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martes, 25 de mayo de 2010

Terapia, aprender y enseñar.

Fuente-Libro: Haley, Jay "APRENDER Y ENSEÑAR TERAPIA"

 Unos diez años antes de que Jay Haley, el destacado terapeuta sistémico, publicara este libro, había dicho en una de sus conferencias que hoy en día, que alguien posea una licencia y una habilitación para ejercer la psicoterapia no demuestra que esa persona sepa tratar pacientes: solamente demuestra que saber conversar afablemente con un supervisor.
Esta afirmación de Haley justifica de por sí sola la necesidad de un libro como el presente. Para ser terapeuta no basta con haber recibido una formación teórica, ni tampoco basta con tener alguna experiencia en el tratamiento de pacientes: hay que aprender a ser terapeuta, y para que ello sea posible es necesario que haya un otro que sepa enseñar a serlo. El libro se centra, entonces, en desarrollar esta idea central, que convierte al terapeuta en un alumno.
No basta con decir, señala Haley con razón: "voy a aprender terapia mientras hago terapia personal o mientras trato pacientes. En la actualidad, la misión de los terapeutas es aprender terapia con la misma seriedad con la que se aprendería a manejar un automóvil y además, aprender a ser terapeuta de una forma sistemática, no esporádica ni desorganizada, es decir, bajo la guía de un maestro llamado supervisor. Podríamos designar a este tipo de aprendizaje un aprendizaje formal y estructurado, del mismo tipo que podríamos encontrar en una escuela o en la universidad. Haley sugiere la idea de que el autodidactismo, en el peor de los casos debe estar acompañado de un aprendizaje dirigido formalmente por otra persona.
La forma de enseñar la terapia dependerá de la ideología y el enfoque de cada escuela de pensamiento, aunque Haley va a centrar su atención en el tipo de terapia llamada breve y, más concretamente, aquella que considera la importancia del contexto social, llámese familia, lugar de trabajo, etc. El hecho de estar bajo tratamiento implica, en efecto, la posibilidad de que el paciente sea definido por su entorno como deficiente y, por tanto, influír en su posición familiar o laboral.
El proceso de enseñar y aprender psicoterapia se da en tres formas stándard: 1) el terapeuta y el supervisor conversan sobre un determinado caso; 2) el terapeuta alcanza al supervisor la grabación de las sesiones, y 3) el terapeuta entrevista al paciente mientras es observado y guiado por un supervisor a través de un espejo de visión unilateral (cámara Gesell). Cada procedimiento presenta sus desventajas y ventajas, que Haley describe extensamente, aunque podemos adveritr cierta preferencia de dicho autor por la supervisación en vivo (es decir, mientras el terapeuta está tratando al paciente). Haley fundamenta esta preferencia diciendo que, puesto que el definitiva el alumno-terapeuta habrá de asumir la responsabilidad por el tratamiento, ¿por qué no empezar por encomendarle la conducción de la terapia mientras el supervisor, sentado detrás del espejo, observa la evolución del tratamiento? Creo que esto también puede fundamentar los otros procedimientos mencionados, como la supervisación conversada entre terapeuta y supervisor, fuera de las sesiones.
Haley describe luego con minuciosidad qué características debe tener el supervisor como docente (da el ejemplo de su propio supervisor, Milton Erikson), y el terapeuta como alumno. Dentro de estos últimos establece algunas categorías algo arbitrarias, como el alumno novicio, el grupalista y el ideólogo.
También hace una referencia acerca de los pacientes, que me parece un poco extensa para el propósito de su inclusión: mostrar la complejidad del proceso de enseñar y aprender psicoterapia. Resultan rescatables las acotaciones del autor cuando centra su atención en en qué enseñar, a quién enseñar, cómo enseñar y como evaluar lo enseñado y lo aprendido.
Haley insiste en que hay muchas teorías que explican por qué la gente se comporta como lo hace, pero que en lo que hay que poner más énfasis es en construír teorías que permitan explicar cómo pueden ellas cambiar favorablemente. Estas teorías del cambio son las que deben ser enseñadas y aprendidas, no sólo teóricamente sino también su instrumentación en la práctica.
A este problema se suma otro institucional: ¿dónde encontrar supervisores competentes que sepan cambiar a las personas? Hay supervisores docentes que conocen las teorías del cambio, pero pueden tener dificultades a la hora no sólo de aplicarlas ellos mismos a sus pacientes, sino también para enseñarlas a los terapeutas alumnos. Las personas que administran los servicios de salud esperan que los supervisores enseñen a hacer terapia, que puedan decirles a los terapeutas en formación lo que deben hacer para resolver rápidamente (en los casos de terapias breves, de las cuales es partidario Haley) los problemas planteados por los pacientes.
En conjunto, el libro de Haley me parece un aporte importante, sobre todo porque intenta mostrar que el proceso de enseñar y aprender psicoterapia no se basa o no debería basarse en un esquema rígido donde un supervisor educa y un terapeuta recibe pasivamente esa enseñanza.
Al contrario, el terapeuta en formación, más que aprender ciertas reglas, debe aprender la creatividad y la espontaneidad para aplicarlas con criterio. El supervisor no debe enseñar simplemente conceptos ni solamente procedimientos, sino también actitudes. El enseñar solamente teorías o procedimientos pautados encierra el peligro de hacer generalizaciones, las cuales pueden convertirse en el peor enemigo de los intentos por resolver cada situación particular, que siempre es única e intransferible.
Haley parece así adscribir a la idea de que enseñar a hacer psicoterapia es ante todo enseñar un arte, más que una simple ciencia. De aquí su oposición a todo lo que tenga un sesgo de universal o de técnico, y su insistencia en que el terapeuta pueda desarrollar la libertad para crear soluciones específicas (Haley Jay, "Aprender y enseñar terapia", Buenos Aires, Amorrortu editores, 1997).

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