo en el que ordinariamente no se jugase nunca, dos personas jugasen una partida de ajedrez, e incluso sólo el comienzo de una partida de ajedrez — y fuesen entonces interrumpidas.»
¿Pero no está el ajedrez definido por sus reglas? ¿Y cómo están presentes esas reglas en la mente del que intenta jugar al ajedrez?
206. Seguir una regla es análogo a: obedecer una orden. Se nos adiestra para ello y se reacciona a ella de determinada manera. ¿Pero qué pasa si uno reacciona así y el otro de otra manera a la orden y al adiestramiento? ¿Quién está en lo correcto?
Imagínate que llegas como explorador a un país desconocido con un lenguaje que te es totalmente extraño. ¿Bajo qué circunstancias dirías que la gente de allí da órdenes, entiende órdenes, obedece, se rebela contra órdenes, etc.?
El modo de actuar humano común es el sistema de referencia por medio del cual interpretamos un lenguaje extraño.
207. Imaginémonos que la gente de ese país ejecutase las acciones humanas ordinarias y al hacerlo se sirviese, al parecer, de un lenguaje articulado. Si se observa su animación, es comprensible, nos parece 'lógica'. Pero si tratamos de aprender su lenguaje, encontramos que es imposible. No hay concretamente entre ellos ninguna conexión regular delo dicho, de los sonidos, con las acciones; pero con todo, estos sonidos no son superfluos; pues si, por ejemplo, amordazamos a una de estas personas, ello tiene las mismas consecuencias que entre nosotros: sin esos sonidos sus acciones caen en confusión — como me gusta expresarlo.
¿Debemos decir que esa gente tiene un lenguaje: órdenes, informes, etc.?
Para lo que llamamos «lenguaje» falta la regularidad.
208. ¿Así pues, explico lo que quieren decir «orden» y«regla» por medio de «regularidad»? — ¿Cómo le explico a alguien el significado de «regular», «uniforme», «igual»? — A uno que, pongamos, sólo habla francés le explicaré estas palabras mediante las correspondientes francesas. Pero a quien aún no está provisto de estos conceptos le enseñaré a usar las palabras mediante ejemplos y mediante ejercicios. — Y al hacerlo no le comunico menos de lo que yo mismo sé.
Le mostraré, pues, en esta instrucción colores iguales, longitudes iguales, formas iguales, le haré hallarlos y producirlos, etc. Lo instruiré, por ejemplo, en continuar 'uniformemente' una serie ornamental a una determinada orden. — Y también en continuar progresiones. Así por ejemplo a la vista de — ha de proseguir así:
Yo se lo hago antes, él me lo hace después; y lo influyo mediante manifestaciones de acuerdo, de rechazo, de expectación, de estímulo. Lo dejo hacer o lo detengo; etc.
Imagina que eres testigo de semejante instrucción. Ninguna palabra se explicaría por medio de ella misma, no habría ningún círculo lógico.
También las expresiones «etcétera» y «etcétera ad inflnitum» llegan a explicarse en esta instrucción. Puede servir para ello entre otras cosas un gesto. El gesto que significa «¡prosigue así!» o «etcétera» tiene una función comparable a la de señalar un objeto o un lugar.
Ha de distinguirse el «etc.» que es una abreviatura de la grafía, del que no lo es. El «etc. ad inf.» no es una notación abreviada de la grafía. El que no podamos anotar todos los lugares de p no es una insuficiencia humana, como creen a veces los matemáticos.
Una instrucción que quiere atenerse a los ejemplos presentados se diferencia de una que 'apunta más allá' de ellos.
209. «¿Pero entonces no alcanza la comprensión más allá de todos los ejemplos?» — ¡Una expresión muy rara y enteramente natural! —
¿Pero es esto todo? ¿No hay una explicación aún más profunda; o no ha de ser más profunda al menos la comprensión de la explicación? — Bueno, ¿tengo yo mismo, pues, una comprensión más profunda? ¿Tengo más de lo que doy en la explicación? — ¿Pero entonces de dónde viene el sentimiento de que tenía más?
¿Es como cuando interpreto lo no limitado como una longitud que alcanza más allá de toda longitud?
210. «¿Pero le explicas realmente lo que tú mismo entiendes? ¿No le dejas adivinar lo esencial? Le das ejemplos — pero él tiene que adivinar su tendencia, y por tanto tu intención.» — Toda explicación que yo pueda darme se la doy también a él. — «Él adivina lo que yo significo» querría decir: le vienen a las mientes diversas interpretaciones de mi explicación y él da con una de ellas. Él podría, pues, preguntar en este caso; y yo podría responderle y le respondería.
211. «Lo instruyas como lo instruyas para que prosiga la serie de ornamentos — ¿cómo puede saber cómo tiene que continuar por sí mismo?» — Bueno, ¿cómo lo sé yo? — Si esto quiere decir «¿Tengo razones?», la respuesta es: las razones pronto se me agotan. Y entonces actuaré sin razones.
212. Cuando alguien a quien temo me da la orden de continuar la serie, actúo presto, con perfecta seguridad, y la falta de razones no me perturba.
213. «Pero este comienzo de la serie pudiera obviamente interpretarse de diversas maneras (por ejemplo, mediante expresiones algebraicas) y así tienes primero que elegir una de esas interpretaciones.» — ¡De ningún modo! Era posible, bajo ciertas circunstancias, una duda. Pero esto no es decir que yo haya dudado o incluso que pudiera dudar. (En conexión con esto está lo que hay que decir sobre la 'atmósfera' psicológica de un proceso).
¿Sólo la intuición puede apartar esa duda? — Si ella es una voz interior — ¿cómo sé cómo debo seguirla? ¿Y cómo sé que no me descamina? Pues, si puede encaminarme rectamente, también puede descaminarme.
((La intuición como excusa innecesaria).)
214. Si es necesaria una intuición para desarrollar la serie 1 2 3 4..., también lo es para desarrollar la serie 2 2 22...
215. ¿Pero no es por lo menos igual: igual?
Para la igualdad parecemos tener un paradigma infalible en la igualdad de una cosa consigo misma. Pretendo decir: «Aquí no puede haber diferentes interpretaciones. Cuando ve una cosa ante sí, ve también la igualdad.»
¿Así que dos cosas son iguales cuando son como una cosa? ¿Y cómo debo entonces aplicar lo que me muestra la una cosa al caso de las dos?
216. «Una cosa es idéntica consigo misma.» — No hay más bello ejemplo de una proposición inútil que no obstante está conectada con un juego de la imaginación. Es como si, en la imaginación, metiésemos la cosa en su propia forma y viésemos que ajusta.
Podríamos también decir: «Toda cosa ajusta en sí misma.» — O de otro modo: «Toda cosa ajusta dentro de su propia forma.» Al hacerlo uno mira una cosa y se imagina que ajusta exactamente dentro del espacio que estaba vacío para ella.
¿'Ajusta' esta mancha en su contorno en blanco? — Pero así es exactamente como veríamos las cosas si en su lugar hubiera habido primero un hueco y luego ella ajustase dentro. Con la expresión «ella ajusta» no describimos simplemente esta figura. Ni simplemente esta situación.
«Toda mancha de color ajusta exactamente en su contorno» es una forma un tanto especializada de la ley de identidad.
217. «¿Cómo puedo seguir una regla?» — si ésta no es una pregunta por las causas, entonces lo es por la justificación de que actúe así siguiéndola.
Si he agotado los fundamentos, he llegado a roca dura y mi pala se retuerce. Estoy entonces inclinado a decir: «Así simplemente es como actúo».
(Recuerda que a veces requerimos explicaciones no por su contenido, sino por la forma de la explicación. Nuestro requisito es arquitectónico; la explicación, una suerte de falsa moldura que nada soporta).
218. ¿De dónde viene la idea de que el comienzo de la serie es un trozo visible de raíles invisiblemente tendidos hasta el infinito? Bueno, en vez de la regla podríamos imaginarnos raíles. Y a la aplicación ilimitada de la regla corresponden raíles infinitamente largos.
219. «Todos los pasos ya están realmente dados» quiere decir: ya no tengo elección. La regla, una vez estampada con un determinado significado, traza las líneas de su prosecución a través de todo el espacio. — Pero si algo así fuese realmente el caso, ¿de qué me valdría?
No; mi descripción sólo tenía sentido si se entendía simbólicamente. — Así es como me parece — debí decir. Cuando sigo la regla, no elijo. Sigo la regla ciegamente.
220. ¿Pero qué finalidad tiene esa proposición simbólica? Debía poner de manifiesto una diferencia entre dependencia causal y dependencia lógica.
221. Mi expresión simbólica era realmente una descripción mitológica del uso de una regla.
222. «La línea me inspira cómo debo avanzar». — Pero esto es naturalmente sólo una figura. Y si juzgo que me inspira esto o aquello, más bien irresponsablemente, entonces no diría que la sigo como una regla.
223. No se siente que siempre se haya de estar a la espera de la seña (la insinuación) de la regla. Al contrario. No sentimos curiosidad por saber lo que vaya a decirnos ahora, sino que siempre nos dice lo mismo y hacemos lo que nos dice.
Se le podría decir a quien se adiestra: «Mira, yo siempre hago lo mismo: yo...».
224. La palabra «concordancia» y la palabra «regla» están emparentadas la una con la otra; son primas. Si le enseño a alguien el uso de la una, le enseño con ello también el uso de la otra.
225. El empleo de la palabra «regla» está entretejido con el empleo de la palabra «igual». (Como el empleo de «proposición» con el empleo de «verdadera»).
226. Supón que alguien sigue la serie 1, 3, 5, 7,... poniendo la serie de 2X+1. 2 Y él se pregunta: «¿pero siempre hago lo mismo o algo diferente cada vez?»
Quien todos los días promete «Mañana te visitaré» — ¿dice cada día lo mismo o cada día algo diferente?
227. ¿Tendría sentido decir: «Si cada vez hiciese algo diferente, no diríamos que sigue una regla»? Esto no tiene sentido alguno.
228. «¡Una serie tiene para nosotros una sola cara!» — Bien; ¿pero cuál? Está por cierto la algebraica y la de un trozo del desarrollo. ¿O hay en ella más que eso? — «¡Pero en ello ya está todo!» — Pero eso no es una constatación sobre el trozo de la serie ni sobre algo que divisemos en él, sino la expresión de que miramos sólo a la regla en busca de, instrucción y actuamos sin apelar a ninguna instrucción ulterior.
229. Creo percibir en el trozo de la serie un dibujo muy fino, un rasgo característico, que sólo necesita el 'y así sucesivamente' para alcanzar lo infinito.
230. «La línea me inspira cómo debo avanzar»: esto sólo parafrasea: es mi última instancia para saber cómo debo avanzar.
231. «¡Pero seguro que ves...!» Bueno, ésta es justamente la manifestación característica de alguien que se ve compelido por la regla.
232. Supón que una regla me inspira cómo debo seguirla; es decir, cuando recorro la línea con los ojos, una voz interior me dice: «¡Tira así!» — ¿Cuál es la diferencia entre este proceso de seguir una especie de inspiración y el de seguir una regla? Pues seguro que no son lo mismo. En el caso de la inspiración aguardo instrucciones. No podré enseñarle a otro mi 'técnica' de seguir la línea. A no ser que le enseñe una especie de saber escuchar, de receptividad. Pero entonces no puedo, naturalmente, exigir que él siga la línea como yo.
Estas no son mis experiencias de actuar de acuerdo con una inspiración y de acuerdo con una regla, sino anotaciones gramaticales.
233. Se podría también imaginar una instrucción semejante en una especie de aritmética. Los niños podrían entonces calcular, cada uno a su modo — en la medida en que escuchasen sólo la voz interna y la siguiesen. Este calcular sería como un componer.
234. ¿Pero no podríamos también calcular como calculamos (concordando todos, etc.) y sin embargo tener en cada paso el sentimiento de ser guiados por la regla como por encanto; asombrándonos quizá de que concordemos? (Dando gracias tal vez a la deidad por esta concordancia).
235. ¡En esto se ve meramente todo lo que pertenece a la fisonomía de aquello que llamamos en la vida cotidiana«seguir una regla»!
236. Los artistas del cálculo que llegan al resultado correcto, pero no pueden decir cómo. ¿Debemos decir que no calculan? (Una familia de casos).
237. Imagínate que alguien siguiese una línea a modo de regla de esta manera: Sostiene un compás y lleva una de sus puntas a lo largo de la línea-regia, mientras que la otra punta traza la línea que sigue la regla. Y mientras se mueve así a lo largo de la regla, altera la abertura del compás, aparentemente con gran precisión, mirando siempre a la regla como si ésta determinase su acción. Ahora bien, nosotros que lo observamos no vemos ninguna clase de regularidad en este abrir y cerrar el compás. No podemos aprender de él su modo de seguir la línea. Aquí tal vez diríamos realmente: «El original parece inspirarle cómo ha de avanzar. Pero no es una regla.»
238. Para que pueda parecerme que la regla ha producido todas sus consecuencias por anticipado, éstas tienen que ser para mí obvias. Tan obvias como es para mí llamar«azul» a este color. (Criterios de que esto sea para mí obvio').
239. ¿Cómo sabrá él qué color tiene que elegir cuando oye «rojo»? — Muy sencillo: debe tomar el color cuya figurase le ocurre al oír la palabra. — ¿Pero cómo sabrá qué colores aquel 'cuya figura se le ocurre'? ¿Se necesita un criterio ulterior para ello? (Hay por cierto un proceso de elegir el color que se le ocurre a uno con la palabra...)
«'Rojo' significa el color que se me ocurre al oír la palabra 'rojo'» — sería una definición. No una explicación de la esencia del designar por medio de una palabra.
240. No estalla disputa alguna (entre matemáticos, pongamos por caso) acerca de si se ha procedido conforme a la regla o no. Por ejemplo, no se llega a las manos por ello. Pertenece al entramado sobre el que funciona nuestro lenguaje (dando, por ejemplo, una descripción).
241. «¿Dices, pues, que la concordancia de los hombres decide lo que es verdadero y lo que es falso?» — Verdadero y falso es lo que los hombres dicen; y los hombres concuerdan en el lenguaje. Ésta no es una concordancia de opiniones, sino de forma de vida.
242. A la comprensión por medio del lenguaje pertenece no sólo una concordancia en las definiciones, sino también (por extraño que esto pueda sonar) una concordancia en los juicios. Esto parece abolir la lógica; pero no lo hace. — Una cosa es describir los métodos de medida y otra hallar y formular resultados de mediciones. Pero lo que llamamos «medir» está también determinado por una cierta constancia en los resultados de mediciones.
243. Un hombre puede animarse a sí mismo, darse órdenes, obedecerse, censurarse, castigarse, formularse una pregunta y responderla. Se podría también imaginar incluso hombres que hablasen sólo en monólogo. Acompañarían sus actividades hablando consigo mismos. — Un explorador que los observase y escuchase sus discursos podría conseguir traducir su lenguaje al nuestro. (Estaría por ello en situación de predecir correctamente las acciones de esas personas, pues también las oiría formar resoluciones y decisiones.)
¿Pero sería también imaginable un lenguaje en el que uno pudiera anotar o expresar sus vivencias internas — sus sentimientos, estados de ánimo, etc. — para su uso propio? — ¿Es que no podemos hacerlo en nuestro lenguaje ordinario? — Pero no es eso lo que quiero decir. Las palabras de este lenguaje deben referirse a lo que sólo puede ser conocido por el hablante, a sus sensaciones inmediatas, privadas. Otro no puede, por tanto, entender este lenguaje.
244. ¿Cómo se refieren las palabras a las sensaciones? — En eso no parece haber problema alguno; ¿pues no hablamos cotidianamente de sensaciones y las nombramos?¿Pero cómo se establece la conexión del nombre con lo nombrado? La pregunta es la misma que ésta, ¿cómo aprende un hombre el significado de los nombres de sensaciones? Por ejemplo, de la palabra «dolor». Aquí hay una posibilidad: Las palabras se conectan con la expresión primitiva, natural, de la sensación y se ponen en su lugar. Un niño se ha lastimado y grita; luego los adultos le hablan y le enseñan exclamaciones y más tarde oraciones. Ellos le enseñan al niño una nueva conducta de dolor.
«¿Dices, pues, que la palabra 'dolor' significa realmente el gritar?» — Al contrario; la expresión verbal del dolor reemplaza al gritar y no lo describe.
245. ¿Pues cómo puedo siquiera pretender colocarme con el lenguaje entre la manifestación del dolor y el dolor?
246. ¿Hasta qué punto son mis sensaciones privadas? — Bueno, sólo yo puedo saber si realmente tengo dolor; el otro sólo puede presumirlo. — Esto es en cierto modo falso y en otro un sin sentido. Si usamos la palabra «saber»como se usa normalmente (¡y cómo si no debemos usarla!)entonces los demás saben muy frecuentemente cuándo tengo dolor. — Sí, ¡pero no, sin embargo, con la seguridad conque yo mismo lo sé! — De mí no puede decirse en absoluto(excepto quizá en broma) que sé que tengo dolor. ¿Pues qué querrá decir esto, excepto quizá que tengo dolor?
No puede decirse que los demás saben de mi sensación sólo por mi conducta — pues de mí no puede decirse que sepa de ella. Yo la tengo.
Esto es correcto: tiene sentido decir de otros que están en duda sobre si yo tengo dolor; pero no decirlo de mí mismo.
247. «Sólo tú puedes saber si tuviste la intención.» Se le podría decir esto a alguien al explicarle el significado de la palabra «intención». Pues quiere decir entonces: así es como la usamos.
(Y «saber» quiere decir aquí que la expresión de incertidumbre carece de sentido.)
248. La proposición «Las sensaciones son privadas» es comparable a: «Los solitarios los juega uno solo.»
249. ¿Estamos quizá precipitándonos al suponer que la sonrisa del niño de pecho no es fingimiento? — ¿Y en qué experiencia se apoya nuestra suposición?
(Mentir es un juego de lenguaje que requiere ser aprendido como cualquier otro.)
250. ¿Por qué no puede un perro simular dolor? ¿Es demasiado honrado? ¿Se podría enseñar a un perro a simular dolor? Quizá se le pudiera enseñar a que en determinadas ocasiones ladrase como si sintiera dolor sin tener dolor. Pero para una auténtica simulación aún le falta a esta conducta el entorno apropiado.
251. ¿Qué se significa al decir: «No puedo imaginármelo contrario de esto» o «¿Cómo sería si fuese de otro modo?»? — Por ejemplo, cuando alguien ha dicho que mis imágenes son privadas; o que sólo yo mismo puedo saber si siento un dolor; y cosas parecidas.
«No puedo imaginarme lo contrario» no quiere decir aquí naturalmente: mi capacidad de imaginación no alcanza ahí. Nos defendemos con estas palabras contra algo que por su forma nos parece una proposición empírica, pero que es en realidad una proposición gramatical.
¿Pero por qué digo «No puedo imaginarme lo contrario»? ¿Por qué no: «No puedo imaginarme lo que dices»?
Ejemplo: «Toda vara tiene longitud». Esto quiere tal vez decir: llamamos a algo (o a esto) «la longitud de una vara» — pero a nada «la longitud de una esfera». Ahora bien, ¿puedo imaginarme que 'toda vara tiene longitud'? Bueno, me imagino simplemente una vara; y eso es todo. Sólo que esa figura juega en conexión con esa proposición un papel totalmente distinto del de una figura en conexión con la proposición «Esta mesa tiene la misma longitud que la de allí». Pues aquí entiendo lo que quiere decir hacerse una figura de lo contrario (y no tiene por qué ser una figura de la imaginación).
Pero la figura unida a la proposición gramatical sólo podría mostrar, digamos, lo que se llama «longitud de una vara». ¿Y qué debería ser la figura opuesta a ella?
((Anotación sobre la negación de una proposición a priori.))
252. A la proposición «Este cuerpo tiene extensión» podríamos responder: «¡Absurdo!» — pero tendemos a responder: «¡Ciertamente!» — ¿Por qué?
253. «Otro no puede tener mis dolores.» — ¿Qué son mis dolores? ¿Qué cuenta aquí como criterio de identidad? Considera lo que hace posible, en el caso de objetos físicos, hablar de «dos exactamente iguales». Por ejemplo, decir:«Esta silla no es la misma que viste ayer aquí, pero es una exactamente igual».
Hasta donde tenga sentido decir que mi dolor es el mismo que el suyo, hasta ahí podremos también tener ambos el mismo dolor. (Y sería también imaginable que dos hombres sintiesen dolor en el mismo — no meramente en homólogo — lugar. En gemelos siameses, por ejemplo, podría darse este caso.)
He visto cómo, en una discusión sobre este tema, alguien se golpeaba el pecho y decía: «¡Pero otro no puede sin embargo tener ESTE dolor!» — La respuesta a esto es que no se define ningún criterio de identidad mediante la acentuación enfática de la palabra «este». El énfasis nos sugiere más bien el caso en que un criterio semejante nos es familiar, pero nos ha de ser recordado.
254. También la sustitución de la palabra «igual» por«idéntico» (por ejemplo) es un típico recurso en filosofía. Como si hablásemos de matices de significado y se tratase sólo de acertar con el matiz correcto de nuestras palabras. Y sólo se trata de eso en filosofía allí donde nuestra tarea es describir con exactitud psicológica la tentación de usar un determinado modo de expresión. Lo que 'estamos tentados a decir' en un caso así no es naturalmente filosofía, sino que es su materia prima. Así, por ejemplo, lo que un matemático está inclinado a decir sobre la objetividad y la realidad de los hechos matemáticos no es filosofía de la matemática, sino algo que la filosofía tendría que tratar.
255. El filósofo trata una pregunta como una enfermedad.
256. ¿Qué pasa, pues, con el lenguaje que describe mis vivencias internas y que sólo yo mismo puedo entender?¿Cómo designo mis sensaciones con palabras? — ¿Del modo en que lo hacemos ordinariamente? ¿Están entonces mis palabras de sensaciones conectadas con mis manifestaciones naturales de sensaciones? — En este caso mi lenguaje no es 'privado'. Otro podría entenderlo tan bien como yo. — ¿Pero y si yo no poseyese ninguna manifestación natural de la sensación, sino sólo la sensación? Y ahora asocio simplemente nombres con las sensaciones y empleo esos nombres en una descripción. —
257. «¿Cómo sería si los hombres no manifestasen su dolor (no gimiesen, no contrajesen el rostro, etc.)? Entonces no se le podría enseñar a un niño el uso de la expresión dolor de muelas'.» — Bueno, ¡supongamos que el niño es un genio e inventa él mismo un nombre para la sensación! — Pero entonces no podría ciertamente hacerse entender con esa palabra. — ¿Así es que él entiende el nombre pero no puede explicarle a nadie su significado? — ¿Pero qué quiere decir que él 'ha nombrado su dolor'? — ¡¿Cómo ha hecho eso: nombrar el dolor?! Y, sea lo que fuere lo que hizo, ¿qué finalidad tenía? — Cuando se dice «Él ha dado un nombre a la sensación», se olvida que ya tiene que haber muchos preparativos en el lenguaje para que el mero nombrar tenga un sentido. Y cuando hablamos de que alguien da un nombre al dolor, lo que ya está preparado es la gramática de la palabra «dolor»; ella muestra el puesto en que se coloca la nueva palabra.
258. Imaginémonos este caso. Quiero llevar un diario sobre la repetición de una determinada sensación. Con ese fin la asocio con el signo «S» y en un calendario escribo este signo por cada día que tengo la sensación. En primer lugar observaré que no puede formularse una definición del signo. — ¡Pero aún puedo darme a mí mismo una especie de definición ostensiva! — ¿Cómo?, ¿puedo señalar la sensación? — No en el sentido ordinario. Pero hablo, o anoto el signo, y a la vez concentro mi atención en la sensación — como si la señalase internamente. — ¿Pero para qué esta ceremonia?, ¡pues sólo algo así parece ser! Una definición sirve por cierto para establecer el significado de un signo. — Bien, esto ocurre precisamente al concentrar la atención; pues, por ese medio, me imprimo la conexión del signo con la sensación. — «Me la imprimo», no obstante, sólo puede querer decir: este proceso hace que yo me acuerde en el futuro de la conexión correcta. Pero en nuestro caso yo no tengo criterio alguno de corrección. Se querría decir aquí: es correcto lo que en cualquier caso me parezca correcto. Y esto sólo quiere decir que aquí no puede hablarse de 'correcto'.
259. ¿Son las reglas del lenguaje privado impresiones de reglas? — La balanza en la que se pesan las impresiones no es la impresión de una balanza.
260. «Bueno, creo que ésta es de nuevo la sensación S.» — ¡Quizá crees creerlo!
¿Entonces el que asentó el signo en el calendario no se ha notificado nada en absoluto? — No tomes como evidente que alguien se notifica algo cuando asienta signos — por ejemplo, en un calendario. Pues una nota tiene una función; y la «S» no tiene, hasta aquí, ninguna.
(Uno puede hablarse a sí mismo. — ¿Se habla a sí mismo aquel que habla cuando ningún otro está presente?)
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