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domingo, 20 de junio de 2010

El funcionamiento de la corteza cerebral

LA EXCITACIÓN Y LA INHIBICIÓN.
 
Pavlov (foto) estudió detalladamente las formas de funcionamiento de la corteza cerebral, postulando que sus procesos fundamentales son la excitación y la inhibición.
La Excitación
La excitación no era un fenómeno nuevo para los fisiólogos; había sido estudiada ya por muchos investigadores, sobre todo en lo que respecta a los niveles más bajos del sistema nervioso central. Desde 1870, los trabajos de Fritsch y Hitzig se habían dirigido a examinar la excitación cortical (Roelens en Klotz y col., 1957). Pavlov profundizó dichos estudios, caracterizando a la excitación como “una forma del proceso nervioso cortical” y no sólo como propiedad de un grupo de células nerviosas aisladas.
El proceso de excitación cortical nos permite comprender cómo se forma un reflejo condicionado. Para ello, es preciso retornar al clásico experimento de Pavlov y, en aras de una mejor comprensión por parte del lector, me permitiré enumerar los pasos consecutivos de formación del reflejo condicionado de salivación frente a un diapasón escuchado por un perro:
1.    Cuando el perro recibe carne molida, se pone en funcionamiento un reflejo incondicionado. Su vía nerviosa aferente parte de las mucosas bucales y llega a centros subcorticales, los que son excitados. Su vía eferente parte de estos centros subcorticales y va hacia las glándulas salivales.
2.    Si al mismo tiempo se hace sonar un diapasón, las vías aferentes de este estímulo sonoro (vías cocleares) son distintas de las vías aferentes del reflejo incondicionado explicado anteriormente; por lo tanto, el impulso nervioso llegará a un centro cortical diferente del que correspondía al reflejo incondicionado. Este centro cortical será igualmente activado, pasando también al estado de excitación. Al recibirse el estímulo proveniente del sonido del diapasón, no hay una respuesta de las glándulas salivales ya que no existe un reflejo “natural” o “innato” que haga responder con salivación ante el sonido del diapasón.
3.    Posteriormente, una vez que se han asociado repetidamente en el tiempo el sonido del diapasón con la presentación de la carne molida, el solo sonido del diapasón empieza a provocar la salivación, por lo que es necesario concluir que se ha formado una nueva conexión nerviosa que antes no existía.
4.    En esta nueva conexión nerviosa, las vías aferentes son las mismas que citamos en el punto (2), es decir, las vías cocleares. Por su parte, las vías eferentes secretorias son las que correspondían al reflejo incondicionado citado en el punto (1), o sea, las vías que parten del centro subcortical de la salivación.
5.    La pregunta es entonces: ¿cómo se conectó el centro cortical al cual llegó el impulso nervioso derivado del estímulo auditivo del sonido del diapasón con el centro subcortical responsable de enviar la orden a las glándulas salivales que deben emitir saliva?.
6.    La respuesta dada por Pavlov es clara y categórica: De cada uno de los dos puntos que han sido excitados por los impulsos, esto es, desde el centro subcortical de la alimentación y desde el centro cortical receptor del estímulo, se produce una irradiación de la excitación. Cuando las ondas de la irradiación se encuentran, se produce una conexión temporaria de ambos focos corticales.

La Inhibición

El proceso de la inhibición o “freno” de la actividad cortical es un fenómeno tan importante como la 
excitación, pero es bastante más complejo. Pavlov distinguió entre dos tipos de inhibición: 1) Inhibición externa y 2) Inhibición interna.
La inhibición externa
La inhibición externa se ejemplifica claramente con el reflejo innato de orientación (o reflejo de ¿qué es eso?). Cuando los animales escuchan un sonido nuevo y por lo tanto extraño, detienen todo movimiento y solamente mueven la cabeza para localizar el sonido. Cualquier estímulo que despierte el reflejo de orientación (RO), detendrá toda la actividad en curso e interferirá con el condicionamiento previo que se estaba realizando. Al mismo tiempo, el organismo quedará preparado para recibir un nuevo condicionamiento.
Sólo puede existir condicionamiento (es decir, para Pavlov, aprendizaje) si el sujeto está prestando atención; y esto es tan válido para los perros que son condicionados a emitir saliva frente a un diapasón como para los niños que deben aprender en la sala de clases. Pero es imposible para una persona prestar atención a todos los estímulos que aparecen en nuestro medio. El organismo, en su sabiduría natural, evita sobrecargarse de estimulación inútil. Pavlov explica que el cerebro posee “analizadores corticales” independientes para los sentidos principales y que son estos analizadores los que deciden a qué estímulos debe ponerse atención. Cuando un analizador decide prestar atención a un estímulo determinado, “congelamos” nuestra actividad (por eso el reflejo de orientación recibe además el nombre de reflejo de “congelación” o “freezing”), tensamos los músculos, segregamos más adrenalina y se aceleran nuestras ondas cerebrales. No todos los estímulos son capaces de despertar este reflejo de orientación; básicamente, los siguientes estímulos son capaces de desencadenar esta respuesta innata:
1.    Estímulos de mucho volumen sonoro: por ejemplo, una explosión o un disparo cerca nuestro.
2.    Estímulos muy suaves: cuando la sala de clases queda de repente en silencio (el típico “va pasando un angelito”, como se dice en la zona sur de Chile).
3.    Estímulos nuevos o estímulos que pueden llevar a recompensas o a consecuencias negativas: por ejemplo, la llegada de alguien a una reunión o la voz del locutor que anunciará un premio de la Loto.
Parece ser entonces que los analizadores son capaces de reconocer los estímulos familiares y los que carecen de consecuencias. Los analizadores funcionan como una especie de filtros que impiden que el sujeto preste atención a estímulos conocidos que no traerán consecuencias.
Resumiendo entonces: durante un proceso de condicionamiento, cualquier estímulo que sea más fuerte o más novedoso que los estímulos incondicionado o condicionado a los que se está prestando atención, podrá actuar como inhibidor externo, interrumpiendo el proceso de aprendizaje. El estudiante que lee atentamente un texto, podrá ser distraído de su tarea por una melodía que le traiga algún tipo de recuerdo o el perro que está siendo sometido a un condicionamiento clásico de la salivación verá interrumpido su aprendizaje si el ayudante del investigador estornuda en el laboratorio.

La inhibición interna
En la inhibición interna, el agente inhibidor no es un elemento extraño o nuevo que ha aparecido en el mundo exterior, sino que es el estímulo condicionado propiamente dicho, que frente a determinadas condiciones sufre una transformación.
Según Pavlov, los analizadores corticales son capaces de diferenciar entre los estímulos nuevos y/o importantes y los estímulos ya conocidos y poco importantes. De esa forma, son capaces de inhibir las respuestas de orientación (RO) ante las señales conocidas poco importantes. Este fenómeno de inhibición de la respuesta es conocido también con el nombre de habituación. Ahora bien, si aparece un estímulo inhibitorio suave en el ambiente, puede ser “inhibida la inhibición”. A este proceso se le llama desinhibición.
En uno de los experimentos de Pavlov puede apreciarse claramente la forma en que funciona la desinhibición: Se condicionó un perro para que salivara cuando se le presentaba un objeto rotatorio (EC). A continuación, esa respuesta fue inhibida. Cuando se cambió al perro a otra habitación experimental, las señales provenientes de la nueva habitación inhibieron temporalmente la inhibición y el perro volvió a salivar al ver la figura rotativa.
En la famosa película del director Stanley Kubrick, “La naranja mecánica”, se muestra un proceso de condicionamiento inhibitorio. El protagonista de la película es Alex, un joven cuyas principales entretenciones son la brutalidad y la música de Beethoven. Cuando es apresado, se le da a elegir entre muchos años de cárcel o un “programa científico de rehabilitación”. Alex opta por este tratamiento, el que consistía en administrarle una droga que le provocaba náuseas y deseos de morir (el EI). Se le obligaba a mantener los ojos abiertos y, antes de que empezaran a manifestarse las náuseas y los otros efectos de la droga, se le mostraban películas con actos de violencia, tales como violaciones. Estas películas, al principio, le provocaban un gran goce. Pero, cuando empezaban a sentirse los efectos de la droga ese goce se transformaba en pánico. Al irse repitiendo las sesiones a lo largo del tiempo, las escenas de sexo y de violencia se transforman en estímulos condicionados excitatorios de náuseas y pánico, lo que hace a su vez que se inhiban los reflejos agresivos y sexuales de Alex.
Una vez concluido el programa de “rehabilitación”, los encargados de él presentan a Alex en un escenario, frente a un gran público. Aparece una niña semidesnuda y Alex se acerca a ella con la intención de violarla. Inmediatamente se presentan los reflejos condicionados de náuseas y terror, lo que hace que Alex caiga al suelo del escenario. La representación continúa y basta que la niña se acerque a él, para que Alex escape mientras el público aplaude.
Este es un claro ejemplo de la inhibición de los poderosos impulsos sexuales y violentos que anteriormente manifestaba Alex. Finalmente, los administradores del programa de rehabilitación le hacen escuchar música de Beethoven durante el proceso de condicionamiento. Con ello, le quitan incluso su única fuente no patológica de bienestar, ya que a partir de ese momento la música de Beethoven le provoca las mismas náuseas y pánico que la droga descrita anteriormente.

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