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martes, 7 de septiembre de 2010

Ortogafía científica

Los progresos científicos.

La enseñanza de la ortografía da lugar a una investigación activa. Ya se han hecho progresos importantes. En el marco de este libro práctico sería fastidioso presentar todos los datos científicos recientes que permiten transformar tal enseñanza. De cualquier manera, sería una lástima que los padres y maestros curiosos e interesados por la cuestión no recibieran información de los resultados que obtienen los investigadores. De modo que presentaremos algunos, referidos esencialmente a la ortografía de uso.
¿Qué sabemos de las reglas de ortografía?

La mayoría de las reglas que se encuentran actualmente en los manuales ignoran una ley: la de la frecuencia de las palabras.

Todos sabemos que las palabras no son empleadas con la misma frecuencia. Por ejemplo, el verbo "ver" es más frecuente que el verbo "observar", el cual a su vez quizá sea de uso más frecuente que el verbo "acechar". Por cierto esta comprobación es interesante, pero no basta.

Para poder avanzar en la investigación, es preciso tratar de medir esa frecuencia con la mayor precisión posible. En Francia, el Centro de Investigación Para un tesoro de la lengua francesa, de Nancy, ha procedido al registro por computadora de 70 317 234 palabras. Ese considerable trabajo permitió a los investigadores que se interesan en la ortografía confirmar trabajos que ya tienen treinta años y que conocieron un éxito escaso en la práctica escolar hasta este último tiempo.

La idea directriz de esas investigaciones es que deben enseñarse al niño los hechos ortográficos cuyo aprendizaje puede realmente ayudarlo. Por lo tanto, no se perderá tiempo enseñándole cómo se escriben términos raros, y sí se le enseñará, por ejemplo, el verbo "ver" y también "observar", pero seguramente no "acechar"...

Esta idea, tan llena de sensatez, ha sido violentamente combatida en nombre de un concepto enciclopédico de la cultura. ¡Que sigue imperando! Sin embargo, ha sido rebatido seriamente por dos hechos: 
— la mayor parte de los errores de ortografía cometidos por los escolares recae sobre las palabras más frecuentes porque la escuela las enseña mal.
— al ¡estudiar objetivamente las condiciones en que se desarrolla la enseñanza de la ortografía, se encuentra qué ella suele ser todavía incoherente.

Los errores de los alumnos.

Si usted tiene un hijo en los grados superiores de la escuela primaria, observe los errores que comete ai escribir y clasifíquelos. Se dará cuenta de que ignora Ja conjugación de los verbos más frecuentes... y que conoce mal los términos complementarios de su lengua (pronombres, adverbios, preposiciones, conjunciones, etcétera).

De estas observaciones se puede extraer una conclusión pedagógica: Es conveniente que el niño se familiarice con la conjugación de ciertos verbos de uso cotidiano que ofrecen dificultades ortográficas: por ejemplo, haber, hacer, decir, ir, venir, etcétera.

¿Qué se debe enseñar a los escolares?

Hemos hablado de las famosas reglas que colman los manuales.

Tomemos como ejemplo una de las referidas a la y: solía enseñarse que llevan  las palabras que terminan en -aje y las que contienen las combinaciones aje-eje-oje, salvo algunas excepciones. En verdad, el niño podrá encontraran cierta frecuencia —ya sea en los dictados o en sus lecturas— las palabras viaje, ejemplo, ejercicio, y esporádicamente ajedrez, hojear o troje. Lo mismo ocurre con las excepciones exagerar, tragedia, recoger, proteger. Pero sería inútil hacerle practicar con términos como estratagema o ambages, ya que su aparición en dictados o textos usuales no será demasiado probable.

Así pues, a) esta regla sobre el uso de la j no puede darse como norma estricta, y b) exige la ejercitación con muchos ejemplos, pero estos de¬ben elegirse entre aquellos cuyo uso será más previsible en la práctica escolar.

Un alumno que aprende la ortografía con los dictados encontrará el verbo hojear alguna vez en el año, y la palabra estratagema alguna vez en todo el ciclo primario... si el maestro así se lo propone. Esto indica que el dictado no puede ser un medio para aprender la ortografía, sino para ponerla en práctica, si es que ya se la sabe...

Sin embargo, las que citamos no son palabras tan raras que se pueda pasar sin conocerlas, aunque será una casualidad que aparezcan en un dictado. Por lo tanto, la situación confina con el absurdo.
— Si el niño aprende ortografía con los dicta¬dos, tendrá amplias lagunas: al terminar su escolaridad primaria todavía desconocerá muchas palabras porque jamás las encontró en los textos de los dictados.
— Si el niño aprende ortografía con las reglas, aprenderá un número increíble de palabras inútiles...

En general, la ortografía se enseña de las dos maneras a la vez: con ello se espera que las dos técnicas vayan compensándose y neutralizando sus respectivos defectos. Las dificultades con que tropiezan los niños nos conducen a preguntarnos si las reglas no complican las cosas, y si los dictados no crean un sentimiento de inseguridad en la medida en que el chico tiene la clara impresión de no encontrar allí las dificultades que aprendió a resolver sino —¡colmo de la mala suerte! — las que todavía no estudió y ni siquiera sospechaba.

El niño aprende la ortografía en todo momento, sobre todo cuando lee. Ayúdelo a leer bien, haga que sienta el gusto de la lectura.

Si usted quiere que el niño "tenga ortografía" proscriba las reglas y dictados en su forma tradicional. En los capítulos que siguen, usted aprenderá a proceder de una manera más sencilla y más eficaz.

Los niños no pueden aprender cualquier cosa en cualquier momento.

Se han realizado numerosas experiencias para saber si las dificultades ortográficas no estaban íntimamente ligadas a la edad de los niños.

Ciertas investigaciones realizadas con respecto a la lengua francesa indican con notable precisión cuáles son las palabras que es preferible enseñar a cada edad. Pero estos estudios ya son antiguos en materia de ortografía gramatical.

Los resultados que arrojan los trabajos de algunos especialistas franceses ofrecen algunos datos merecedores de atención.

Asi, por ejemplo, se ha comprobado un cierto orden en las dificultades y, lo que sorprende más, una especie de imposibilidad para quebrar ese orden, salvo de modo muy excepcional. Hasta  se ha observado un mejoramiento espectacular cuando la enseñanza sigue una progresión que respeta un orden determinado mediante técnicas estadísticas.

Hecho asombroso que confirma la observación precedente: los alumnos se retrasan si se enseña sistemáticamente fuera de este orden observado.

Son fenómenos inquietantes, que todavía no están bien explicados. ¿Se trata de un simple problema lingüístico, porque ciertos términos son más difíciles que otros? Eso no es cierto, pues las palabras que se escriben fonéticamente no son siempre las más fáciles; a la inversa, la palabra casa (maison) es una de las primeras que los niños franceses saben escribir, junto con la palabra papá {papa). Pero maison parece más difícil que papa... ¿Depende este orden observado de la maduración de los niños? Es posible, pero esta explicación sigue siendo insuficiente.

Parece que las palabras más "motivantes" fueran las más fáciles. Parece también, en general, que el niño escribe con más facilidad las palabras de uso frecuente que los términos raramente utilizados Independientemente de otras derivaciones científicas que tengan estos problemas apasionantes para el investigador.

El niño aprenderá más fácilmente las palabras que él mismo utiliza que las de los adultos. Esté muy atento a su lenguaje (oral y escrito) y parta desde allí para enseñarle la ortografía.

¿Hay una crisis de la ortografía?

Más allá de las investigaciones muy especializadas, a las que acabamos de referirnos, los estudiosos siempre se han tomado muy a pecho saber si es cierto o no que hay una crisis de la ortografía. Los padres de escolares se inclinan en general a la idea de una crisis de la ortografía, pero por una mayoría muy ajustada.

En una encuesta realizada a 642 familias de un distrito escolar de Francia, se ha preguntado si "los niños de hoy tienen peor ortografía que los niños de antes". El 58% de los padres interrogados respondieron afirmativamente, el 38% contestó que no lo creía así.

¿Qué es lo que ocurre en realidad?

El nivel actual de nuestros niños.


Para algunos maestros, la crisis de la ortografía es indudable. Piensan que, actualmente, los niños experimentan una gran baja de la atención. Explican que la evolución técnica tiene una influencia nefasta sobre ellos, y gritan "¡Alto!" al método global de lectura, la. democratización de la enseñanza, el cine, la radio, la televisión... ¡Lo único que falta, razonablemente, es preguntarse si pronto no va a venir alguno a mostrarnos la influencia negativa de la polución sobre el nivel ortográfico de los niños...!
escolares tienen un nivel de ortografía muy semejante al que tenían sus padres, sus abuelos y sus bisabuelos a la misma edad.

Los niños tienen tan buena ortografía como los niños de antes.

Es una realidad que hay que tener en cuenta. Y si una abuela, por ventura, se revela como muy dotada para la ortografía, no digamos "¡Ah, por lo menos antiguamente se tenía el sentido de la ortografía!", sino más bien: 

"Evidentemente, la abuela tiene 40 años de ventaja sobre mi hijo en su experiencia de la lengua escrita!''

En efecto: los adultos olvidan muchas veces que un niño de 4 o grado, por ejemplo, conoce la lengua escrita desde hace apenas tres años, en tanto que su abuelita la conoce desde hace más de 40 años. ¡Es comprensible que la edad esta¬blezca alguna diferencia entre ellos!

La crisis de la ortografía ¿es un pretexto?

Admitir que existe una crisis de la ortografía es con toda seguridad marchar a contrapelo de la realidad. Pero sobre todo es adoptar una actitud de rechazo de la evolución del mundo. Es instalar al niño en un fatalismo que va a frenar su deseo de progreso.

El niño a quien se le dice a cada rato "Ah, en mis tiempos..." no va a tener deseos de comunicarse con un adulto tan poco dinámico, tan chapado a la antigua. El Pasado es un continente que se ha dejado atrás, a donde a veces se quisiera volver, que a menudo se añora: no es un salvavidas al cual uno se aterra desesperadamente por miedo a ser arrastrado por el progreso.

Lo que hace falta ver bien claro es que, detrás de la creencia en una crisis de la ortografía, se esconden una angustia y un temor del mundo actual. Pues el niño, frente a las palabras descorazonadoras de sus padres, solo puede pensar: "¿Qué he venido a hacer yo a semejante mundo?" o "¿Para qué cansarme, ya que haga lo que haga no podré jamás igualar ni sobrepasar a mis padres?" ¿Qué otra solución le queda entonces, sino la resignación o la rebeldía?

Los psicólogos advirtieron que un sujeto (tanto un animal como un niño o un adulto) actúa del modo que corresponde a lo que se espera de él. Si se toman dos grupos de ratas equivalentes, tan "inteligentes" las unas como las otras, y se les enseña a conducirse en un laberinto para encon¬trar su alimento, ¡se verá que los éxitos de las ratas dependen de lo que piensa de ellas el que les enseña a dirigirse!

El experimentador que está persuadido de que sus ratas son inteligentes, tiene ratas que logran su objeto mejor que aquellas de su colega que, en cambio, cree que sus ratas son poco menos que idiotas. Yo suelo contar esta experiencia a los padres. Es tan grávida de sentido para ellos como para los maestros.

En ortografía, como en cualquier otra cosa, un niño solo puede triunfar si los adultos que lo ro¬dean le tienen confianza. Lo que no significa, por supuesto, que haya que adular al chico. Eso entrañaría el mismo peligro que la actitud inversa. En este punto, lo fundamental es,el equilibrio.

Tener fe en el niño es esencialmente comuni¬carse con él, es decir escucharlo y responderle, pero también pedirle que se calle si es necesario.

Imaginemos que una tarde su hijo vuelve de la escuela con una malísima nota en ortografía. Qué padre maravilloso para un chico el que en ese momento dice: "¡Mira un poco! ¿Tú también has tenido problemas con las haches? Ven, vamos a mirar esto juntos..."

Lo que supone, seguramente, que el padre pase un momento, un momento breve, practicando ortografía con su hijo. En realidad, no es la ortografía lo que le ocupará ese rato, sino algo absolutamente más importante: una charla, un intercambio con el hijo.

Estamos lejos de una crisis de la ortografía. Pero nos podemos preguntar si esta cuestión no sirve de pretexto a ciertos padres para no tener trato con sus hijos y descargar así su responsabilidad sobre los maestros. Es una cuestión que deben plantearse los padres que se oponen, contra la evidencia, a relegar la crisis de la ortografía al dominio de las viejas creencias.

No digamos: "¡Ah! En mi tiempo nadie cometía semejantes faltas... En el examen final, en toda la clase, no hubo ni un cero".
Digamos más bien: "Ven, yo te puedo ayudar".

Fuente: Jean Guion.

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