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lunes, 21 de junio de 2010

El condicionamiento por contigüidad

LA TEORÍA DEL CONDICIONAMIENTO POR CONTIGÜIDAD

En una conferencia de psicólogos que se realizó en 1904, en los Estados Unidos, Twitmyer presentó un trabajo acerca del condicionamiento del reflejo rotuliano. Sin embargo este trabajo no fue bien considerado por sus colegas, lo que llevó a que en ese país no se desarrollara una teoría acerca de los reflejos condicionados, al menos al mismo nivel de lo que hacía Pavlov en Rusia.
 
Es tan sólo a partir de 1913, con la publicación del que es conocido como el “manifiesto conductista” de John Watson, que se inicia en los Estados Unidos el estudio del aprendizaje como un proceso basado en la contigüidad de estímulos y respuestas.
 
Es interesante señalar que aunque la psicología rusa y la psicología norteamericana marchan por los mismos caminos en los primeros años de este siglo, posteriormente los diferentes enfoques ideológicos imperantes en ambos países hacen que sus posiciones se diferencien claramente. En la Unión Soviética se llegan a suprimir, en nombre de la ideología, las más modernas teorías sobre genética y se reemplazan por la teoría de Lysenko sobre los caracteres adquiridos. En los EE.UU., las posiciones conductistas plantean la posibilidad de que los psicólogos modelen al ser humano siguiendo los criterios que el científico estimare como más adecuados o exitosos.
 
Sin embargo, en la Unión Soviética se concede gran importancia a los fenómenos de la conciencia, entendida desde el punto de vista leninista como “la función del cerebro, el reflejo del mundo exterior”. En los Estados Unidos, en cambio, el fuerte rechazo de las posiciones introspeccionistas lleva a Watson a considerar la conducta observable como el único objeto válido para la psicología.

LA CONDUCTA COMO OBJETO DE LA PSICOLOGÍA.
 
En 1907, H. Piéron dictó una clase magistral en la Escuela Práctica de Altos Estudios de Francia, cuyo tema era “La evolución del psiquismo”. Allí Piéron rechazó los fenómenos de conciencia como objeto de estudio de la psicología, postulando una psicología “objetiva” que estudie “...la actividad de los seres y sus relaciones sensoriomotrices con el medio, a lo que los norteamericanos denominan “the behavior”, los alemanes “das Verhalten”, los italianos “lo comportamento”, y que nosotros podemos denominar lícitamente ‘la conducta’ de los organismos”.

En 1913, John Broadus Watson retomó estas palabras de Piéron y fundó en Estados Unidos la psicología conductista, también conocida con el nombre de “behaviorismo”. Watson fue el primer psicólogo de importancia en los Estados Unidos que promovió un enfoque conductual de la psicología. Para él, no hace falta recurrir al testimonio de los sujetos acerca de sus estados de conciencia (como lo planteaba Wundt), sino que basta observar sus reacciones frente a los estímulos del medio para establecer las leyes que rigen el comportamiento.


John B. Watson (1878-1958) creador del conductismo, teoría que considera que la psicología sólo debe estudiar aquellos aspectos de la conducta que permiten observaciones objetivas y mensurables.

Watson pensaba que si se controla adecuadamente el ambiente que rodea a una persona, se podrá producir cualquier tipo de comportamiento que se desee.

“Denme una docena de niños saludables y bien formados y mi propio mundo bien especificado para criarlos, y les garantizo escoger al azar a cualquiera de ellos y capacitarlo para convertirlo en un especialista de cualquier área que se me ocurra – médico, abogado, artista, comerciante y, sí, hasta mendigo y ladrón, independientemente de sus talentos, inclinaciones, tendencias, capacidades, vocaciones y de la raza de sus antepasados.” (Watson, 1924)

Para Watson, los avances de las ciencias en general se derivan de la medición cuidadosa de los fenómenos objetivos y físicos. Uno de los criterios más importantes de la observación científica es que ésta debe ser capaz de ser repetida por diferentes científicos, los que puedan llegar, en condiciones idénticas, a los mismos resultados. Esta observación científica – dice Watson – es imposible si se trata de observar mediante la introspección los “estados de conciencia”, como planteaba Wundt. Por lo tanto, según el creador del conductismo, el único objeto posible para la psicología es la conducta, ya que ésta puede ser cuantificada y medida objetivamente.
 
Dicho en otras palabras: para saber si una rata distingue el color rojo del verde, no podemos recurrir al testimonio de la rata acerca de sus sensaciones. Pero sí podemos colocar alimento al final de un corredor rojo ubicado en un laberinto experimental y podemos también electrificar el corredor de color verde; si la rata va regularmente a buscar alimento al corredor rojo y evita regularmente el corredor verde, podemos concluir que es capaz de diferenciar los colores. Cualquier observador que mire la conducta de la rata podrá llegar a las mismas conclusiones; por lo tanto, para la psicología, dice Watson, solamente la conducta es capaz de proporcionar datos científicamente aceptables.
 
Watson supone que dado que la conducta es un producto del funcionamiento del cerebro, los principios que rigen el comportamiento deben ser similares en mamíferos que tienen cerebros más o menos parecidos. La unidad básica del aprendizaje es el hábito, que se adquiere tanto en los animales como en el hombre por el establecimiento de nexos neuronales entre un estímulo y una respuesta. Eso es, para Watson, lo único que interesa; el psicólogo norteamericano niega la existencia de los pensamientos, los sentimientos y las imágenes, en tanto que fenómenos mentales. Para él, todos estos fenómenos son simplemente pequeños movimientos musculares que corresponden a conexiones entre los estímulos y los músculos periféricos. Pensar, por ejemplo, serían pequeños movimientos de la tráquea y de la laringe.
 
Es realmente una posición bastante exagerada, que no ha tenido más seguidores en el campo de la psicología. Sin embargo, en honor a Watson, es preciso decir que la experimentación posterior a él ha podido demostrar la existencia de potenciales musculares que acompañan la formulación de pensamientos. McGuigan, por ejemplo, comprobó que cuando un enfermo psicótico pensaba que oía voces, al mismo tiempo se le podían medir potenciales de acción muscular en la garganta (citado por Swenson, 1991).
 
¿Cómo aprendemos entonces, desde el punto de vista del conductismo watsoniano? Simplemente, mediante el encadenamiento de respuestas musculares. Si una rata “ha aprendido” después de varios ensayos a correr correctamente por un laberinto y encontrar el alimento, ello quiere decir que ha adquirido una pauta de respuestas musculares que corresponden a los giros, detenciones y trechos a recorrer en línea recta en ese laberinto.
 
Todo aprendizaje es entonces un condicionamiento de hábitos. Un hábito es un vínculo que se ha establecido entre determinados estímulos y determinadas respuestas. Estos vínculos obedecen a dos leyes básicas que son: 1) Ley de la frecuencia: la fuerza de un vínculo depende del número de asociaciones entre el estímulo y la respuesta y 2) Ley de proximidad temporal: aquella respuesta dada inmediatamente después de un estímulo determinado es la que tiene mayor probabilidad de aparearse (asociarse) con este estímulo.
 
La teoría de Watson no concede importancia al refuerzo o recompensa en el aprendizaje (posteriormente revisaremos las teorías que precisamente se basan en el refuerzo). Para él, la adquisición de hábitos descansa exclusivamente en la frecuencia y la proximidad temporal de estímulos y de respuestas y no en fenómenos tales como la reducción de un impulso o la satisfacción de una necesidad.

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