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lunes, 16 de agosto de 2010

La influencia de los factores genéticos

La enfermedad bipolar consiste en un mal funcionamiento de los mecanismos bioquímicos que regulan el estado de ánimo.
Estos mecanismos se localizan en una zona del cerebro, denominada sistema límbico, que se encuentra en la zona central del encéfalo, como puede verse en la figura 1. Gracias a la experimentación con animales, actualmente sabemos que en el sistema límbico hay grupos de neuronas (que son las células del cerebro) encargadas de modular nuestra agresividad, el hambre, el instinto sexual, el sueño y muchas otras funciones
primarias para la supervivencia, entre las cuales se halla el tono vital. Éste es la energía que nos permite enfrentarnos a la vida diaria. En condiciones naturales, nos daría la fuerza para cazar, defender nuestro territorio y cuidar de nuestros hijos. En el mundo moderno, nos permite levantarnos, ir al trabajo o a clase y disfrutar del tiempo de ocio con la familia o los amigos, entre otras cosas.


El funcionamiento del sistema límbico es complejo, pero se basa en dos factores: su propia constitución, determinada por factores genéticos, y la influencia de factores ambientales. Las personas que tienen un sistema límbico más vulnerable por constitución genética (de nacimiento) pueden presentar la enfermedad si se dan las condiciones ambientales que la precipitan.

FACTORES GENÉTICOS

Desde el punto de vista científico, actualmente no hay ninguna duda de que la causa primaria del trastorno bipolar es de tipo genético. Sin embargo, las causas genéticas no lo explican todo.
La primera prueba de que la enfermedad tiene cierta tendencia a transmitirse de padres a hijos se halla en la elevada frecuencia de antecedentes familiares de la enfermedad en nuestros pacientes. Los estudios demuestran que los familiares de un paciente bipolar presentan un riesgo diez veces mayor de sufrir la enfermedad que una persona sin ningún familiar afectado. Esto también podría explicarse por la influencia ambiental del entorno en el paciente (p. ej., el hijo de una mujer con la enfermedad podría «imitar» o aprender a comportarse como la madre). En realidad no es así. Los estudios en gemelos y en niños adoptados han demostrado que el factor más importante es el genético. Los estudios en gemelos comparan la incidencia del trastorno bipolar en pacientes con hermanos gemelos. Se ha comprobado que si el gemelo es idéntico (es decir, se trata de un gemelo monocigótico y, por tanto, comparte el mismo código genético con su hermano), la probabilidad de que desarrolle un trastorno bipolar es del 60 %; por el contrario, si el gemelo es bicigótico (gemelos distintos, que simplemente han nacido el mismo día), esta probabilidad es de un 25 %, la misma que la del hermano no gemelo. Los estudios de adopción estudian la incidencia del trastorno bipolar en los padres de niños adoptados que padecen la enfermedad. Estos estudios han demostrado que la enfermedad es mucho más frecuente en los padres biológicos que en los adoptivos, lo cual demuestra que los factores genéticos son mucho más importantes que los educativos.
Últimamente se ha avanzado mucho en genética molecular, aunque lamentablemente todavía no se conoce la localización de los genes responsables del riesgo de padecer la enfermedad.
Se ha descartado que se trate de un único gen. Parece que el modelo más aproximado es el que explica la diabetes, el cáncer de mama y muchas otras enfermedades: un conjunto
de genes, presentes en gran parte de la población que, combinados de un cierto modo y bajo la influencia de algunos factores ambientales específicos, desencadenarían el trastorno.
Es probable que en los próximos años se descubran aspectos fundamentales de la transmisión hereditaria de la enfermedad que puedan ser útiles para su prevención.
Ya hemos visto que en la aparición de esta enfermedad la herencia desempeña un papel fundamental. ¿Significa esto que los hijos de un afectado presentarán forzosamente la enfermedad? ¿Que para un bipolar es desaconsejable tener hijos? No. Los factores genéticos sólo comportan un riesgo, no la enfermedad en sí. Evidentemente, el riesgo aumenta en función del número de hijos. En principio, es más probable que un hijo no herede la enfermedad que no que la herede.
Aunque depende de muchos otros factores, puede calcularse en un 15 % la probabilidad de transmitir la enfermedad a los hijos. Lo que ocurre es que esta cifra depende mucho de si hay más familiares afectados, de la gravedad de la enfermedad del progenitor, del momento de su presentación, etc.
Muchas veces puede heredarse cierto grado de la enfermedad, no necesariamente la forma completa: por ejemplo, uno de los hijos de un afectado puede padecer depresión unipolar, o ser un poco ciclotímico, sin que ello condicione gravemente su vida.
Algunos pacientes aseguran que no tienen antecedentes familiares de depresión. Es posible. A veces, por el hecho de que se hereda un riesgo, la enfermedad puede saltarse algunas generaciones y proceder de un antepasado desconocido.
En algunos casos, la muerte prematura de una persona puede ocultar la enfermedad, que aún no se había manifestado, y, por lo tanto, sus descendientes aún lo ignoran. En otros casos, ciertamente minoritarios, la enfermedad se debe exclusivamente a factores ambientales, en general de tipo orgánico: por ejemplo, algunas lesiones o tumores cerebrales localizados en zonas cercanas al sistema límbico pueden imitar perfectamente
la enfermedad. Algunas enfermedades hormonales también pueden producir los mismos síntomas. Tanto en un caso como en el otro, la presencia de síntomas específicos de la enfermedad de base orientan el diagnóstico, de manera que es difícil confundirlo con el trastorno bipolar puro.

FACTORES AMBIENTALES

Ya hemos dicho que la causa del trastorno bipolar siempre es orgánica, pero no así sus desencadenantes. En efecto, los factores externos pueden actuar como la chispa que enciende el combustible, que es el conjunto de factores genéticos. Los factores ambientales pueden ser de tipo biológico (p. ej., un traumatismo craneal grave), de tipo psicológico (p. ej., un cambio de responsabilidad en el trabajo), de tipo social (p. ej., trasladarse a vivir a otro país con otra cultura). Esta clasificación es relativa porque en la práctica las circunstancias sociales, psicológicas y biológicas convergen hacia cambios bioquímicos en el cerebro. Por ejemplo, cualquier persona, bipolar o no, que se encuentre en una situación estresante (como un traslado o la muerte de un familiar) produce una serie de sustancias que le ayudan a mantener la entereza, la fuerza física y mental para adaptarse a la nueva situación. Estas sustancias, que circulan entre las neuronas y se denominan neurotransmisores, permiten al organismo sacar fuerzas de reserva para superar situaciones puntuales. Quizás habéis oído hablar de ellas: son la serotonina, la noradrenalina, la dopamina y otras. Estas mismas sustancias se encargan de muchas otras funciones del sistema límbico, como regular el sueño, el hambre, los impulsos, etc. Normalmente, cuando el organismo produce más cantidad de esas sustancias en situaciones críticas, el individuo es capaz de adaptarse y volver poco a poco a la normalidad. Las personas que padecen un trastorno bipolar son más vulnerables a los cambios biológicos que comporta el estrés. Esto quiere decir que la cascada de neurotransmisores no se detiene y el organismo entra progresivamente en un estado de agotamiento, durante el cual se desencadenan reacciones hormonales que constituyen la segunda batería contra las situaciones de estrés y adaptación.
Estos mecanismos son muy complejos y es difícil explicarlos sin simplificarlos demasiado. Parece que la sobreproducción de neurotransmisores estimula la secreción de una sustancia denominada CRF, que es la que pone en marcha la respuesta hormonal al estrés y estimula la producción de corticotropina y cortisol. Se ha comprobado que en las fases depresivas la producción de CRF, corticotropina y cortisol es mucho más alta de lo normal. Las fases maníacas son más difíciles de estudiar (ya podéis imaginaros que la colaboración de una persona durante una fase maníaca es mucho más limitada, y la investigación siempre exige la colaboración voluntaria del paciente). De todos modos, los escasos estudios disponibles indican que en la fase maníaca se produciría un descontrol de la producción de neurotransmisores, como un grifo que de golpe no puede cerrarse, y esto también causaría ciertos cambios hormonales.
Pero antes de explicar de un modo más específico el funcionamiento de los mecanismos que regulan el estado de ánimo, que son precisamente los que están alterados por predisposición genética en el trastorno bipolar, es conveniente detenerse en los factores psicológicos y sociales como desencadenantes de la enfermedad. ¿Siempre se producen recaídas como consecuencia de estos factores? ¿Quiere esto decir que el individuo bipolar es débil y no puede afrontar los problemas de la vida? En realidad, la influencia de estos factores varía mucho en cada caso concreto; muchos pacientes cuentan que han pasado situaciones tremendamente difíciles y no han recaído, y en cambio otras veces han recaído por un pequeño contratiempo. La explicación se encuentra en el hecho de que hay épocas en que el organismo es más propenso a las recaídas. Éstas son:

– Si se abandona el tratamiento.
– Si se consumen drogas, incluido el alcohol.
– Si recientemente se ha tenido una recaída.
– Durante los cambios estacionales.
– Durante los cambios de medicación.
– Si se lleva a cabo un régimen o una dieta muy estricta.
– Si por algún motivo se pasan diversas noches sin dormir.

Todos estos factores inducen cambios en el organismo sobre las sustancias que regulan el tono vital y pueden precipitar una recaída o volver al sujeto más vulnerable ante una situación ambiental desfavorable.
Al igual que los factores psicosociales pueden influir negativamente, también pueden hacerlo positivamente. Por ejemplo, unas buenas relaciones familiares, una situación económica favorable o un buen apoyo social (de amigos o asociaciones) influyen de manera positiva en el curso del trastorno, siempre que se controlen los factores biológicos que hemos mencionado y se respete correctamente la medicación.
Nadie es tan grande que pueda avergonzarse de estar sometido a aquellas leyes que rigen con idéntico rigor tanto la actividad normal como la patológica.

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