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martes, 18 de enero de 2011

Desarrollo psicomotor, el recién nacido



El recién nacido.

Recordaremos brevemente en este capítulo las principales características neurológicas del recién nacido, y a este efecto conviene establecer la terminología. Extenderemos la acepción de recién nacido, con A. Gesell y MeGraw, hasta las cuatro o seis primeras semanas. El término designa, de esta forma, a un ser esencialmente gobernado por reflejos innatos, cuya sensibilidad es ante todo intero y propioceptiva, y cuyo tono está constituido por una mezcla de hipotomía e hipertonía. El recién nacido es un ser subcortical.

1. Cráneo.

Es útil examinar cuidadosamente el cráneo del recién nacido. La frente continúa en el plano del semblante, a veces es ligeramente convexa, otras ligeramente huidiza. El perímetro cefálico suele ser, por promedio, de 36 cm. (Recordemos que será de 45-46 cm. al año, y de 47-48 a los dos años.) Asimismo se apreciará el estado de las fontanelas y, sobre todo, de las suturas. Finalmente, esta simple inspección del cráneo permite efectuar cierto número de diagnósticos (hidrocefalia, microcefalia, anencefalia, acrocefalia, mogolismo).


2. Motílidad espontánea.

Ha sido estudiada, en particular, por Bergeron (1947) y por O. Irwin (1930), quien ha demostrado que el recién na¬cido desnudo era infinitamente más rico en movimientos que su congénere envuelto en pañales (¿hace falta insistir sobre la necesidad de examinar al recién nacido desnudo?).
Irwin distingue, asimismo, una actividad de masa y una actividad segmentaria. La actividad de masa engloba toda la musculatura y se caracteriza por la irradiación difusa del movimiento; es anárquica, explosiva e inadaptada. Es difícil sistematizarla, pues parece responder a estímulos interoceptores (distensión intestinal, por ejemplo), y va siempre acompañada del grito.

La actividad segmentaria, estudiada por Bergeron (1947), es bilateral y asimétrica. Este autor cita, entre los movimientos observados con mayor frecuencia, la extensión y flexión de los miembros, el cruce y descruce de los pies (movimiento de mechero de H. Wallon). En realidad, hay que oponer, al vigor y la rapidez de movimientos del tronco y de las raíces, la lentitud de movimientos de las extremidades. La mano se cierra en puño, con el pulgar replegado en el interior de los otros dos dedos, o se abre en abanico. Insistiremos desde ahora sobre la débil actividad del pulgar en el recién nacido y el niño pequeño. Al estudiar la secuencia de la prensión volveremos sobre este extremo. Se observan movimientos análogos de abanico en los dedos de los pies, y esto en nada simplifica la búsqueda del reflejo cutáneo-plantar.
A. Thomas (1952) estima que los miembros superiores son más trepidantes que los inferiores. McGraw, por el contrario, concede mayor movimiento a los miembros inferiores y une esta movilidad a la actividad refleja alternada, de la que ya hemos hablado. De esta forma interpreta, en particular, el pedaleo descrito por H. Wallon y Bergeron. Este último autor estima que la motilidad neonatal está gobernada esencialmente por el pallidum.

Para terminar, quisiéramos destacar un carácter diferencial importante: esta motilidad, incluso cuando es amplia e intensa, no va acompañada de sufrimiento y eso la distingue de los espasmos hipertónicos de los encefalópatas.


3. Posturas.

Las posturas del recién nacido están regidas por dos características: la asimetría y la tendencia a la flexión:


En decúbito supino: la cabeza está vuelta de lado, los miembros asimétricos. Gesell y más tarde A. Bencini (1953) afirman que se comprueba en el recién nacido, de forma casi constante, un reflejo tónico del cuello; es decir, que la rota¬ción de la cabeza lleva consigo la extensión de los miembros del lado facial y la flexión de los miembros del lado occipital. Aparte de que siempre es imprudente relacionar lo que sucede en la serie normal con los fenómenos de la serie patológica (el reflejo tónico del cuello, de Magnus y de Kleyjne (1924) fue obtenido en el animal descerebrado y, quizá, hallado en grandes encefalopáticos extrapiramidales), se debe admitir que la sistematización propuesta está lejos de ser constante; sin embargo, queda el hecho de la asimetría.
La actitud en flexión es neta; los miembros interiores están en rotación externa moderada. Un recién nacido que se halle en extensión de manera continua es un hipotónico patológico. La misma observación se aplica a las manos si están permanentemente abiertas.

El recién nacido, colocado en decúbito ventral, adopta una actitud característica. La cabeza está vuelta de lado, la mejilla aplastada, permitiendo así la respiración. El resto del cuerpo encogido, doblados los codos, los brazos pegados al cuerpo. Los muslos doblados sobre la pelvis, lo cual la alza encima del nivel de la cama. Hemos visto que, estando el recién nacido en esta posición, no era raro que se entregara a una actividad rítmica alternada que recuerda la reptación:






El recién nacido, en posición sentada, deja caer la cabeza hacia delante, su tronco tiende a ineurvarse en una cifosis global que va de la región cervical a la sacrolumbar (sin embargo, algunos recién nacidos tienden a incorporarse), ya que los miembros inferiores no pueden extenderse completamente debido a la hipertonía de los flexores. McGraw (1943) advierte que, contrariamente a lo que ocurre en la posición erecta, al caminar, al reptar y al nadar, en la posición sentada no existe nada parecido a un reflejo arcaico.
Suspendido por los pies, cabeza abajo, el recién nacido sólo extiende la espalda; los miembros quedan doblados y la actitud general es la de una flexión anterior:




4. Reflejos arcaicos.

Ya los hemos descrito en el capítulo de las técnicas de examen. El reflejo de Moro está completo. El reflejo de caminar es más difícil de destacar. Ha de retenerse que este andar es notablemente monótono, que no va acompañado de movimientos coordinados de los otros segmentos del cuerpo (los miembros superiores permanecen pegados al cuerpo), que no es corregido ni por la vista, ni por el laberinto. En otros términos: es un andar sin equilibrio propio, sin facultad de detención. Finalmente, un hecho importante: el pie se posa por el talón; un recién nacido que «hace puntas» es muy anormal. Una descripción completa de este fenómeno aparece en la obra de A. Thomas y Sainte-Anne Dargassies.

No hay nada que añadir en lo relativo al reflejo de enderezamiento estático. Se precisa — dice A. Thomas — en el curso de la primera semana; es inconstante, pues algunos recién nacidos hipotónicos se caen cuando se les quiere poner en posición de enderezamiento.

El reflejo de incurvación del tronco permite apreciar la existencia de lo que A. Thomas llama hemisíndrome.

El grasping reflex es normalmente muy vigoroso en el recién nacido. Es rigurosamente simétrico, aunque puede desaparecer durante el sueño profundo.
Con respecto al reflejo de succión, conviene señalar una curiosa aptitud de orientación, llamada «reflejo de los puntos cardinales» por A. Thomas. Cuando el dedo estimula la comisura labial, se baja el labio inferior, la lengua se dirige al dedo y empieza la succión. El mismo fenómeno se reproduce en la otra comisura y en el punto medio de los labios superior e inferior.


5 y 6. Reflejos ósteotendinosos y cutáneos.

En lo que se refiere a los reflejos ósteotendinosos y cutáneos, remitimos al lector al artículo de P. Valentini (1933). Este autor destaca la inconstancia de los reflejos cremasterianos y abdominales.

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