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domingo, 30 de enero de 2011

Desarrollo psicomotor, el recién nacido, secuencias de desarrollo, el desarrollo motor de los miembros.

1.° Primera prensión (cuatro meses).


Ya hemos visto que era cubito-palmar y que se realizaba entre la primera falange del meñique y la eminencia hipo-tenar. Sólo se hace a distancia fija porque el codo no es funcional; es torpe, el niño suelta rápidamente lo que sujeta;' por último, como nos hallamos en el período de espejo, suele ser muchas veces bi-manual simultánea.

2.° Prensión palmar simple (cinco o seis meses).

El tipo mas frecuente en ese momento es el que H. Halverson (1943) llama prensión palmar simple.

Todo sucede entre los cuatro (y sobre todo los tres) últimos dedos y la palma. Este período corresponde al período intermedio de aproximación, caracterizado por los siguientes elementos:
— juego del hombro y extensión del codo, pero sin prono supinación.
— el eje transversal de la mano está en plano horizontal (ya no vertical como a los cuatro meses).


4 MESES: PRENSION CUBITO-PALMAR

El predominio de los cuatro últimos dedos se traduce por otro fenómeno frecuente a los seis meses: cuando el niño de pecho quiere coger un objeto de pequeñas dimensiones rasca la superficie de la mesa con los cuatro últimos dedos.

Veremos asimismo cómo este tipo de prensión en «zarpa», si bien tarda en aparecer en los espasmódicos, suele persistir mucho tiempo.

Otra característica de este período es que el niño no puede coger dos objetos a la vez. Al principio, le basta ver un objeto nuevo para soltar el primero; al final de este período lo soltará con una mano, y cogerá otra cosa con la otra.

3.er Período. — Palma-pulgar (siete u ocho meses).

Es el período radiopalmar de A. Gesell. El pulgar ya no es un accesorio inútil como sucede en el recién nacido; sirve de tope. Cumple este menester, por una parte, por la aducción (en relación al eje de la mano) del primer meta-carpio, y por otra, mediante la primera falange (todavía no existe oposición). En este período hace igualmente su aparición la prensión fina (que hemos apreciado en el estado profético, como diría A. Gesell, de rascado), que aún se realiza muy torpemente, entre el pulgar inmóvil pegado contra la mesa y el borde lateral de la última falange del índice. A. Gesell le da el nombre de «pinza inferior».

Otro hecho importante de este período: el niño puede pasar un objeto de una mano a otra. Lo vimos asimétrico subcortical en los primeros tres meses, luego simétrico en espejo, y ahora tiende a volverse asimétrico cortical. La derecha se distingue de la izquierda y la completa.

El niño es capaz, de ahora en adelante, de sujetar un objeto en cada mano 


7-8 MESES: PINZA INFERIOR

NIÑO 7-8 MESES: UN OBJETO EN CADA MANO


La necesidad de comprobar el tono de los agonistas-antagonistas de una mano no determina una brusca preponderancia del tono de los extensores de la otra.

Vemos aparecer en esta fase los rudimentos de un juego manipulativo, que será objeto de una descripción aparte.

4.° Período. — Radio digital (nueve meses).

El tipo definitivo de prensión se inicia a partir de los nueve meses, correspondiendo a un perfeccionamiento de conjunto. La localización del objeto y el desarrollo del gesto más económico destinado a llevar la mano al contacto se hallan en estado de funcionamiento. Se deben a una coordinación activa de las percepciones propioceptivas, anestésicas y exteroceptivas visuales. La aproximación es directa en esta fase, todas las articulaciones participan, y en particular la radio cubital inferior, que ejecuta un ligero balanceo en pronación que pone a la pinza pulgar-índice en contacto con el objeto a asir. En el curso de este período tendremos ocasión de asistir a más de un perfeccionamiento. Al principio (finales del primer año) la sinergia entre extensores y flexores es imperfecta. Por otra parte el niño todavía no posee una clara representación del tamaño del objeto a asir; por eso abre desmesuradamente la mano antes de alcanzarlo. Este fenómeno lo encontraremos también en las prensiones patológicas. Va a precisarse, además, la individualidad de esta pinza pulgar-índice; por eso vemos en el niño del primer semestre del segundo año la pinza formada en el aire, mientras los tres últimos dedos están dispuestos en escalones ascendiendo del cordinal al meñique, con extensión de las primeras falanges y una semiflexión de las demás. Esta extensión permite dar gran precisión a la delicada flexión del índice que frena; más adelante veremos cómo esta ajustada precisión del niño de dos años constituye una característica tan frecuente como típica,

El índice abandona, por otra parte, a los otros tres dedos; de no ser así, ¿por qué se le habría dado este nombre? Sirve de guía, de localización; él es quien infaliblemente se dirige al objeto a asir; además parece ser el dedo más rico en terminaciones sensitivas.

Hemos concluido con esta parte de la evolución que conduce del borde cubital al radial; queda por estudiar la digitación de la prensión.

Del cuarto al séptimo u octavo mes, la prensión es esencialmente palmar, un «palmamiento».

La prensión fina se efectúa, al final del primer año, mediante la pinza superior ,

MANO COMO ESCALONES

INDIVILIZUACION DE LA PINZA PULGAR -INDICE



que se realiza entre la yema del pulgar y la del índice, opuestas frente a frente. Este hecho no sólo posee un significado motor: constituye un importante acontecimiento en el terreno de la sensibilidad y del análisis; el niño, hasta ese momento, se lo llevaba todo a la boca. La riqueza en terminaciones sensitivas de las mucosas bucales le permitían «informarse del mundo exterior», según la acertada expresión de A. Thomas. De ahora en adelante podrá explorar la consistencia, la forma, la superficie, la temperatura de los objetos y de su propio cuerpo con la punta de los dedos y, con ayuda de la vista, crear verdaderos engramas, útiles predecesores de los símbolos lingüísticos de la fase siguiente.

Por último, otro acontecimiento capital señala el final del primer año. Al hablar del grasping del recién nacido, hemos descrito dos componentes: uno de cierre, el otro estático, propioeeptivo, de persistencia de flexión. El primero desapareció hacia los dos meses y el segundo desaparece a finales del primer año. Hasta entonces, o bien el niño de pecho dejaba caer involuntariamente el objeto que sostenía, o bien, hacia los seis-siete-ocho meses, lo soltaba al ponerlo en una superficie firme, lo cual aflojaba la contracción de sus flexores, A partir de ese momento, abre la mano voluntariamente, puede dar un objeto, colocarlo en una taza, pronto será capaz de arrojarlo, enriqueciendo de esta forma su manera de jugar.


AFLOJAMIENTO VOLUNTARIO


El estudio de la prensión demuestra, una vez más, la realidad de la ley céfalocaudal. La prensión empieza, de forma esquemática, por el hombro. En las primeras fases la mano es transportada pasivamente, su movimiento se halla estrechamente determinado por las posibilidades motrices del hombro. El resto actúa de palanca y la misma mano utiliza todavía el segundo componente del grasping (persistencia de la flexión bajo el efecto del alargamiento de los tendones flexores por el objeto sostenido). Esta prensión es un «palmamiento», pone en juego una fuerza incontrastable y que es superior a sus fines, señalándose por la flexión total (interfalangiana y metacarpofalangiana) de los dedos.

Por el contrario, en su fase terminal (un año), la mano determina el juego completo de las articulaciones de los miembros superiores. Debe llegar por el camino más corto, debe llegar de cierta manera, es decir, aflojando la pinza pulgar-índice, órgano de oposición; por último, la flexión activa es metacarpofalangiana. Distal, radial, sinérgica (colaboración de agonistas y antagonistas), pluriperceptuales (informaciones extraceptivas y propioceptivas), la prensión se ha convertido en el prototipo del acto cortical.

El recién nacido, llegado a este período, se separa netamente del resto de los mamíferos, exceptuando el mono, y será necesario que alcance los dos años para abandonar a tan distinguido compañero.

Diremos ahora en pocas palabras lo que sucede en la familia patológica. Es impresionante el contraste entre el lado indemne y el afectado en el hemipléjico. La mano patológica permanece cerrada, el pulgar en la palma, en tanto que la prensión es posible con la otra. Una madre vigilante observará pronto este déficit unilateral, pero muy a menudo no le será posible convencer al médico.

La evolución es esencialmente variable. Algunos sujetos conservarán toda la vida una mano inutilizada, veremos en otros una secuencia anormal en su calidad y su duración. Hacia 1 año-18 meses, la mano patológica es capaz de asir con los tres últimos dedos y la palma; sirve frecuentemente de ayuda y tope a la mano sana. Más tarde aparece y persiste la asinergia, ya descrita en el niño pequeño, entre extensores y flexores de los dedos; de ahí el aspecto de mano en «zarpa», de dedos apartados, con las primeras falanges extendidas y las demás dobladas. Con el tiempo, el pulgar empieza a hacerse funcional, pero la aducción precede a la oposición. Ha de hacerse observar que el diestro constitucional tiende en ese momento a volver a usar la mano derecha y este hecho acelera los progresos. Finalmente, en ciertos casos se logra el uso casi normal de la mano. S. Thieffry insiste en sus enseñanzas sobre la frecuencia de la astéreognosis entre los pequeños hemipléjicos, hasta de un verdadero «síndrome de negación» del miembro hemipléjico.

Ya hemos dicho que la diplejía va frecuentemente unida a un gran retraso psíquico, aunque no siempre. Una reciente observación de F. R. W. Collis y O'Donnell relata la historia de un muchacho de doce años, gran dipléjico asimétrico y que pintaba bastante bien con los dedos del pie izquierdo.







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