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miércoles, 18 de agosto de 2010

Mecanismos que regulan los estados de animo en el trastorno bipolar

El estado de ánimo es el motor que impulsa al organismo a lograr objetivos, distintos a los de la simple satisfacción de las necesidades básicas. Para un buen funcionamiento psíquico y físico, es imprescindible la integridad de los mecanismos que lo regulan, que son los que nos permiten no desfallecer ante las dificultades, afrontar los problemas del día a día y mantener la ilusión en el futuro. Cuando los problemas sobrepasan la capacidad de adaptación de una persona, estos mecanismos no consiguen por sí solos restablecer el equilibrio anímico y puede sobrevenir una depresión. Por lo general estas depresiones se denominan depresiones reactivas o exógenas porque aparentemente se producen como consecuencia de uno o más acontecimientos desfavorables para el sujeto. Sin embargo, hay otro tipo de alteraciones del estado de ánimo, como el trastorno bipolar, en las que son los mecanismos reguladores los que funcionan de manera incorrecta, de tal modo que la persona afectada puede presentar depresión sin necesidad de que exista un precipitante evidente.
Puesto que casi siempre hay problemas con los que justificar que una depresión es reactiva, muchas veces pasa desapercibida la raíz auténtica del trastorno, que se halla en un mal funcionamiento de dichos mecanismos biológicos.


Mecanismos que regulan el estado de ánimo.


En la regulación del tono vital participan factores genéticos, biológicos, psicológicos, sociales, meteorológicos y farmacológicos.
Entre los biológicos destacan los neurotransmisores y las hormonas. Otras sustancias importantes son los neuromoduladores y los iones. Todas ellas se exponen en la tabla 1.
En conjunto, como explicábamos anteriormente, estas sustancias se comportan como un termostato: cuando el estado de ánimo decae por algún motivo, se producen diversas sustancias para impedir que se alcancen niveles demasiado bajos, que podrían poner en peligro la supervivencia del sujeto; cuando el ánimo se eleva, se producen otras que evitan un exceso de euforia que también podría acarrear problemas, como ignorar el riesgo y sobrevalorar las propias fuerzas. Por este motivo, la sensación de alegría tras un acontecimiento positivo suele durar poco, aunque a continuación no ocurra nada negativo. Cuando este «animostato» pierde precisión, cualquier situación estresante puede terminar provocando una alteración importante del estado de ánimo. Las depresiones que aparecen después de un parto, por ejemplo, son fruto de la combinación del descenso súbito de la concentración de ciertas hormonas en la sangre (estrógenos), que actúan indirectamente sobre la dopamina, un neurotransmisor que forma parte de este «animostato», junto con las dificultades psicológicas de adaptación a una situación nueva, especialmente cuando se trata del primer hijo (inseguridad), pero también en otros casos (cargas familiares y económicas).
En el trastorno bipolar, los afectados presentan, por razones genéticas, un funcionamiento imperfecto de este termostato del estado de ánimo. A pesar de que muchos de ellos han vivido muchos años sin presentar ninguna alteración, llega un momento en que, por circunstancias ambientales estresantes o bien por cambios hormonales (como durante la pubertad o la menopausia), la enfermedad se manifiesta abiertamente.
Muchos pacientes refieren, sin embargo, haber apreciado, ya desde muy pequeños, oscilaciones afectivas menores a las que entonces no habían dado importancia.
Las alteraciones biológicas que pueden detectarse en una persona durante una fase maníaca, depresiva o mixta no se diferencian demasiado de las que se producen en cualquier sujeto en una situación de estrés (p. ej., estudiantes durante un examen), excepto por su intensidad y duración. Biológicamente, la manía se parece al efecto de ciertos estimulantes, como las anfetaminas y la cocaína (es como si el organismo del paciente fabricara su propia anfetamina). La fase depresiva tiene algunos factores en común con la enfermedad de Parkinson, por ejemplo, aunque no se acompaña de alteraciones motores (temblor y rigidez). Precisamente por eso, algunos de los medicamentos que reducen la euforia causan síntomas parecidos al Parkinson. La manía y la depresión son, biológicamente, respuestas desproporcionadas al estrés, tanto en intensidad como en duración. Lamentablemente, las alteraciones biológicas acompañantes acaban por modificar el modo de pensar y de sentir del afectado, distorsionando su visión de la realidad. En este sentido, tanto la manía como la depresión reducen o anulan la libertad del individuo, ya que sus pensamientos están dirigidos por las emociones alteradas de su estado. A pesar de que el paciente tiende a creer que los pensamientos preceden a las emociones (es decir, que está eufórico porque él es fantástico), es exactamente al revés (se siente eufórico y deduce que él es fantástico). Éste es el motivo por el cual muchos pacientes presentan síntomas e ideas parecidos durante las descompensaciones.

TABLA 1. Sustancias del organismo que intervienen en la regulación del estado de ánimo.



Fuente: Veta Eduard

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