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sábado, 3 de julio de 2010

El otro lado de la realidad -4-

EL CONTACTADO ISAIAS, PRECURSOR DE ALBERT EINSTEIN: NUEVA ABDUCCION.

No estará de más recordar aquí otro texto bíblico, cual es el escrito apócrifo titulado Visión de Isaías, que relata cómo el profeta Isaías, en el siglo VIII antes de JC, duda de la veracidad de su fe en la grandeza del Todopoderoso, por cuya razón es contactado e invitado a subir al cielo. Al ver allí la majestad del llamado Creador, Isaías se arrepiente de sus dudas. El emisario que le había conducido al cielo se disponía a acompañarle de regreso a la Tierra. "¿Por qué tan pronto?" —suplicó el profeta—. "No llevo más de dos horas aquí." "Dos horas no: treinta y dos años", rectificó el emisario, advirtiéndole, sin embargo, que estos treinta y dos años no habían transcurrido para él: vuelto a la Tierra tendrá la misma edad que tuvo al partir.
Tenemos aquí un ejemplo de aplicación práctica de la teoría de la relatividad. Pero, ¿cómo la podía conocer el autor del apócrifo, escrito antes del siglo III de nuestra era? La pregunta no es capciosa ni ligera. Poco importa que la Iglesia reconozca la autenticidad o no de este texto apócrifo. Poco importaría incluso en este caso el que Isaías ascendiera realmente a algún punto externo a la atmósfera terrestre o no. Poco importaría para esta pregunta el que efectivamente realizara este asombroso viaje espacial. Porque lo que realmente es inquietante en este texto —y que alguien me lo aclare si puede— es cómo un autor que vivió antes del siglo III de nuestra era, era capaz de poner un ejemplo práctico de aplicación de la teoría de la relatividad formulada por Albert Einstein en nuestros días.

EL CONTACTADO HABACUC Y SU FUGAZ VIAJE AÉREO.

Relata el texto bíblico del libro del profeta mayor Daniel otro curioso caso de contacto: "Vivía en Judea el profeta Habacuc, que había preparado un cocido, había untado pan en una cazuela, y salía al campo para llevárselo a los segadores. El emisario del Señor le dijo: 'Lleva la comida que aquí tienes a Babilonia, a Daniel, dentro de la cisterna de los leones.' Habacuc respondió: 'Señor, ¡yo no he visto nunca Babilonia, ni conozco la cisterna!' El emisario del Señor lo tomó por la coronilla y, asiéndole de los pelos por los aires, lo dejó en Babilonia sobre la cisterna, con la fuerza de su ala. Habacuc gritó: '¡Daniel, Daniel, toma la comida que Dios te envía!' Y Daniel dijo: 'Has pensado en mí, oh Dios, y no has abandonado a los que te quieren.' Daniel se levantó y comió. Y el emisario del Señor devolvió inmediatamente a Habacuc a su lugar."

EL CONTACTADO DANIEL.

Ya poco antes los protectores celestes de Daniel le revelaron a éste con pelos y señales las características de los próximos reinados en la zona. Evidenciaban con ello que su intervención podía encauzar los destinos de los países, y esta situación se ha venido prolongando a lo largo de la historia de la humanidad hasta nuestros días. El profeta Daniel nos describe a sus 'contactos' de esta forma tan poco divina y, en cambio, tan tecnológicamente avanzada:
"El día 24 del mes primero, mientras me hallaba a orillas del gran río" —se refiere al Tigris— "alcé los ojos y vi a un hombrte vestido de lino, con el dorso ceñido de oro de Ufaz. Su cuerpo era como el crisólito; la cara, como el fulgor del relámpago; los ojos, como antorchas de fuego; los brazos y las piernas, como el reflejo del bronce pulido; el sonido de sus palabras, como el murmullo de una multitud." (...) "Mientras así me hablaba, bajé la cabeza sin decir nada; y como una semejanza de mano de hombre me tocó los labios." (...) "Nuevamente la apariencia humana me tocó y me confortó." Más adelante, Daniel nos relata que este misterioso personaje humanoide no estaba solo: "Y yo, Daniel, vi a otros dos que estaban de pie, uno en esta orilla del río y el otro en la otra orilla del río. Y le hablé al hombre vestido de lino que se hallaba por encima del agua del río: '¿Hasta cuándo, el fin de las cosas extraordinarias?' Y oí al hombre vestido de lino que estaba encima del río: 'Todas estas cosas se acabarán cuando se haya acabado el poder del que oprime al pueblo santo.'"
Insisto: ¿quién es ése, a quien tanto le interesa intervenir en nuestra historia?

EL CONTACTADO EZEQUIEL.

Tiempo después, en el siglo VI antes de JC, el profeta Ezequiel tuvo un encuentro similar junto al río Quebar, cerca de Babilonia, quedando descrito en su libro uno de los más detallados testimonios de encuentros cercanos con objetos volantes no identificados que podemos encontrar en los tiempos antiguos. No hay espacio aquí para reproducir su extensa descripción, que finaliza con esta indicación de que hubo un "contacto":
"Y lo ví, y caí sobre mi rostro, y oí la voz de uno que hablaba. Me dijo: 'Hijo de hombre, levántate, que quiero hablarte.'"
Del relato de Ezequiel se desprende claramente que se trata de la descripción detallada del descenso de un aparato volante que se dirige hasta el lugar en el que se halla el profeta, se detiene allí junto a él, momento en el que uno de sus tripulantes (o acaso el único) se dirige al profeta para entablar una conversación. El estudio más serio y autorizado de cuantos se han efectuado del fenómeno observado y descrito por Ezequiel es indudablemente el que llevó a cabo Josef F. Blumrich, ingeniero jefe responsable de la Oficina de Construcción de Proyectos de la NASA, agencia que le concedió en 1972 la medalla para Servicios Excepcionales. El resultado de sus investigaciones fue no sólo la afirmación rotunda y categórica de que Ezequiel vio efectivamente una nave espacial, sino la descripción total y compleja de la misma. Afirma que encontró todos los elementos para la rediseñación del aparato, en los textos bíblicos. Tanto es así, que llegó a patentar en los Estados Unidos, para aplicaciones tecnológicas actuales, la especial configuración de la famosa "rueda en rueda" que cita el texto bíblico de Ezequiel.

MAYA, CONTACTADA PARA DAR A LUZ A BUDA.

Por aquellos mismos años, en el siglo VI antes de JC, en tierras situadas mucho más al Este, en las estribaciones inferiores del Himalaya, una mujer debidamente preparada para ello —Maya—, concibe a un ser que nace sin padre terrestre. La mujer había formulado voto de castidad, habiendo conseguido que su marido, Suddhodana, no la obligara a cumplir los deberes conyugales, al igual que sucedería algo más de medio milenio más tarde con María y José. Además, al igual que en el caso de ésta, los dioses velaban por Maya y por el precioso embrión que habría de ser el Buda. Si bien en el caso de Maya el contacto se diluye más en la indefinición, las circunstancias que rodean todo el nacimiento de Buda —y que aquí una vez más por razones de espacio no tienen cabida— indican con claridad que se trataba de una orquestación muy similar a la que tuvo lugar en Palestina siglos más tarde, como inmediatamente pasaremos a ver.

DOS CONTACTADAS DE EXCEPCION: MARIA Y SU MADRE ANA.

Las ayudas externas fueron sucediéndose a lo largo de la vida de Maria. Por ejemplo, leemos en el Evangelio del Pseudo Mateo que cuando María sentía dolores de parto, "apareció ante los viajeros un hermoso niño que lucía una espléndida vestidura." (...) "Y mandó el emisario parar la caballería, porque el tiempo de dar a luz se había echado ya encima. Después mandó a María que bajara de la cabalgadura y se metiera en una cueva subterránea, donde siempre reinó la oscuridad, sin que nunca entrara un rayo de luz, porque el Sol no podía penetrar hasta allí. Mas en el momento mismo en que entró María, el recinto se inundó de resplandores y quedó todo refulgente como si el Sol estuviera allí dentro. Aquella luz divina dejó la cueva como si fuera al mediodía. Y, mientras estuvo allí María, el resplandor no faltó ni de día ni de noche." Como puede apreciarse, una cueva debidamente preparada: el emisario les dice que tienen que penetrar precisamente en ella.
Pero retrocedamos a la infancia de la propia madre de Jesús y aún más, a su misma concepción. Resulta que Ana, la madre de María, ya concibió a ésta gracias a la intervención de seres procedentes de fuera de este planeta. Leemos en el Evangelio del Pseudo Mateo que Joaquín, después de vivir veinte años de matrimonio con Ana, no tuvo de ella hijos ni hijas. Avergonzado, un buen día se marchó lejos, a la montaña, sin siquiera despedirse de Ana. Hasta que "un joven apareció en las montañas en que Joaquín apacentaba sus rebaños, y le dijo: 'Baja de las montañas y vuelve al lado de tu esposa, a quien encontrarás encinta, porque Dios ha suscitado progenitura en ella, y su posteridad será bendita." Dicho lo cual, "el emisario se elevó hacia el cielo".
Nacida de forma tan peculiar María, y destetada al tercer año, Joaquín y Ana la confiaron a la pequeña congregación de vírgenes que pasaban el día y la noche glorificando a Dios. A partir de este momento, María, la futura madre de Jesús, es visitada permanentemente por los mensajeros, que no la pierden de vista y la mantienen en condiciones óptimas para su futura misión: "Desde entonces en adelante consumía todo el tiempo en oración hasta que se dejaba ver el emisario del Señor, de cuyas manos recibía el alimento." (...) "Cada día usaba exclusivamente el alimento que recibía de manos del emisario..." (...) "A menudo se veía a los emisarios conversar con ella, y obedecerla con el afecto de verdaderos amigos."
Más adelante, cuando un buen día José regresa junto a María después de haber estado trabajando de carpintero en Capernaum durante meses, y encuentra a su mujer encinta, las doncellas que habían estado haciendo compañía a María aplacan su desesperación: "Nosotras sabemos que ningún hombre la ha tocado..." (...) "A diario un emisario conversa con ella, y a diario recibe su alimento de manos de ese emisario." (...) "Y, si quieres que te declaremos nuestras sospechas, nadie la ha puesto encinta, sino es el emisario del Señor."
¿Cabe caso de contacto más directo que el que nos narra este Evangelio del Pseudo Mateo? El resultado de tal contacto es sobradamente conocido.

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